1. A
TODOS NOS GUSTAN LAS
FIESTAS, PERO NO SIEMPRE TENEMOS APURO EN LLEGAR... Es normal que a
todos nos gusten las fiestas, ya que la fiesta es parte de la vida, y
la vida misma es un llamado a la fiesta. De todos modos, no todas las
fiestas son iguales. Hay algunas para las que, si hace falta, vamos con
toda tranquilidad un rato antes, para poder encontrar un buen lugar que
nos permita participar sin perdernos nada. Así hacemos, por ejemplo, si
se trata de un concierto, o cine o de un espectáculo deportivo o
teatral, vamos un rato antes, aunque haya que esperar. En realidad,
cuando nos
interesa mucho la fiesta, la misma espera se convierte en una parte de
preparación y la vivimos con alegría...
Hay otras
fiestas, en cambio,
para las que no tenemos ningún apuro en llegar. Pasa así, por ejemplo,
cuando al primero que llega le tocará un mayor trabajo, quizás incluso
hasta haciéndose cargo de la parrilla. También sucede así, a veces, si
se trata de un casamiento al que nos han invitado por compromiso,
sobretodo si se realiza con Misa. En ese caso tratamos de llegar sin
agitarnos demasiado, sin mayor apuro. Sabemos que no empieza a horario,
y si lo único que nos interesa es cumplir y saludar a los novios (y a
lo sumo, ver a la novia cuando sale), no hay nada que nos motive para
llegar antes...
También
el Cielo es una fiesta a la que Dios
nos invita, como nos lo dice hoy Jesús hoy con la parábola que
proclamamos en la Misa. Es la fiesta de las bodas del Hijo de Dios,
Jesús, que se une para siempre con la humanidad redimida. Todos
queremos participar de esta fiesta, nadie quiere perdérsela. De todos
modos, según parece,
casi nadie tiene apuro por llegar, da la impresión que todos prefieren
que lleguen primero los demás, incluso hay quien es capaz de rezar para
que lleguen primero y sin demora sus peores enemigos: es que hay que
tener en
cuenta que sólo es posible llegar al Cielo después de la muerte...
2. LA
FIESTA DEL CIELO NO SE IMPROVISA, SE PREPARA DURANTE TODA LA
VIDA... Muchas veces nos encontramos en la Escritura con la descripción
del Cielo con la imagen de una gran Fiesta de Bodas, en la que se sirve
un gran Banquete. A la luz de todas esas descripciones, resulta muy
luminoso entender nuestra vida como un llamado que Dios nos hace para
participar en esa fiesta. De esa manera, resulta evidente que el
llamado de Dios se dirige a todos los que hemos recibido de Él el don
de la vida.
Según la
parábola que hoy hemos proclamado
algunos se excusaron para no ir a la fiesta a la que fueron invitados,
porque tenían que ocuparse del campo, o de los negocios, o simplemente
se negaron a ir. Algunos incluso trataron mal a los que traían la
invitación. Es curioso porque, si la parábola nos habla del Cielo y de
la preparación para participar en él, hay que decir que las diversas
cosas que los ocupaban en la vida, eran las que, en realidad, les
debían servir como preparación para participar en la fiesta, en vez de
alejarlos de ella...
3. LA
MISA ES UNA FIESTA QUE
ANTICIPA LA DEL CIELO, Y A LA QUE DIOS NOS INVITA... La Misa es
verdaderamente un Banquete, donde Jesús se une a los que aceptan su
invitación, y se entrega todo entero...
Por eso
en la Misa alabamos a Dios con
aclamaciones y cantos, y expresamos con muchos signos todo lo que
estamos celebrando. Si en la predicación de la Misa usamos
presentaciones Power Point con tres frases que resumen su contenido y
diversas imágenes que ayudan a expresarla (que después se vuelcan en
esta versión escrita que se envía por correo electrónico a quienes la
han solicitado), no lo hacemos sólo para que la Misa no sea tan
aburrida, sino porque estamos de fiesta, recibiendo a Jesús, que es
quien nos ha invitado. Para vivir esta fiesta, y sacarle el mayor fruto
posible, sirve ayudarse de todo lo que nos pueda facilitar vivir la
Misa verdaderamente como una fiesta. Con la Misa debería suceder lo
mismo que sucede con otras fiestas de mucho menor importancia en las
que habitualmente participamos. Cuando están bien preparadas y
participamos en ellas con entusiasmo, las fiestas se prolongan más allá
de su tiempo real, y las revivimos en el corazón por largo tiempo. Así
también la Misa dominical tiene que encender en nuestros corazones un
fuego tal que nos permita seguir alimentándonos de él durante el resto
de la semana, para ayudarnos a vivir todos los días intensa y
comprometidamente la fe, preparándonos para el Cielo con decisión y
alegría...
Cada uno de nosotros
podríamos
preguntarnos cómo será nuestro Cielo. Cada uno podrá encontrar su
respuesta. Pero me parece que, si la Misa, por la presencia de Jesús
que se nos brinda como alimento, es un anticipo del Cielo, salvando
todas las distancias que haya que salvar, podríamos imaginarnos que
para cada uno de nosotros el Cielo será tal como sean nuestras Misas:Volver al inicio de la predicación...
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