Cuando llegan las tormentas...
1. A
VECES LAS
COSAS
DESAPARECEN, JUSTO CUANDO MÁS LAS NECESITAMOS... Y las cosas que
desaparecen en los momentos cruciales son siempre las mismas, en primer
lugar los anteojos. Siempre sabemos
dónde
están, menos cuando los necesitamos. Incluso a
veces, después de buscarlos un rato largo, nos damos cuenta
que los
teníamos puestos o los llevábamos en la mano...
Lo mismo
sucede
con
las llaves de la casa. Basta que tengamos que salir un poco apurados
para que se haga imposible encontrarlas. Y lo mismo nos pasa con una
cantidad de cosas. Los
documentos, siempre bien guardados en un lugar determinado, basta que
los necesitemos y estemos apurados para
que no podamos
encontrarlos. Quizás les pasa de manera especial a las señoras con las
carteras, aunque ahora tienen un buscador infalible: el celular. Más
que un teléfono, un invento hecho para que las señoras puedan encontrar
sus carteras (suena un celular, cada uno con su tono personalizado, y
permite a quien lo dejó en su cartera encontrarla enseguida sin
dificultad)......
También
a Dios a veces lo buscamos a Dios desesperadamente, cuando la vida se
nos ha convertido en un
inmenso lío, y justamente en ese momento nos parece que se
esconde,
porque no lo encontramos. Así pasa con especial frecuencia en los
tiempos que estamos viviendo, todo el mundo parece envuelto en un
inmenso lío. Es inevitable que tiempos así la Iglesia sufra
persecución, ya que responde con valores inmutables y permanentes en
una época donde parece que todo cambia. A esta
Iglesia
que "molesta" recordando el bien y la verdad se la tratará
de callar...
2. CUANDO LLEGAN LAS
TORMENTAS, JESÚS CALMA LAS AGUAS Y QUITA LOS
MIEDOS... Como a los
Apóstoles, también a nosotros nos sucede que a
veces nos encontramos
con tormentas que nos asustan. En el trabajo, en la salud, en nuestra
vida personal y afectiva, en nuestra vida familiar y en nuestra vida
social, incluso en nuestra vida de fe, así como en la vida
de la
Iglesia, no sólo hay nubarrones que dejan por momentos todo
oscuro,
sino que también hay verdaderas tormentas, en las que no
para de caer
agua o piedra, y en las que hasta deja de verse el horizonte...
Lo que
primeramente importa en
los tiempos de tormentas es que nos demos cuenta que cuando éstas
llegan, Jesús
siempre está presente. No hace falta responder con la audacia
y el atropello de Pedro, que se lanza al agua para caminar hacia
Jesús,
quizás tan confiado en sus propias fuerzas, que no tarda en
volver al
miedo y empezar a hundirse. La presencia de Jesús a veces es
silenciosa, pero siempre está, haciendo lo que hace falta.
Jesús está
marcando el rumbo, está sosteniendo la marcha,
está recordando la meta
y empujando hacia ella. Basta levantar la mirada para darse cuenta
que viene a nuestro encuentro en cada encrucijada. Basta lanzar hacia
Él nuestro grito y poner en Él toda nuestra
confianza para encontrar
que siempre trae calma a nuestra barca, si lo recibimos con fe...
3. HAY
QUE IR CON JESÚS EN LA
BARCA, PARA SUPERAR LAS TORMENTAS... Jesús no
sólo viene a
nosotros caminando sobre las aguas. En realidad, nuestra Barca es la
suya, es la Iglesia, y en ella nos ha invitado a navegar junto
con Él.
Nos acompaña en toda la marcha, porque nos quiere para
siempre junto a
Él...
Podrán seguir viniendo
muchas tormentas en todos
los ámbitos de
nuestra vida, personal y social. Podrán llegar tormentas en
nuestra
salud, en nuestra vida personal y afectiva, en nuestra vida familiar y
en
nuestra vida social, y para la Iglesia entera. Podrán
multiplicarse los
tiempos y los intentos de persecución, como ya los ha vivido
muchas
veces la Iglesia a lo largo de sus dos milenios (el tercero no tiene
por qué ser distinto). Podrán
llegar
tormentas incluso que hagan temblar nuestra fe, pero con
Jesús en la
Barca,
también llegará la calma. Salimos de una orilla,
en la que comenzó
nuestra vida, y vamos hacia la otra, en la que podremos alcanzar la
meta de nuestra vida. Jesús nos ha hecho para el Cielo, y
él mismo
calma todas las
tormentas que pueden presentarse durante la marcha, para que,
mientras vamos de camino, nada ni nadie puedan
nunca separarnos de Él...Volver al inicio de la predicación...
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