Pan para ser partido y compartido...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 2 de junio de 2002, Solemnidad de Corpus Christi. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:
  1. Acuérdate... no olvides al Señor tu Dios, que te hizo salir de Egipto, de un lugar de esclavitud, y te condujo por ese inmenso y temible desierto, entre serpientes abrasadoras y escorpiones. No olvides al Señor, tu Dios, que en esa tierra sedienta y sin agua, hizo brotar para ti agua de la roca, y en el desierto te alimentó con el maná, un alimento que no conocieron tus padres. Así te afligió y te puso a prueba, para que tú vieras un futuro (Deuteronomio 8, 2 y 14-16).
  2. Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan (1 Corintios 10, 17).
  3. Jesús dijo a los judíos: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?". Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida" (Juan 6, 51-55).

 
1. ES NORMAL QUE SIEMPRE QUERAMOS VIVIR UN POCO MÁS... Cuando llegamos a los setenta, empezamos a pensar que quizás podemos llegar a los 80. Si llegamos a los 80, nos parece que no están lejos los 90. Si llegamos a los 90, ya nos parece que podemos llegar a los 95, y una vez en los 95, ya parece que no están lejos los 100 (en el Hogar de Ancianos donde predico hay una señora que en febrero festejó los 100 años...). A partir de allí, las cuentas son más prudentes, pero pensamos que quizás podemos llegar a los 101, y después a los 102, y así, siempre nos animamos a pensar en un "poquito" más...
 
De todos modos, aunque estemos muy sanos, nos alimentemos muy bien, y nos cuidemos en todo, no es posible que esta vida en la que estamos dure para siempre. ¿Cómo entender, entonces, ese deseo, que surge de lo más profundo del corazón, de una vida plena, sin achaques, sin limitaciones, sin el límite que nos impone la muerte?
 
Dios nos ha hecho para la vida, y siembra en nostros semillas de eternidad. Por eso nos surge desde adentro, porque Dios lo ha sembrado en nosotros, el deseo de una vida plena, el deseo de eternidad. Jesús nos llama ala Vida eterna en el Bautismo, pero además,
 
2. JESÚS ES EL ALIMENTO QUE HACE CRECER EN NOSOTROS LA VIDA ETERNA... Es alimento su Carne, y es bebida su Sangre. Pero no olvidemos que es carne entregada y sangre derramada en la Cruz. Jesús ha probado en su cuerpo y en su sangre la muerte, para resucitar. Por eso es un alimento que nos prepara para probar la muerte y no quedar enredados en ella, sino resucitar, con Él y como Él.
 
Jesús es un alimento curioso, que funciona de una manera distinta a todos los demás. Mientras que todo lo que comemos habitualmente es nuestra fuente de energía, y lo vamos asimilando en la medida en que sirve, de modo que nuestras células hoy son material y energéticamente lo que hemos ido asimilando desde que nos alimentamos, con Jesús pasa al revés.
 
Cuando nos alimentamos de Jesús, en vez de asimilarlo a nosotros, nosotros nos vamos asimilando a Él. Por eso, nos vamos transformando a su medida, y vamos siendo como Él. Alimentados de Jesús, participamos de su Amor, y podemos y debemos amar como Él. Pero además, Jesús es uno solo, y es alimento para todos, por eso, en Jesús nos vamos uniendo todos, en la medida que nos asimilamos a Él.
 
3. Unidos en Jesús, SOMOS UN SOLO CUERPO, COMO LOS GRANOS DE TRIGO QUE SE UNEN EN UN MISMO PAN... Somos muchos, pero participamos de un único Pan, y formamos un único Pan.
 
Es un gesto muy significativo del amor y de la solidaridad partir el pan en una mesa, para que todos los que están en ella reciban energía de la misma fuente... Quizás por eso Jesús eligió este signo sacramental para quedarse entre nosotros, o, tal vez, justamente porque lo hizo, porque partió el Pan, que ya no era tal sino su Cuerpo, para darlo a los apóstoles, todo pan partido y compartido es símbolo inequívoco de amor y solidaridad.
 
Ahora, no podemos quedarnos en los signos cuando está presente la realidad que representan. En la Misa, no tenemos sólo un signo del amor con el que Jesús se dio a todos como alimento, sino que tenemos a Jesús dándose hoy como ayer, para ser comido y compartido, hoy como ayer y mañana. De la misma manera, si San Pablo nos dice que alimentándonos de un mismo Pan somos un solo cuerpo, no nos habla sólo de un signo sino de una realidad. Somos el Cuerpo de Cristo, porque nos hemos unido a él.
 
NOSOTROS SOMOS PAN PARA SER PARTIDO Y COMPARTIDO... Y nuestra decisión de hacer como Jesús, que entregó su cuerpo y derramó su sangre en la Cruz para alimentarnos, puede concretarse cada vez que hacemos de nuestra vida un don, un regalo, un servicio que hace bien a los demás. Entonces sí, podremos decir que viviremos para siempre, porque vivimos la Vida de Jesús...

Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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