Cómo hay que recibirlo...
Queridos amigos:
1. EL CLIMA DE LA NAVIDAD SE PREPARA DE A
POCO Y ENTRE TODOS... Aunque la Navidad llega igual, incluso si no la
preparamos, para vivirla con toda intensidad hay que dedicarle tiempo,
incluso antes de que llegue. El clima de la Navidad, por otra parte, no
lo podrán poner sólo los signos externos, aunque es muy probable que
estos no falten. En los negocios, en las casas, en las calles, en los
lugares públicos, todos se encargan de poner coronas, moños, cintas,
botas, campanitas, etc., una cantidad de adornos que nos señalan la
cercanía y la presencia de la Navidad. Todo eso lleva mucho tiempo, y
para hacerlo bien hay que hacerlo entre todos. Pero con eso no
alcanza...
También hacen falta los signos
religiosos. Por eso utilizamos, por ejemplo, la Corona de Adviento, de
origen nórdico, y vamos encendiendo en ella cada Domingo una vela más,
hasta que hoy hemos llegado a tener las cuatro encendidas, señalándonos
de esta manera que la Navidad ya está a las puertas, esperándonos...
Sin embargo, ni siquiera
con eso alcanza. Porque hasta allí estamos todavía "anclados" en el
pasado. Y la celebración de la Navidad no consiste sólo recordar lo que
una vez pasó, hace ya más de dos mil años, sino de volver a vivirlo,
como en aquel tiempo, para recibir todos los frutos que este misterio
de Dios hecho hombre sigue derramando sobre cada uno de nosotros. En
definitiva, celebrar la Navidad consiste en hacerle un lugar a Dios que
viene a nosotros, trayéndonos la salvación que aspiramos y que
necesitamos. Eso ciertamente requiere una preparación paciente, que de
manera ideal se hace de a poco durante el Adviento, para que nuestro
corazón se vaya disponiendo como un Pesebre (pero que, llegado el caso,
podemos hacer "a los apurones" en estos días), y entre todos, porque
Jesús viene de una manera especial a nosotros, como familia, a la que
ha querido bendecir con el don de la fe que nos ha congregado en la
Iglesia...
2. EL ESPÍRITU SANTO SIEMBRA EN
MARÍA, Y EN NOSOTROS, LA VIDA QUE VIENE DE DIOS... El Espíritu Santo
obró en María el misterio de la Encarnación. Por obra del Espíritu
Santo, la que estaba desposada con José (es decir, había celebrado la
primera parte, el "contrato jurídico" de su matrimonio, pero no
convivía con quien sería su esposo recién después de la celebración
familiar, que todavía no se había celebrado), engendró en su seno a
Jesús, Hijo de Dios hecho hombre. Así, la vida de Dios, que ella
llevaba en sí desde su concepción inmaculada por el misterio de la
gracia, fue sembrada en María, y recibió a la fuente de la gracia,
Jesús, nuestro salvador...
Este misterio ocurrido en María es
también signo y fuente de lo que Dios realiza en nosotros. Esa Vida de
Dios, sellada con su amor inclaudicable en el altar de la Cruz, se ha
convertido en fuente de salvación para todos nosotros, que hemos sido
llamados a la Vida eterna, a la Vida de Dios, por puro don de su
gracia. Llamados a vivir en este misterio y a partir de este misterio,
nuestra vida se convierte en una misión. La Navidad tiene que llegar a
nuestra ciudad y a nuestro tiempo. Y eso sólo podrá suceder a través de
la Vida que viene de Dios, y Él mismo siembra en cada uno de nosotros.
No serán los adornos, no serán los regalos (cuyo sentido y significado
en la Navidad es corresponder, con nuestra propia y generosa donación
hacia las personas que queremos, al Amor con el que Dios nos ha
regalado, dándonos a su Hijo), los que pongan de fiesta a la ciudad con
la Navidad, sino la Vida que viene de Dios, y que el Espíritu Santo
siembra en nosotros para que la hagamos llegar a todos...
Se me ocurre pensar, por
ejemplo, en este tiempo de una fiesta tan familiar como la Navidad,
precisamente en la realidad de la familia, que vemos tan golpeada y
asediada en nuestro tiempo. Por supuesto, servirá, y habrá que estar
atentos para ello, todo lo que podamos hacer para que no se sigan
corrompiendo las leyes que en nuestra realidad tienen que custodiar
este bien de todos y célula básica de la sociedad que es la familia.
Pero seguramente servirá aún más que, viviendo con intensidad en
nuestras propias familias la integridad y la firmeza del amor que viene
de Dios, tratando de encarnar el misterio de la familia de Nazareth,
imagen en la tierra de Dios que, como decía Juan Pablo II, no es un
solitario sino que Él mismo es familia, seamos espejo en el que la luz
de Dios se refleje y se haga visible para todos los que nos rodean. En
definitiva, será recibiendo la Vida que viene de Dios, e impregnando
con ella toda la realidad que nos rodea, que haremos posible que la
Navidad esté presente en ella...
3. EN EL PESEBRE, MARÍA Y JOSÉ
NOS ENSEÑAN CÓMO HAY QUE RECIBIRLO A JESÚS... Para eso es urgente e
irreemplazable que aprendamos a recibir a Jesús, que viene a nosotros
en esta Navidad. Y es el Pesebre el que nos permite realizar cada día
ese aprendizaje...