1. NO TODOS LOS
MOMENTOS DE LA VIDA SE VIVEN
CON LA MISMA INTENSIDAD... Por ejemplo hoy, que hemos subido al filo
del Cerro Catedral, hemos conocido algunos momentos especialmente
intensos. Por un lado, el comienzo,
cuando nos dispusimos a enfrentar el desafío,
teníamos toda la carga de
ansiedad y expectativas que hacen falta para emprender una aventura,
sobretodo ustedes que pasarán unos cuantos días
de refugio en refugio
(yo, con un ritmo más apropiado a mi edad, bajaré
hoy mismo, Dios
mediante). Por otro
lado estará el final, cuando después de todo el
recorrido, se llegue a
la meta, ustedes después de unos días que
serán muy intensos, yo dentro
de un rato, después de emprender el descenso por el mismo
camino que
nos trajo hasta aquí. Junto con todo el cansancio acumulado,
en
diversas medidas, viviremos el gozo de la meta alcanzada, con toda la
perspectiva que nos dará el
camino recorrido...
En el
medio, entre uno de estos momentos y el otro, es muy posible que
nos surja más de una vez una pregunta que puede volverse
insidiosa, y
que aparece sin falta cada vez que emprendemos algo que vale la pena,
pero requiere un esfuerzo: "¿y quién me
mandó a mí a
meterme en este camino, que parece no terminarse nunca, y que va
acabando con todas mis fuerzas?". Así, caminar por la
montaña se hace
una vez más una escuela de la vida, en la que en unas pocas
horas se
condensa una experiencia similar a la de todo el camino de la vida...
2. LA VIDA ES UNA
VOCACIÓN, ES
DECIR, UN LLAMADO QUE NOS HACE DIOS... Por esta razón, de
nuestra parte
entonces la
vida es siempre una respuesta a Dios, que nos ha llamado. Él
es quien
nos llama a la vida, y con el Bautismo hace de nuestra vida un llamado
a la santidad y a la eternidad, tal como lo reconoce San Pablo para su
propia vida, en el comienzo de la primera carta a los Corintios, que
fue nuestra segunda lectura de hoy...
La
vocación, el llamado de Dios, tiene
algunos signos externos, no siempre fáciles de interpretar,
pero que
todos de algún modo pueden ver. Juan el Bautista descubre en
Jesús los
signos que lo muestran como el Hijo de Dios, el Cordero de Dios, que es
capaz de vencer el pecado del mundo, y da testimonio de ello con
valentía. Pero la vocación, el llamado de Dios,
también tiene sus
huellas en el interior de cada uno de nosotros. Y por eso cada uno de
nosotros tiene que hacer el trabajo de reconocerlas, para poder
responder con fidelidad a Dios. El mismo Jesús hubo de
reconocer los
signos con los que su Padre le señaló el camino,
desde el Pesebre hasta
la Cruz, por el que hubo de realizar nuestra salvación, a
través de la
Resurrección...
3. TODA
LA VIDA ES EL ESPACIO
DE NUESTRA RESPUESTA A DIOS... El nos ha llamado. Haber nacido, haber
sido bautizados y haber caminado hasta hoy en el camino de la vida nos
ha servido para ir descubriendo el camino por el que nos sigue llamando
Dios...Volver al inicio de la predicación...
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