Hay que trabajar la tierra...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 13 de julio de 2008, Domingo XV del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar Marín:

Piedad1. AUNQUE SOMOS UNA MAYORÍA DE CRISTIANOS, EL EVANGELIO NO DA FRUTOS ENTRE NOSOTROS... A pesar de la fe que profesamos en nuestra patria desde que en ella los primeros evangelizadores predicaron el Evangelio, es decir desde los primeros días de la llegada de los europeos a estas tierras, nuestras actitudes humanas y ciudadanas no aparecen demasiado impregnadas de este Evangelio. Es común ver colgados rosarios o crucifijos de los espejos retrovisores de los automóviles. También se ven los crucifijos, al menos por ahora, que en los despachos oficiales. Desde allí Jesús "mira" todo lo que sucede en ellos. ¡Qué susto se debe llevar con frecuencia, por las cosas que le toca ver y oír en esos lugares!

ContradiccionesPero, de todos modos, no sólo se trata de lo que sucede en los despachos oficiales. También lo mismo podríamos decir muchas veces de lo que sucede en las empresas y en las familias de nuestra patria. Incluso a veces dentro de nuestra querida Iglesia podemos encontrarnos con actitudes que no responden al Evangelio. Aunque seamos casi siempre y casi todos muy piadosos, en casi todos los ámbitos de nuestra patria nos falta una mayor coherencia entre lo que creemos y lo que hacemos. Con frecuencia la fe y la vida parecen tomar caminos distintos. ¿Cómo puede suceder esto? ¿Será que la Palabra de Dios no tiene suficiente eficacia para cambiar nuestros corazones, a pesar de que la recibamos una y mil veces, cayendo sobre nosotros como agua de lluvia, impregnándonos paciente e insistentemente con su sabiduría? No, no es eso lo que pasa, la Palabra de Dios, como nos dice Isaías, es siempre eficaz, lo que pasa es que...

Terreno pedregoso2. LA PALABRA DE DIOS ES BUENA SEMILLA, QUE EN TIERRA BUENA DA BUENOS FRUTOS... Hoy nos lo explica Jesús con esta parábola clara y transparente de la semilla que cae en diversos terrenos. La Palabra de Dios es siempre eficaz, ya nos decía el profeta Isaías en la primera lectura de este día. Pero el fruto depende no sólo de su eficacia, sino también de nosotros. La semilla buena necesita también buena tierra, para dar frutos...

A veces la Palabra de Dios cae en nosotros como semillas que quedan en el borde del camino. No penetra, se queda en la superficie. Eso nos sucede cuando la Palabra de Dios nos entra por un oído y se nos va por el otro,y siguiendo de largo como el agua cuando cae sobre una piedra caliente del desierto, se evapora sin mojarla. Por eso nos viene bien a todos, desde el Papa hasta el último bautizado, volver a recibir, a escuchar y a leer una y otra vez la misma Palabra de Dios, con la que Él nos habla siempre, porque aunque nos parezca que ya la hemos escuchado, quizás en una nueva oportunidad podamos cambiar la actitud del corazón, y recibir de esa manera algo que esa Palabra de Dios tiene para darnos, y todavía no hemos recibido...

DesiertoOtras veces cae en nosotros como en terreno pedregoso, que no es profundo, y no puede echar raíces, porque se queda sólo en la superficie. Basta un poco de sol o de viento para que la planta recién nacida se marchite. Eso es lo que sucede en el desierto, donde las pocas plantas que hay parecen estar casi sin vida ¡Cuántas veces la Palabra de Dios nos emociona, mueve nuestros sentimientos, nos da una alegría inmediata, pero se queda en la superficie, enseguida olvidamos lo que nos decía. Juan Pablo II en su segundo viaje a la Argentina en su Discurso a los empresarios en el Luna Park les decía palabras muy incisivas sobre su responsabilidad en la construcción del bien común y en la justicia, y cuando los empresarios comenzaron a interrumpirlo con intensos aplausos se salió de su discurso escrito e improvisó agradeciéndoles y preguntándoles si se deban cuenta del compromiso que esas palabras implicaban...

Planta que creceOtras veces la Palabra de Dios se encuentra en nosotros como entre espinas que la ahogan y la hacen sucumbir. Esas espinas son las preocupaciones del mundo y las cosas de todos los días, en las que la Palabra de Dios debería servirnos para orientarnos, pero nos absorben de tal manera que no nos dejan "espacio vital" para dejarnos iluminar por las Palabras de Vida que salen de la boca de Dios. De todos modos, también es posible que tengamos el ánimo y la decisión suficiente para no dejar pasar sin más tanto don y tanto regalo, como es esta Palabra con la que Dios nos habla sin cesar. Simplemente, se trata de disponernos de manera adecuada para que la Palabra de Dios pueda dar frutos en nosotros. confiados en su eficacia, sabemos que los frutos que pueda dar en nosotros la Palabra de Dios dependerá del modo que preparemos el terreno de nuestro corazón, en el que esta Palabra es sembrada como semilla eficaz...

Arar3. HAY QUE TRABAJAR LA TIERRA, PARA QUE LA BUENA SEMILLA DÉ FRUTOS... A veces será mucho el trabajo que habrá que hacer para que nuestro corazón se convierta en un terreno fértil, en el que la Palabra de Dios pueda desplegar su eficacia. Otras veces, con la pala y el arado, habrá  que dar vuelta la tierra, roturarla, moverla, trabajarla, alimentarla y regarla...

AradoCon los bueyes o con maquinarias más sofisticadas, a nosotros nos tocará trabajar la tierra personal, la de nuestra propia familia y también la de los otros ambientes y lugares donde nos movemos, incluida la casa de todos, que es nuestra patria, para que allí donde sea que estemos recibamos con un corazón bien dispuesto esta semilla buena que es la Palabra de Dios, que quiere y puede dar en nosotros cada vez más mejores frutos. En este tiempo en el que, mientras el alza de los precios de los alimentos se ha convertido en un problema de la coyuntura internacional y entre nosotros el problema del campo en un desencuentro incomprensible, será bueno que tomemos ejemplo de la Palabra de Dios y asumamos la urgencia de "trabajar la tierra" para que dé frutos, ya que se trata no sólo de una oportunidad sino también de una responsabilidad de la que se nos pedirá cuenta. Pero además, nos puede servir la ocasión para comprender también la urgencia de trabajar cada uno de nosotros nuestros corazones, para que en nosotros dé fruto la Palabra de Dios, siempre eficaz como nos dice Isaías, y que sin embargo requiere ese terreno trabajado para dar sus buenos frutos...


Lecturas bíblicas del Domingo XV del Tiempo Ordinario del Ciclo "A":

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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