Se queda con nosotros, y nos explica todo...
Queridos amigos:

1. EN ESTOS DÍAS HUBO MUCHAS IMÁGENES DE
LLANTO Y DE TRISTEZA... Juan Pablo II ha sido un Papa que conmovió, no
sólo a los católicos, sino también a millones de personas en el mundo
entero, de todas las religiones, y aún a los que no tienen ninguna. Su
palabra y su imagen llegó a grandes multitudes reunidas en todos los
continentes, durante los casi 26 años y medio de su ministerio como
Pastor de la Iglesia universal. Esas palabras, y todos los gestos
eficaces que realizó, comprometiéndose vital y coherentemente con la
causa de la paz, de la dignidad humana y de la familia, así como con
todos los valores del Evangelio que sostienen y alimentan toda la fe de
la Iglesia, fueron recibidas y acogidas cálidamente por los fieles de
la Iglesia, así como también por otros fieles...
Yo creo que hasta los Cardenales, y quizás
especialmente ellos que fueron tan cercanos al Papa, sus más inmediatos
consejeros y colaboradores, aunque hayan tenido el deber de mostrarse
enteros en todo momento, en su intimidad, por ejemplo cuando en la
mayor reserva depositaban los restos mortales de Juan Pablo II en su
tumba en la Cripta de la Basílica de San Pedro, habrán soltado más de
una lágrima...
2. JESÚS SE QUEDA CON NOSOTROS, Y NOS EXPLICA
TODO DESDE LA
EUCARISTÍA... En el encuentro de los discípulos de Emaús con el Señor,
ellos lo reconocieron en la fracción del pan, es decir, en la
celebración de la Eucaristía. Pero antes, todavía de camino, Jesús les
abrió el corazón a la fe, explicándoles todo lo que se decía de Él en
las Escrituras, especialmente los padecimientos como camino hacia la
gloria. Eso es precisamente lo que sucede en la primera parte de la
Misa, en la que Jesús se hace alimento en un plato fuerte que robustece
nuestra fe, en cada Misa. Por eso Juan Pablo II, en la Carta que nos
escribió a todos los fieles en octubre del año pasado para invitarnos a
vivir con intensidad un año dedicado enteramente a la Eucaristía, hasta
octubre de este año (Juan Pablo II, Quédate
con nosotros, Señor; el título de la Carta es la invitación que
los discípulos de Emaús hacen a Jesús para que se quede con ellos),
decía que la Misa es un misterio de Luz, porque este plato fuerte de la
Palabra de Dios, que se sirve con abundancia en la Eucaristía, pone luz
sobre todas las circunstancias de nuestra vida...
Con la mente iluminada por la Palabra de
Dios, y el corazón ardiente por la fe, que nos permite responder en
maravilloso intercambio con el Señor, nos decía Juan Pablo II en la Carta
ya mencionada, los signos nos hablan (cf. n. 14). Los signos que
nos hablan son los signos eucarísticos. Los ojos de la fe, encendida en
nuestros corazones por la Palabra de Dios, al punto de hacerlos arder,
nos permiten ver realmente presente a Jesús en los signos del Pan y del
Vino, que no sólo representan a Jesús, sino que lo hacen verdaderamente
presente entre nosotros. Así fue como los discípulos de Emaús pudieron
reconocer a Jesús en la fracción del Pan. En ese momento Jesús ya no
estuvo visible ante ellos con su figura humana, porque ya no hacía
falta que así fuera. Una vez que lo reconocieron, les bastaba con su no
menos real presencia eucarística...
Por eso la Eucaristía no es
sólo un misterio de Luz, sino también un misterio de Presencia. Con la
Eucaristía Jesús responde a la súplica de los discípulos de Emaús y a
la de la Iglesia entera, como así también a la nuestra: "Quédate con
nosotros, Señor". Y Él se queda, hasta el fin de los tiempos. Ya nunca
más podemos estar solos. Jesús estará siempre con nosotros, hasta el
fin de los tiempos. Y bastará que nos acerquemos a una Iglesia en la
que encontremos un Sagrario con su lucecita roja encendida, para saber
que allí está Jesús, presente para siempre en la Eucaristía...
3. EL ENCUENTRO CON JESÚS NOS LLENA DE
ESPERANZA Y ENCIENDE NUESTRO
AMOR... El encuentro con Jesús en la Eucaristía, recibir su Luz y gozar
de su Presencia, es una fuente continua de esperanza. Como dije más
arriba, si hay algo de este Papa peregrino que ha impresionado a los
jóvenes es la firmeza, serenidad y alegría de su fe. Todo ello provenía
de su encuentro con Jesús. Aún con su cuervo encorvado y endurecido por
los años y sus diversos achaques, elevando el Pan y el Vino
consagrados, que son ya el Cuerpo y la Sangre de Jesús, podíamos ver la
fuente de su fe. No hacía falta más que verlo celebrar la Eucaristía,
para entenderlo claramente. Y gracias a Dios los medios de comunicación
nos permitieron hacerlo muchas veces...
Pero la alegría que proviene de
la fe, no puede conservarse si no es como se puede conservar cualquier
otra alegría, es decir, compartiéndola. Todos los dones de Dios, y
también la alegría que proviene de encontrarse con Él, sólo se
conservan teniendo las manos bien abiertas para llevarlas a los demás.
Por eso, el encuentro de Juan Pablo II con Jesús en la Eucaristía era
también el alimento y la fuente de donde surgía su inmensa caridad y su
espíritu misionero que lo llevó por todos los rincones del mundo...