1.
CUANDO ALGO NO ANDA BIEN, LO PRIMERO
QUE PENSAMOS ES QUE LA CULPA LA TIENE "OTRO"... La primera reacción
cuando
surge un problema suele ser buscar las excusas, que nos libren del peso
de la responsabilidad. Hubiera sido seguramente un éxito de la pantalla
televisiva si se hubiera podido transmitir en directo desde la
intimidad del equipo argentino que disputaba la Copa Davis de Tenis
todo lo que sucedía el sábado a la noche, después de la derrota del
tercer punto, en el partido de dobles, que dejó al equipo en la cuerda
floja ante su intento de ganar la competencia. Quizás abundaban
reproches, y no con dedos que apuntaban al propio pecho sino al de
otros...
Por eso creo que es
muy importante que en el
Mensaje
de la Conferencia Episcopal Argentina que los
Obispos
argentinos nos entregaron hace nueve días para ayudarnos a preparar la
celebración del bicentenario de nuestra patria, aún teniendo en cuenta
todo lo que puede disgustarnos de la marcha de la gestión de la cosa
pública, no hayan levantado mirando hacia los demás el siempre listo
"dedo acusador", sino que hicieron un recuento de nuestras realidades,
con sus fortalezas y debilidades, y con una mirada hacia el pasado para
aprender de nuestra historia, proponen en un tono de diálogo abierto un
conjunto de metas a alcanzar a la luz de la celebración que se avecina
(cf. Mensaje...,
números 31-40). A propósito del Mensaje...,
a mi gusto resulta ya aleccionador que los Obispos se propongan la
celebración del bicentenario no como una fecha sino como un período
para una tarea. Siguen con a los próceres de nuestra patria, que desde
el primer grito de libertad dado el 25 de mayo de 1810 trabajaron con
constancia para conquistarla, ante de la declaración formal de la
independencia el 9 de julio de 1816. Nos dicen con esto, me parece, que
los hechos deben acompañar y sostener las palabras, y de esa manera la
celebración del bicentenario no puede ser sólo la recordación de una
fecha (la de 1810 o la de 1816), sino un período para ponernos al día
con la gran deuda de los argentinos, que es la "deuda social", es
decir, lo que le debemos a la sociedad de la que nos servimos quizás
más de lo que le damos (cf. Mensaje...,
número 5)...
De esta
manera se supera la tentación de pensar que la culpa de lo que nos pasa
es "de los otros", como parecen hacer los que en la parábola
de hoy Jesús pone a su izquierda, acusándolos de su falta de piedad,
porque tuvo hambre y no le dieron de comer, tuvo sed y no le dieron de
beber, estaba de paso y no lo alojaron, desnudo y no lo vistieron,
enfermo y preso y no lo visitaron. Ellos buscan sus excusas, diciendo
que nunca se lo encontraron a Jesús en esas situaciones, pero esas
excusas no los disculparán, ya que cada vez que no lo hicieron con el
más pequeño de sus hermanos, les dice Jesús, es decir, de nuestros
propios hermanos, es con Él que no lo han hecho...
2. JESÚS
SIEMPRE NOS ESPERA EN LOS MÁS
PEQUEÑOS DE NUESTROS HERMANOS... Jesús nos llama a través de las
necesidades de cada uno de nuestros hermanos para que vayamos a su
encuentro, para que vayamos a atenderlo con nuestra buena voluntad y
nuestro amor...
Allí nos espera Jesús,
en cada uno de los más
pequeños de nuestros hermanos, que claman desde sus necesidades, y nos
muestran el rostro de Cristo que se acerca a nosotros, esperando el
amor como el fruto preciado de nuestra fe. Dios nos hizo a su
semejanza, y en lo que más nos parecemos es precisamente en nuestra
capacidad de amar, es decir, de ocuparnos de las necesidades de
nuestros hermanos, sin más interés que su propio bien. Un amor,
entonces, que no es sólo un sentimiento más o menos duradero, sino una
decisión perseverante de ocuparnos del bien de nuestros hermanos,
haciendo por ello todo lo que está en nuestras manos...
3. HAY
QUE PREPARARSE CON AMOR
PARA LA FIESTA DEL REINO DE DIOS, EL CIELO... Como hemos dicho ya en el
Domingo
pasado, el Cielo, que es la fiesta completa y total
del amor
de Dios, no se improvisa. Por esta razón, sólo con amor el corazón se
enancha de una manera tal que se hace capaz de disfrutar el Cielo...
Hay que
tener en cuenta, sin
embargo, que en el medio del amor está la Cruz. Porque se trata de una
amor capaz de construir paciente y perseverantemente el bien de
nuestros hermanos. Son los gestos de amor de cada día, grandes o
pequeños, con los que acudimos en auxilio del que tiene hambre o sed,
del que está sin techo o sin ropa, del que está enfermo o en la cárcel,
los que nos preparan para la fiesta del Amor de Dios...Volver al inicio de la predicación...
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