No hay tormenta que pueda aislarnos...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación del 5 de mayo de 2002, Sexto Domingo de Pascua. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:
  1. Cuando los Apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que los samaritanos habían recibido la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos, al llegar, oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo (Hechos 8, 14-15).
  2. Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen. Pero háganlo con suavidad y respeto, y con tranquilidad de conciencia... Es preferible sufrir haciendo el bien, si esta es la voluntad de Dios, que haciendo el mal (1 Pedro 3, 15-16. 17).
  3. Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos... No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes... Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes. El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él (Juan 14, 15. 18. 20-21).

 
1. EN TIEMPOS DE TORMENTA, TODO ES MÁS GRAVE SI NOS AISLAMOS... La tormenta puede ser una enfermedad, a veces nos aislamos cuando nos enfermamos, y no queremos ver a nadie, y la soledad encierra... La tormenta puede ser también la tristeza, y no queremos vernos con nadie, y no abrimos las ventanas de la casa, y nos cubre la oscuridad... La tormenta puede ser también el corralito, y una respuesta de quien se aísla puede consistir en pensar. "yo tengo mis derechos, los bancos que se arreglen, yo lucho por lo mío, que cada uno se arregle..."... La tormenta puede ser el peligro de la escacez de alimentos, y quien se aísla sale corriendo al supermercado, para llenar su despensa, sin pensar en nada más. Quizás esto tenga que ver con un vicio, que no es seguramente exclusivo de nuestra tierra, pero que en nosotros me parece que abunda, que consiste en ocuparnos más en reclamar lo que nos toca recibir, que en poner lo que nos toca dar, "en justa correspondencia", diría un cantautor catalán...
 
Si miramos este problema a la luz de nuestra fe, enseguida nos daremos cuenta que el amor comunica, y la falta de amor aísla...
 
2. Jesús resucitado nos muestra cómo es Dios. Dios es Amor, es familia, y vive en plena y eterna comunión. Y Dios nos invita a entrar en su Amor y en su comunión. Jesús no nos nos ha dejado huérfanos. Se ha ido al Cielo, porque es su lugar, y quiere que sea el nuestro. Pero Él está en el Padre, y nosotros estamos en él, y nos envía el Espíritu Santo, que llama "Paráclito", es decir, abogado, defensor, como Él mismo lo es para nosotros (por eso dice "otro" Paráclito...).
 
DIOS, QUE ES AMOR, NOS UNE EN COMUNIÓN CON ÉL Y ENTRE NOSOTROS... Esto celebramos y hacemos especialmente cuando celebramos la Misa. Si lo amamos, nos dice Jesús, cumpliremos sus mandamientos. Y su mandamiento principal consiste, precisamente, en el amor, en la comunión. Por eso San Pedro nos exhorta a dar razón de nuestra esperanza: el mundo de su tiempo, como nuestro mundo de hoy, tiene necesidad del testimonio creíble de quienes hemos creído que el camino, y la meta, es el amor. Por eso también nos exhorta a perseverar en la decisión de hacer el bien, aunque nos toque sufrir. Y esta perseverancia en la decisión de hacer el bien es la verdadera caridad, que en nuestros tiempos reclama la decisión de unirse sólidamente a los que están más en peligro de "naufragar" en la exclusión y la marginación (en esto consiste la solidaridad).
 
3. CON JESÚS, DISPUESTOS A HACER EL BIEN, YA NO HAY TORMENTA QUE PUEDA AISLARNOS... Los dramas de los demás son también nuestros dramas, los problemas de los demás son también nuestros problemas. El hambre de los demás es también nuestro. Nuestros amigos, nuestros vecinos, nuestra comunidad, nuestra patria, necesita el testimonio de los que hemos creído en el amor, y sabemos que las tormentas no tienen que aislarnos. Nuestra patria necesita que mostremos, con nuestro testimonio, que con espíritu de familia, se construye, se reconstruye y se da vida a la patria, que es, mientras vamos de camino al Cielo, nuestro Hogar...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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