La vida es siempre una misión...

Queridos amigos:

Esta fue mi predicación de hoy, 8 de mayo de 2005, Domingo de la Ascensión del Señor del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:


Anciana camina1. SOMOS DE CARNE Y HUESO: NO PODEMOS ESTAR EN DOS LUGARES AL MISMO TIEMPO... Todos somos de carne y hueso, y eso nos plantea limitaciones, a las que con el tiempo nos vamos acostumbrando. En un primer momento, cuando somos bebes, la carne y los huesos tienen una gran elasticidad, pero no tanta resistencia. En otro tiempo, el de la juventud, sobretodo si nos hemos preparado por la práctica de un deporte o si el trabajo manual nos ha desarrollado, la carne adquiere su mayor firmeza, lo mismo que los huesos. Y en otro tiempo, cuando nos vamos poniendo viejos, la carne pierde nuevamente su firmeza, y además los huesos se ponen frágiles (por eso, entre otras cosas, hay que caminar con cuidado, porque las caídas dejan fácilmente sus huellas)...

Lava platosDe todos modos, estas no son las únicas limitaciones que nos pone nuestras condición de espíritus encarnados. Además, por esta condición, no es posible que estemos en dos lugares al mismo tiempo. Nuestra condición corporal supone todas las limitaciones que nos ponen el tiempo y el espacio. Cuando estamos en un lugar, no podemos estar en otro...

Por eso, entre otros motivos, dependemos unos de otros y necesitamos ayudarnos no sólo en las cosas más importantes de la vida, sino también en las más sencillas y cotidianas. Aquí en el Hogar, donde vivimos cerca de 100 personas, si alguien sale a hacer unos trámites, o cualquier otra tarea que hace falta realizar fuera de casa, otro tendrá que encargarse de limpiar los platos, y quien esté en esta tarea no podrá salir para lo que hace falta realizar afuera...

CruzTambién Jesús, que para traernos la salvación asumió nuestra condición humana, se ató, con ello, a las mismas limitaciones que supone ser de carne y hueso. Esta condición humana hizo que Jesús naciera en un lugar, perdido en los confines orientales del imperio del momento (el imperio romano), y en el resto del mundo no tenían ni noticias de su existencia ni de lo que hacía por los hombres y mujeres de todos los tiempos (tengamos presente que no contaban con la inmediatez a la que hoy nos han acostumbrado los medios de comunicación con los que hoy contamos, que nos permiten instantáneamente las imágenes y los sonidos de lo que sucede en cualquier lugar del mundo)...

Por esa limitación, cuando Jesús hacía la ofrenda suprema de su vida en la Cruz, no podía hacer nada más que eso. No era el momento de las palabras y de los milagros, sino de la entrega y el silencio. Pero lo que estaba conquistando allí para la humanidad entera, con su obediencia amorosa a la voluntad de Dios, no podía quedar limitado a ese espacio y a ese tiempo. Por eso, una vez muerto en la Cruz, Jesús resucitó, y después de aparecerse por un tiempo a los Apóstoles hasta que se convencieron de la verdad de lo sucedido, subió a los Cielos, el lugar que le correspondía como Hijo de Dios. Allí ya no está limitado por las limitaciones que a todos nos impone, y que incluso a Jesús le impuso, su condición de carne y hueso...

Ascensión 2. JESÚS ASCENDIÓ A LOS CIELOS Y NOS ABRIÓ SUS PUERTAS; PERO SE QUEDÓ PARA SIEMPRE... Esta ascensión de Jesús a los Cielos es la Solemnidad litúrgica que hoy celebramos. Es verdad que una vez resucitado, Jesús se apareció a los Apóstoles. Y lo hizo justamente para que, como consecuencia de esta experiencia totalmente única, y las huellas del sepulcro vacío, los Apóstoles llegaran a la fe, y la pudieran fortalecer. Esa fe de los Apóstoles, a la que llegaron por sus encuentros con Jesús resucitado, es la que hace de fundamento para nuestra propia fe. Pero esa situación de encuentro con Jesús resucitado no podía ser para siempre, porque es en el Cielo donde Jesús tiene su casa, y nosotros también...

AscensiónEsta Ascensión de Jesús es la consecuencia necesaria de su Resurrección. Jesús resucitado llevó toda nuestra condición humana, también su dimensión corporal, a una situación que está por encima de las acotadas dimensiones del tiempo y del espacio. La humanidad de Jesús, en virtud de su Resurrección, participa de la condición gloriosa de Dios. Y esto no es posible dentro de las limitadas coordenadas del tiempo y del espacio, sino que reclama la dimensión sobrenatural del Cielo, que podemos definir como "la Casa" de Jesús, en la que se encuentra a sus anchas, con el Padre y el Espíritu Santo...

Dios sembró en nosotros semillas de eternidad. Habiéndonos hecho sus hijos por el Bautismo, nos hizo participar no sólo en la muerte de Jesús (sumergiéndonos en el agua del Bautismo han quedado sepultadas las consecuencias del pecado original, que nos hizo perder la condición primera, que llamamos "paraíso terrenal", en la que Dios nos había creado para vivir en plena comunión con Él), sino también en su Resurrección, que anticipa la nuestra, y pone ante nuestros ojos nuestro destino de eternidad. Por eso, cuando Jesús resucitado asciende al Cielo, pone su condición humana en el lugar que le corresponde, y nos abre también a nosotros las puertas de su Casa, que ha querido que sea también la nuestra, llamándonos a vivir en plena comunión con Él...

EucaristíaSin embargo, aún "yéndose" al Cielo, del que nos abrió las puertas introduciendo en él nuestra condición humana, que asumió como propia, librado ya de las limitaciones del tiempo y del espacio, se quedó con nosotros para siempre. Es Jesús resucitado quien está presente a través de su Palabra y en la Eucaristía, así como en la celebración de todos los Sacramentos. Es Él mismo quien nos habla cuando su Palabra se proclama en la Iglesia o cuando la leemos y rezamos con ella, unidos en la fe de toda la Iglesia, que tiene como tarea conservar esta Palabra y llevarla a todos los hombres, en todos los rincones del mundo y en todos los tiempos. Es el mismo Jesús quien se hace presente cuando la Iglesia celebra todos y cada uno de los Sacramentos, dando a los hombres la vida de Dios en el Bautismo, fortaleciéndola en la Confirmación, alimentándola en la Eucaristía, reparándola en la Penitencia o Reconciliación, así como también en la Unción de los enfermos. Es Jesús el que construye la Iglesia como una comunidad fiel a través de los ministros a los que ha constituido como instrumentos suyos a través del Sacramento del Orden. Y es también Jesús quien a través del Sacramento del matrimonio hace de las familias verdaderas Iglesias domésticas, en las que se enseña y se vive la Palabra de Dios, se prepara la celebración de los Sacramentos y se conduce al Cielo...

Apóstoles3. PARA NOSOTROS, QUE VIVIMOS DE LA ESPERANZA, LA VIDA ES SIEMPRE UNA MISIÓN... La presencia de Jesús en el Cielo, adonde ascendió después de su Resurrección, es nuestro motivo firme de esperanza. Introduciendo allí nuestra condición humana, nos ha abierto de tal modo las puertas, que ha hecho que su Casa pueda ser también la nuestra. Esto nos hace vivir ya, desde ahora, con el corazón puesto en la morada eterna que Dios nos propone...

Sin embargo, no es posible vivir en la tierra solamente mirando al Cielo. Porque nuestros pies están todavía aquí. Y por eso nuestra vida, iluminada por la fe, se convierte en una continua misión. En primer lugar Jesús envió a los Apóstoles, y los hizo sus testigos autorizados. Los envió con el poder que Él mismo tiene, como nos decía hoy san Mateo en su Evangelio, a predicar todo lo que les enseño (su Palabra), y a hacerlo presente con los Sacramentos (empezando por el Bautismo)...

AnuncioAyer los periodistas se sorprendían porque Benedicto XVI había dicho, al asumir la Cátedra del Obispo de Roma en la Basílica San Juan de Letrán, que "el Papa no es un soberano absoluto, cuyo pensamiento y voluntad son ley" (hay que decir que es imposible entender el ministerio y la tarea cotidiana del Papa, si no es con una mirada de fe). Es claro que es así, porque el Papa no inventa el contenido de su predicación. "Por el contrario", decía ayer Benedicto XVI, "el ministerio del Papa es garantía de la obediencia a Cristo y a su Palabra. Él no debe proclamar sus propias ideas, sino vincularse constantemente y vincular a la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios, ante los intentos de adaptarse y aguarse, así como ante todo oportunismo"...

Anciano, caridadSin embargo, no es sólo misión del Papa y de los Obispos conservar y predicar esa Palabra viva de Jesús. Es también tarea propia de los sacerdotes, de los diáconos, y de todos los fieles. Es misión y tarea para todos nosotros, cada un según la propia función, no sólo alimentarnos de esta Palabra salvadora de Jesús, sino también anunciarla a todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo...

Por supuesto, no bastará con que tengamos estas palabras en la boca, y la pronunciemos todo el tiempo. Porque lo que dará fuerza a lo que digamos será el testimonio de nuestra vida, en la medida en que nos dejemos conducir por la Palabra de Jesús. Siempre, en todos los tiempos, pero quizás más hoy, en un mundo cansado de palabras, como decía desde hace tiempo Pablo VI, la mejor predicación no consistirá sólo en palabras, sino que deberá contar primero y fundamentalmente con hechos. Con el corazón lleno de Jesús podremos vivir encendidos en un amor que nos ponga al servicio de todos nuestros hermanos. Y ese servicio de amor, manifestado en pequeños y grandes gestos de solidaridad fraterna, será para nosotros una continua misión. De esta manera no sólo contribuiremos a la alegría de nuestros hermanos, sino que también pondremos en evidencia nuestra gratitud a Jesús, que nos abrió las puertas del Cielo...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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