Una pregunta muy antigua...

Queridos amigos:
 
Esta es mi predicación del 20 de octubre de 2002, Domingo XXIX del Tiempo Ordinario, Día de la Madre, en el Hogar Marín y en la Parroquia Santo Domingo de Guzmán. Me basé en estas frases de la Escritura:

 
1. HAY UNA PREGUNTA QUE ES MUY ANTIGUA: ¿HAY QUE PAGAR LOS IMPUESTOS, O NO? Tan antigua es, que ya se la hacían a Jesús, aunque con mala intención, ya que querían tenderle una trampa: si contestaba que sí, lo acusarían de entregador (el impuesto era para el imperio invasor, los romanos), y si respondía que no lo acusarían de rebelión...
 
También hoy surge todo el tiempo esta pregunta, porque en realidad, aunque hoy es muy fácil pagar los impuestos, hasta se puede hacer sin salir de casa, desde la computadora, cuando uno se decide a pagar tiene la sensación de que lo están asaltando...
 
Uno puede preguntarse, al momento de pagar los impuestos, dónde va a ir a parar todo ese dinero, ya que, entre los "vueltos" que se caen por un lugar o por otro, es poco lo que se traduce en servicios a la comunidad. Por otra parte, la situación no es tan distinta al tiempo de Jesús. Es posible que buena parte de lo recaudado por los impuestos vaya a parar a manos del "imperio", devolviendo que se pidieron para servicios a la comunidad que poco o nada se hicieron, quizás también a causa de tantos "vueltos" que se quedaron en los bolsillos equivocados...
 
Por eso, una y otra vez, necesitamos volver sobre la pregunta, más o menos como se la hicieron  a Jesús. ¿Hay que pagar los impuestos, o no? La respuesta de Jesús es clara y contundente, aunque a veces se la ha entendido mal...
 
2. NADA QUEDA FUERA DE NUESTRA RELACIÓN CON DIOS... Tampoco el pago de los impuestos. No es posible mirar para el costado, asumiendo que en nuestro tiempo no se puede sobrevivir de otro modo, y hacer como si las cosas del mundo hubiera que manejarlas con los criterios del mundo, y sólo las cosas de Dios con los criterios de Dios...
 
En realidad, los criterios de Dios son también para las cosas del mundo. Los impuestos no son más que un acuerdo tácito, por el que nos hacemos cargo entre todos de lo que es común a todos, como sucede en cualquier familia bien constituida. De allí que sea una cuestión de justicia, que es el primer modo de la caridad, hacernos cargo de la parte que nos toca.
 
Por supuesto, hay derecho a quejarse si se los que ejercen la autoridad usan mal del fruto de los impuestos. Es más, tenemos que ser exigentes vigilando para que no se dé ninguna malversación. Pero no podemos escondernos detrás de lo que otros hacen mal, para excusarnos de lo que a nosotros nos toca hacer. Hay que pagar "religiosamente", como Dios manda, es decir, lo que corresponde, siempre y en todos los casos, como una cuestión de honor, porque es el único modo de darle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios...
 
En realidad, lo que nos dice Jesús sirve para todos los ámbitos de nuestra vida. No hay nada que podamos sustraer de la mirada de Dios. Y eso vale para nosotros, como para todos los demás:
 
3. A DIOS, TODOS TODO, TAMBIÉN LA OBEDIENCIA DE LOS QUE EJERCEN LA AUTORIDAD... En nuestra convivencia cotidiana, cuando descansamos, cuando estamos trabajando, o cuando estudiamos, es necesario darle a cada uno lo suyo, y eso significa que hay que darle todo a Dios, que es uno solo, y no hay otro... Esto, como decía, vale para todos, y también los que ejercen la autoridad. Pero no sirve quedarse sólo preocupados de tomarles examen a los demás, por lo que en este rubro hacen mal.
 
No nos preocupe si a veces nos parece que algunos nos sacan ventaja, porque se sienten libres de hacerse responsables de los impuestos. No estamos en una carrera donde gana el que se aprovecha más, jugando con las moratorias y otras artimañas. Nosotros vamos camino al Cielo, y es ante Dios que nos ocupamos de estar al día...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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