Una alegría que es para todos...

1. LAS ALEGRÍAS SON MÁS GRANDES, SI SE LAS
PUEDE COMPARTIR CON LOS DEMÁS... Las alegrías ponen su nido en el
corazón, y allí echan sus raíces. Pero una vez que llenan el corazón,
necesitan expandirse hacia afuera. De alguna manera podemos comparar
las alegrías con una bebida gaseosa, que no sólo tiene burbujas
adentro, sino que éstas intentan salir a la superficie, y así nos hacen
"cosquillas" en la boca. Por eso, las alegrías son más grandes cuando
se las puede compartir. De nada serviría una alegría que se debe
guardar en el corazón, sin que los demás puedan enterarse. En vez de
alegrarnos, terminarían aislándonos de los demás y encerrándonos en la
soledad...
Si tuviéramos que festejar un resultado
deportivo, o un cumpleaños, o una fiesta religiosa, en la soledad,
terminaríamos durmiéndonos. ¿Quién se imagina un entusiasta
simpatizante de un Club de Fútbol solo en la Tribuna celebrando las
audacias y aciertos de su equipo preferido? La alegría de la fiesta va
de la mano de la posibilidad, y hasta de la necesidad de compartirla
con los demás...
2. LA ASUNCIÓN DE MARÍA A LOS CIELOS NOS
MUESTRA UNA ALEGRÍA QUE ES PARA TODOS... La Solemnidad que hoy
celebramos nos muestra a María, que ya ha llegado a la más profunda
alegría, ha sido
llevada "en cuerpo y alma" al Cielo. Conviene saber por qué...
De esta manera María, la primera después de
Jesús en alcanzar la plena alegría en cuerpo y alma en el Cielo, se ha
convertido en una
figura de la Iglesia. Por una parte, así como Ella dio a luz a Jesús,
nuestro
Salvador; la Iglesia da a luz a los cristianos a través del Bautismo,
para hacernos participar en esa salvación. Además, así como Jesús la
llevó a
Ella al Cielo, y la Iglesia nos da cada día los instrumentos para
caminar hacia el Cielo, la Palabra de Dios y los Sacramentos,
instrumentos de la salvación...
3. HAY QUE VIVIR COMO MARÍA, PARA ALCANZAR
CON ELLA LA ALEGRÍA DE LOS CIELOS... De María aprendemos no sólo cual
es la alegría que nos espera en el Cielo, sino también el camino por el
que se llega a él. Porque María,
además de Madre, fue una fiel discípula del Señor...
María fue una Mujer de esperanza. Por
eso
pudo ver cumplirse las promesas de salvación que Dios hizo a su Pueblo
desde los primeros tiempos. Su visita a su prima santa Isabel fue la
ocasión para que, con corazón lleno de gratitud y de confianza, cantara
sus alabanzas a Dios en el Magnificat (cf. el final del
Evangelio de hoy)...