Como la madera, que absorba...

Queridos amigos:

Esta fue mi predicación de hoy, 5 de 2004, II Domingo de Adviento del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:


Triste1. AUNQUE SE ACERCA LA GRAN FIESTA, QUIZÁS ALGUIEN CREA QUE NO TIENE MOTIVOS PARA LA ALEGRÍA... La Navidad es una fiesta no solamente solemne, sino además grande, de nuestra fe. Y por sus características propias, heredadas del comienzo de su celebración es Europa, es una fiesta por antonomasia familiar. A fines de diciembre allí hace mucho frío, y todo invita a quedarse dentro de las casas, al calor del hogar...

Esto mismo hace que, a medida que vamos avanzando en la edad, alguno pueda encontrarse ante esta fiesta sin ánimo para festejar. Porque de una manera más o menos cercana, a medida que crecemos, son más los seres queridos, parientes o amigos, que pueden faltar porque se han muerto, desde la última Navidad, y esto hace difícil, si no amargo, el brindis y la felicidad...

Carretilla volcadaPor otra parte, en nuestra patria es fácil que nos gane la incertidumbre, la desazón o la impotencia. Las cosas parecen funcionar mejor que hace un año, pero no podemos cerrar los ojos a los problemas de fondo, que siguen igual o están peor. Nuestra organización institucional como sociedad sigue dejando mucho que desear, es fácil quedar sepultados por el escepticismo. Los que no tienen trabajo van perdiendo la esperanza de que las cosas puedan cambiar pronto, y son todavía muchos, más que los que se podría esperar. Hoy ya son muchos los que, en un país como el nuestro, que hace poco tiempo podía ser considerado el granero del mundo, pasan hambre, y a todos nos toca convivir con el drama de la inseguridad...

Por todo esto, más que nunca, hay que volver la mirada y el corazón al centro de la Navidad, para poder festejar. Hay que llegar a la fuente de la verdadera alegría, que es Jesús, y que siempre, cualesquiera sean los motivos de nuestras tristezas, amarguras y frustraciones, quiere y nos la puede dar...

Niņo de la Luz2. ES SÓLO PARA AUDACES PREPARAR EL CAMINO DE UN NIÑO QUE ES DIOS Y TRAE LUZ... Para celebrar la Navidad con profunda y verdadera alegría basta con recibir a Jesús, el único que la puede dar en forma consistente y definitiva. Por eso San Juan Bautista, llamado justamente el Precursor porque abrió los caminos para que pudiéramos reconocerlo a Jesús, nos llama también en este tiempo a preparar el camino y allanar los senderos para que Jesús llegue a nosotros. Jesús que viene como la Luz que puede disipar todas nuestras tinieblas...

Jesús viene, Dios hecho Niño, para que, como dice Isaías, "el lobo habite con el cordero, el leopardo se recueste junto al cabrito, el ternero y el cachorro de león estén juntos, la vaca y la osa vivan en compañía, sus crías se recuesten juntas, y el león coma paja lo mismo que el buey" (ésta es su descripción de los tiempos de la salvación que viene de Dios). Podríamos imaginar que esta es sólo una descripción poética, y muy bien lograda, por cierto, de un tiempo de paz, imposible o muy difícil de alcanzar. Pero también podríamos tomarnos en serio esta descripción que hace Isaías, y asumirla como la  consecuencia que es posible esperar si nuestros corazones se vuelven a Dios para recibirlo en esta Navidad. Si buscáramos otras imágenes, más propias de nuestro tiempo, traduciríamos adecuadamente su pensamiento diciendo que Jesús viene para que se dé un encuentro fraterno entre el obrero y el patrón, el político y el que vota, el que respeta las normas de convivencia (¡la ley!) y el que hasta ahora pensaba que los "vivos" no tenían que sujetarse a ellas, y todo esto "conducidos por un niño pequeño", dice Isaías. Nosotros sabemos que este Niño es Jesús, y es Dios. Al recibirlo, se abre el camino a la paz...

Preparar el camino para que venga este Niño, que es Dios y trae Luz, consiste simplemente en remover todos los obstáculos que impiden que llegue de verdad a nuestro corazón. Significa la decisión de cambiar de rumbo en todo aquello en el que lo hayamos errado. Sin temor a la Palabra de Dios, cuando se nos haga dura y nos resulte difícil, y sin la liviandad de pensar que Dios lo puede todo con su misericordia,, aunque nosotros no lleguemos a cambiar todo lo que tendríamos que cambiar. En una palabra, como nos dice San Juan el Bautista, para preparar el camino a Jesús, que quiere venir a nosotros, y allanar los senderos que lo acercan, lo que nos hace falta es producir el fruto de una sincera conversión...

La paz que anhelamos, especialmente en Navidad, comienza con el cambio del propio corazón, quitando todo lo malo que en él está de más, y dando espacio a lo bueno que en nosotros siembra Dios. De esta manera, el Reino de Dios, que está cerca, llega con la alegría, a través de la conversión. Sabemos que Dios es quien salva. Con la constancia y el consuelo que nos da, podemos mantener la esperanza, y vivir con la audacia de confiar en Dios, sabiendo que su Palabra luminosa, rompe las tinieblas que parecen poder con todo, pero que se deshacen ante Dios. Habrá espacio para la alegría, siempre que le demos a Dios su lugar...

Adviento 23. CONFIADOS EN DIOS, HAGAMOS UN PESEBRE EN NUESTRO CORAZÓN... Hay cosas que nunca faltan en la preparación. Los adornos navideños, no sólo en las vidrieras (aunque, es justo decirlo, cada vez con menos referencia al sentido religioso de esta fiesta), sino también en las propias casas, nos hablan de esta fiesta. Pero esto, que puede ayudar al clima que esta celebración reclama, no es más que la cáscara externa. En la imagen que empezamos a presentar el Domingo pasado, todas estas cosas pueden representar "el establo", lo de afuera. Además hay que poner "lo de adentro", el pesebre, que hoy agregamos, el lugar donde Jesús quiere estar, y ese pesebre es nuestro corazón.

El pesebre de Jesús era de madera, como también su Cruz. Cuánto daríamos si pudiéramos tener un trozo de la madera del pesebre de Jesús o de su Cruz. La madera tiene un particularidad. Es porosa y absorbe todo lo que se apoya en ella. La madera del pesebre de Jesús estuvo llena de sus olores de salvación y santidad, como la madera de su Cruz estuvo impregnada de su sangre salvadora, que allí derramó por nosotros. Pues bien, hagamos de nuestro corazón un pesebre, al que Jesús venga en esta Navidad. Y hagamos que nuestro corazón sea, también, como la madera, capaz de absorber todo lo que Jesús nos quiere decir y nos quiere dar en esta Navidad, de modo que nada ni nadie nos lo pueda quitar...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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