Motivos de esperanza...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 6 de abril de 2008, Domingo III de Pascua del Ciclo Litúrgico A, en la Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:

El paro del campo1. EN ESTOS DÍAS HAY MUCHOS MOTIVOS DE AMARGURA Y DE TRISTEZA... En estos días nos ha tocado ver en Argentina, con mucho dolor y amargura, a gente de trabajo, con las manos llenas de callos y la piel curtida, presentando sus quejas de manera no siempre pacífica porque se siente avasallada y explotada, creen porque les quitan sin medida el fruto de su trabajo, les imponen cargas confiscatorias y les sepultan la esperanza y el futuro...

Góndolas vacíasA todos nos ha tocado sufrir, en mayor o en menor medida, las consecuencias de las protestas de estos días, y las góndolas vacías no dejan de ser un escándalo que nos debería avergonzar en un país donde no han faltado y donde no faltan los dones de Dios, cuya abundancia no alcanza para compensar nuestra incapacidad de vivir en común o, dicho de otra manera, nuestra mezquindad social...

Los dirigentes sociales, tanto las autoridades como los representantes de los diversos grupos, parecen vivir encerrados en su propio mundo, poniendo en evidencia una crisis de autoridad. Mientras arde, en sus reuniones florecen sonrisas irónicas. En las aulas también se ve la falta de autoridad, nadie pone límite a la violencia de los chicos; y es claro que los chicos aprenden sus comportamientos en lo que ven en su familia, en su barrio, en los amigos de sus padres; por lo tanto es evidente que estamos ante una crisis muy amplia que nos incluye de algún modo a todos...

Sonrisas irónicasNo puedo dejar de pensar en ese chiste que se refiere al momento de la creación: Dios convocaba cada atardecer una reunión del consejo de ángeles, y cuando les preguntaba cómo les parecía que iba avanzando su obra, cada día se levantaba una mano para presentar una objeción, porque les parecía que en el sur del continente americano se esta haciendo una injusticia, ya que allí cada día aparecían nuevas ventajas (los ríos más caudalosos, las mejores reservas de petróleo, los mejores depósitos de minerales, las mejores pampas húmedas capaces de producir granos), hasta que Dios aclaró que para compensar tantas ventajas allí pondría a quienes no sabrían valerse de ellas, a los argentinos...

En todo caso, es Jesús resucitado quien nos permite pasar de las amarguras y las tristezas a la alegría. Para ello, de la misma manera que lo hizo con los discípulos de Emaús, Jesús nos acompaña en el camino de la vida y espera que le abramos el corazón para que, una vez que hayamos volcado con sinceridad nuestras tristezas y amarguras, pueda hacernos arder el corazón, explicándonos todo lo que sobre Él, especialmente de su misterioso camino de Cruz que lleva a la Resurrección, se dice en las Escrituras...

Palabra de Dios2. JESÚS SE QUEDA CON NOSOTROS, Y NOS EXPLICA TODO DESDE LA EUCARISTÍA... En el encuentro de los discípulos de Emaús con el Señor, ellos lo reconocieron en la fracción del pan, es decir, en la celebración de la Eucaristía. Pero antes, todavía de camino, Jesús les abrió el corazón a la fe, explicándoles todo lo que se decía de Él en las Escrituras, especialmente los padecimientos como camino hacia la gloria. Eso es precisamente lo que sucede en la primera parte de la Misa, en la que Jesús se hace alimento en un plato fuerte que robustece nuestra fe, en cada Misa. Por eso Juan Pablo II, en una Carta que escribió el 7 de octubre de 2004 invitaba a toda la Iglesia a vivir con intensidad un año dedicado enteramente a la Eucaristía (Juan Pablo II, Quédate con nosotros, Señor; el título de la Carta es la invitación que los discípulos de Emaús hacen a Jesús para que se quede con ellos), decía que la Misa es un misterio de Luz, porque este plato fuerte de la Palabra de Dios, que se sirve con abundancia en la Eucaristía, pone luz sobre todas las circunstancias de nuestra vida...

EmaúsCon la mente iluminada por la Palabra de Dios, y el corazón ardiente por la fe, que nos permite responder en maravilloso intercambio con el Señor, nos decía Juan Pablo II en la Carta ya mencionada, los signos nos hablan (cf. n. 14). Los signos que nos hablan son los signos eucarísticos. Los ojos de la fe, encendida en nuestros corazones por la Palabra de Dios, al punto de hacerlos arder, nos permiten ver realmente presente a Jesús en los signos del Pan y del Vino, que no sólo representan a Jesús, sino que lo hacen verdaderamente presente entre nosotros. Así fue como los discípulos de Emaús pudieron reconocer a Jesús en la fracción del Pan. En ese momento Jesús ya no estuvo visible ante ellos con su figura humana, porque ya no hacía falta que así fuera. Una vez que lo reconocieron, les bastaba con su no menos real presencia eucarística...

Adoración eucarísticaPor eso la Eucaristía no es sólo un misterio de Luz, sino también un misterio de Presencia. Con la Eucaristía Jesús responde a la súplica de los discípulos de Emaús y a la de la Iglesia entera, como así también a la nuestra: "Quédate con nosotros, Señor". Y Él se queda, hasta el fin de los tiempos. Ya nunca más podemos estar solos. Jesús estará siempre con nosotros, hasta el fin de los tiempos. Y bastará que nos acerquemos a una Iglesia en la que encontremos un Sagrario con su lucecita roja encendida, para saber que allí está Jesús, presente para siempre en la Eucaristía...

Por eso el nombre mismo de la Misa nos dice la primera actitud que despierta en nuestros corazones esta presencia de Jesús. Porque Eucaristía, término de origen griego, significa acción de gracias. Y la gratitud, nos decía Juan Pablo II en la Carta ya mencionada (cf. n. 26),  es lo que la Eucaristía debería inspirar siempre en la Iglesia y en toda la humanidad. Porque se trata de la presencia de Jesús ofreciéndose al Padre en el altar de la Cruz, para obtener para todos los hombres la apertura del Cielo. Los cristianos deberíamos esmerarnos continuamente en dar testimonio ante todos de la presencia de Dios en el mundo. "No tengamos miedo de hablar de Dios ni de mostrar los signos de la fe con la frente muy alta", decía Juan Pablo II (Quédate con nosotros, Señor, n. 26), e invitaba a todos a no tener miedo de este testimonio. "Quien aprende a decir gracias como lo hizo Cristo en la Cruz, podrá ser un mártir, pero nunca será un torturador", decía el Papa (en el mismo número de la Carta)...

Jesús con joven3. EL ENCUENTRO CON JESÚS NOS LLENA DE ESPERANZA Y ENCIENDE NUESTRO AMOR... El encuentro con Jesús en la Eucaristía, recibir su Luz y gozar de su Presencia, es una fuente continua de esperanza. Como ya dije, si hay algo de Juan Pablo II que impresionaba a los jóvenes era la firmeza, la serenidad y la alegría de su fe. Todo ello provenía de su encuentro con Jesús. Ante las circunstancias que a cada uno de nosotros nos toca vivir siempre será posible la esperanza, si la alimentamos en nuestro encuentro con Jesús, recibiendo su Luz y gozando del consuelo de su Presencia en la Eucaristía...

Manos juntasPero la alegría que proviene de la fe, no puede conservarse si no es como se puede conservar cualquier otra alegría, es decir, compartiéndola. Todos los dones de Dios, y también la alegría que proviene de encontrarse con Él, sólo se conservan teniendo las manos bien abiertas para llevarlas a los demás. Por eso, el encuentro de Juan Pablo II con Jesús en la Eucaristía era también el alimento y la fuente de donde surgía su inmensa caridad y su espíritu misionero que lo llevó por todos los rincones del mundo...

Corazón latienteLa Eucaristía, nos decía Juan Pablo II, es una manifestación suprema del Amor de Jesús (cf. (Quédate con nosotros, Señor, n. 28), que entregó su Cuerpo y derramó su Sangre por nosotros en la Cruz. Así como los discípulos de Emaús, desde el encuentro con Jesús en la Eucaristía salieron disparados hacia Jerusalén, para dar testimonio de su fe ante todos los demás, así también nosotros, como el Papa, a partir de nuestro encuentro con Jesús, somos enviados a ser sus testigos y sus manos solidarias que se acercan a todo hombre que necesita una mano fraterna que lo sostenga...


Lecturas bíblicas del Domingo III de Pascua del Ciclo "A":

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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