Hay que estar siempre dispuestos...

Queridos amigos:
 
Esta es mi predicación del 22 de septiembre de 2002, Domingo XXV del Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín y en la Parroquia Santo Domingo de Guzmán. Me basé en estas frases de la Escritura:

 
1. UNOS TRABAJAN SIEMPRE, OTROS SÓLO A ÚLTIMO MOMENTO... Pasa en las mejores familias. Cuando llega la hora del trabajo (cocinar, poner la mesa, limpiar los platos, cortar el pasto), hay algunos que siempre están preparados, "con las manos en la carretilla", bien dispuestos. Otros en cambio, esperan la última llamada, porque están ocupados en otras cosas, o están siempre de fiesta, o simplemente porque están más concentrados en el descanso que en el trabajo.
 
Lo mismo que pasa en las familias sucede en el país, y en la Iglesia... Algunos están siempre dispuestos a hacer lo que hace falta, poniendo el hombro apenas se hace necesario. Y otros escapan todo lo que pueden, hasta el último momento, suponiendo que son los demás los que hagan el esfuerzo.
 
Sin embargo, hay cosas que no se pueden postergar, porque es lo mismo que dejarlas de lado para siempre. Las oportunidades tienen su tiempo, y se las aprovecha cuando pasan, o se las deja pasar, y ya no vuelven. Así pasa con el llamado de Dios...
 
2. DIOS LLAMA EN CUALQUIER MOMENTO, HAY QUE ESTAR SIEMPRE DISPUESTOS... Todo el tiempo resuena para cada uno de nosotros un llamado de Dios, al que respondemos o dejamos pasar en silencio. Jesús, Dios hecho hombre por amor, para salvarnos con la fuerza de su amor, está siempre esperando una respuesta de amor a su llamado. Quienes nos rodean son la caja de resonancia desde la que nos llega su eco. Cada vez que alguien no reclama y tiene derecho a esperar algo de nosotros, estamos ante un llamado de Jesús, que espera una respuesta de amor. Y esa respuesta no puede postergarse, porque es lo mismo que negarla. Dios habitualmente no manda telegramas, pero su voz es inconfundible.
 
Para todos resuena una llamada de Dios, a toda hora, desde la madrugada hasta la caída del sol. Hoy especialmente nadie puede hacerse el distraído, pensando que el llamado es para otros. En la familia, por supuesto, y en la Iglesia, donde todos estamos llamados a ocupar activamente nuestro puesto. Pero también en esa familia grande, la casa de todos, la tierra de nuestros padres, la patria, nos reclama, y nadie puede pensar que el que tiene que responder es el otro.
 
Es posible que, si siempre hemos puesto el hombro, en algún momento podamos sentir cansancio, y tengamos la tentación de pensar que es injusto que, como nos dice Jesús, todos tendrán la misma paga. ¿Para qué esforzarnos, entonces, todo el día, y soportar el peso de hacer el bien a lo largo de toda la vida, si basta una buena respuesta dada en el último momento? Nos ayuda a encontrar la respuesta darnos cuenta que no Dios no tiene que estar pagándonos un servicio, como si fuéramos jornaleros...
 
3. DIOS NOS LLAMA PORQUE ÉL ES BUENO, Y SU LLAMADA YA ES UN PREMIO... Dios no nos llama por nuestros méritos, ni nos paga por nuestros servicios. Nos llama porque Él es bueno. Simplemente haber sido llamados y estar en esta barca, en la que vamos desde el punto de partida (el bautismo) hasta la meta, es ya un gran premio.
 
¿Cómo estar seguros de que vamos a responder bien en el momento preciso, sino lo hacemos en todo momento? Demos gracias a Dios, y respondamos todo el tiempo, porque nos ha llamado al Cielo y sigue llamándonos todo el tiempo...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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