1. TODOS
NOS ESCONDEMOS CUANDO HACEMOS TRAVESURAS... Todos, chicos y
grandes, nos escondemos cuando hacemos travesuras
(recuerdo una anécdota de mis tiempos de Colegio; estábamos todos
copiándonos, nada más y nada menos que en una prueba de religión, con
el libro sobre las piernas y abajo del escritorio, mientras
escribíamos, hasta que el Hermano Marista que nos cuidaba gritó: ¡el
que se está copiando póngase de pie! Yo, muerto de
susto, pegué
inmediatamente un salto, saltó la tapa del escritorio, se me cayó el
libro y quedó en evidencia mi conciencia de estar ocultándome). Cuando
sabemos que está mal lo que hacemos, lo hacemos a escondidas. ¿Será por
eso que todos los manejos del poder, que sabemos que se hacen en
nuestra patria (y en otros lados), se hacen detrás de las cortinas?
Todos conocemos las nefastas consecuencias de todos esos manejos a
espaldas del pueblo. Se mueven muchos intereses inconfesables, hay
muchas traiciones y engaños. Con razón exigimos a todos los que se
mueven en el gobierno o aspiran al poder, lo mismo que a cualquiera que
tiene una actuación pública y responsabilidades ante otros, que se
muevan con transparencia y claridad...
En
cambio, es imposible disimular,
cuando estamos realmente contentos. La alegría, como el bien, tienden
por sí mismos a difundirse entre los que nos rodean. Hasta la cara nos
cambia cuando estamos contentos, nuestro rostro, y todos nuestros
gestos, no pueden dejar de manifestarlo. Cuando tenemos algo que
festejar, cualquiera sea el motivo o la ocasión, también nuestros
gestos y nuestras expresiones nos delatan...
En realidad, cada vez
que logramos una meta tenemos motivos de alegría,
que inmediatamente se manifiestan y se hacen ver en nuestro rostro.
Pero si afinamos aun más nuestra puntería, podemos alcanzar el don de
la alegría no sólo cuando logramos concretar las metas que nos
proponemos, sino también por el sólo hecho de ponernos en camino hacia
ellas. Es muy bueno alegrarse por el camino emprendido, y lograr estar
contentos ya desde el momento en que comenzamos el trabajo que nos
llevará a la meta pretendida...
2. EL DON
DE LA FE ES UNA ALEGRÍA
PARA SER COMPARTIDA; TODOS SOMOS TESTIGOS... Sin duda, la fe es un gran
don, que puede llenarnos de alegría, si sabemos corresponder a él. La
salvación es ofrecida por Dios a todos los hombres, y la fe es el
camino que normalmente lleva a encontrarse con ella. La fe nos lleva a
encontrar que la vida, cargada de dificultades y de desafíos, tiene un
sentido y se encamina a una meta celestial que Dios nos ofrece...
La fe
nos ayuda a ver que el mismo dolor y la muerte, con todas sus
expresiones más
trágicas, no son un final inapelable, sino una puerta hacia la
realización más plena de la vida. La fe, entonces, es un gran tesoro,
el más valioso. Y que, cuando llena el corazón de quien lo recibe, lo
compromete enteramente para compartirlo, poniéndolo al servicio de los
demás. Por eso Jesús, que puso este don de la fe en manos de los
Apóstoles, los comprometió a ser testigos del mismo ante todos los
hombres, llevándolo por todas partes y a todos, a pesar de las
dificultades que sabía que se les presentarían en la tarea...
3. VIVAMOS A FONDO
NUESTRA FE:
DEMOS TESTIMONIO DE ELLA CON ALEGRÍA... En definitiva, de la abundancia
del corazón es de lo que habla la boca. Será un corazón lleno de fe,
como es el corazón de un creyente comprometido, el que hará de nuestra
vida un continuo y eficaz testimonio. Habrá que comenzar por allí, ya
que no hay otro modo de transmitir la fe, que comenzando por vivirla
con una convicción firme y un esfuerzo constante...
Es
nuestra tarea, entonces, y el
fruto normal de una fe que alimentemos cotidianamente, un testimonio
explícito de aquello que creemos. ¿Cómo se enterarán los gobernantes,
los jueces, los legisladores, a quienes nos gustaría ver inspirados en
los principios evangélicos, de la luz que recibirían de ellos para la
tarea que tienen por delante, si no cuentan con alguien que se los
diga? No podemos confiarnos con que alcance el Catecismo que
eventualmente recibieron en su infancia. Hace falta que en todos los
ámbitos de la patria, desde los despachos oficiales hasta los
vestuarios de los futbolistas, pasando por los estudios de la
Televisión y las oficinas de los profesionales y de los empresarios,
así como por las sedes de los sindicatos y los lugares de trabajo y de
esparcimiento del mundo entero, sin olvidar los centros de salud, desde
los más sencillos hasta los más complejos y especializados, en una
palabra, en todos lados, resuenen las palabras del Evangelio,
pronunciadas con fidelidad por los que hemos encontrado en ellas el
sentido y la alegría de la vida...
Pero
esas palabras no serán
escuchadas, si no van acompañadas de hechos que realmente muestren que
creemos lo que nos anuncia nuestra fe, y lo asumimos con fidelidad...Volver al inicio de la predicación...
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