Nos abre los ojos...
Queridos amigos:
1. HAY MUCHOS MODOS DE VER, Y
MUCHOS MODOS DE ESTAR CIEGO... Hay
quienes desde su nacimiento han estado privados del sentido de la
vista. A quienes no nos ha sucedido esto, nos resulta imposible
imaginarnos un mundo en el que no se pueden ver formas y colores. Sin
embargo, quienes han nacido sin el sentido de la vista, han
desarrollado mucho más que nosotros los otros cuatro (el oído, el
olfato, el gusto y el tacto), de modo que pueden percibir el mismo
mundo en el que nosotros estamos, con toda claridad...
Hay otros que por una enfermedad
o por un accidente han perdido en
parte o totalmente la vista. Ellos, con un esfuerzo mayor o menor,
según el caso, han tenido que aprender a prescindir de un sentido que
en su momento tenía, y reemplazarlo con el desarrollo de los otros,
para poder moverse en este mundo que antes veían y en el que ahora
tienen que percibir sólo con los otros sentidos...
Otros, finalmente, aunque
tengamos en suficiente buen estado la vista,
puede sucedernos más de una vez que tengamos alrededor de nosotros
cosas que son para todos evidentes, y que sin embargo nosotros no
alcanzamos a ver. Yo recuerdo que, en los primeros tiempos de mi
ministerio sacerdotal, reemplazé por un mes a un párroco que se había
tomado vacaciones. El último día de ese mes, cuando entré a la Iglesia
para celebrar la Misa, le pregunté a unos fieles que estaban allí
cuándo habían puesto esa imagen del la Virgen del Carmen (así se
llamaba la Parroquia), que ahora veía al lado del altar. Ellos me
contestaron que siempre había estado allí, desde que se hizo esa
Iglesia. Lo curioso es que yo, después de estar celebrando Misa allí
todo un mes, recién el último día alcancé a darme cuenta de esa
imagen...
2. LA FE NOS ABRE LOS OJOS,
PARA QUE VEAMOS LO QUE DE OTRO MODO NO SE
PUEDE VER... Nosotros nacemos de nuevo, para la Vida que viene de Dios,
en el Bautismo. Y cuando somos bautizados, recibimos el don de la fe.
Esto no da una nuevo horizonte, ya que a partir del Bautismo nuestra
vida tiene un destino de eternidad. Con los ojos de la fe, recibida en
el Bautismo, podemos ver mucho más allá de aquello que podemos captar
con cualquiera de los sentidos, o con todos ellos juntos. Con los ojos
de la fe nos abrimos al sentido profundo de la vida y lo que en ella
nos toca hacer para alcanzar la meta de Vida eterna a la que Dios nos
ha llamado, el Cielo. La fe nos permite mirar las cosas de otro modo,
concentrándonos en lo que es verdaderamente importante, sin caer
en
distracciones o discusiones estériles, como las de los fariseos, que se
pelean entre
ellos y discuten porque Jesús curó al ciego de nacimiento en un día
sábado, en el que no se podía trabajar, en vez reconocer que hizo lo
que ellos no eran capaces de hacer...
El mal se hace ver todo el tiempo, y hace
mucho ruido. Sin embargo, como nos recuerda Juan Pablo II en su último
libro testimonial, publicado a fines del mes pasado, Memoria e
identidad, el mal está derrotado para siempre, porque en la Cruz
Jesús le dio una enorme paliza de la que no se puede recuperar, porque
ha sido vencido para siempre, haciendo del dolor un camino hacia la
salvación y de la muerte un camino hacia la Vida. Si todavía el mal
tiene alguna presencia, es sólo porque Dios lo permite, para que su
presencia nos incentive para hacer el bien...
3. RENOVANDO NUESTRO BAUTISMO, PODEMOS VIVIR
A LA LUZ DE LA FE... Desde el día de nuestro Bautismo, con el que nos
llamó a la Vida eterna, Jesús llena de luz nuestra vida y nuestro
camino, con la fe. De esta manera, cada vez que renovamos lo que en
nosotros hizo el Bautismo, se llena de luz el camino de nuestra vida, y
encontramos lo que ella tenemos que hacer, para alcanzar la meta a la
que hemos sido llamados...