¿Qué podemos hacer...?

Queridos amigos:
 
Aquí va mi predicación del 10 de febrero de 2002, Domingo V del Tiempo Ordinario. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
1. SON TIEMPOS DE TORMENTA, DESCONCIERTO Y PERPLEJIDAD. ¿QUÉ PODEMOS HACER NOSOTROS? Las cosas pasan a una velocidad enorme, las condiciones cambian cada día, parece que muchos mueven sus fichas pensando sólo en cómo hacer para no quedar mal parados. Lo que está sucediendo todavía no es, pero se acerca mucho a una estampida...
 
Nosotros, ¿qué podemos o qué tenemos que hacer? ¿Vamos a correr a cambiar todos nuestros pesos en dólares? ¿Vamos a salir, con cacerolas o palos en mano a protestar o golpear en cada esquina, donde haya un político? Son tentaciones fuertes, pero en tiempo como los de hoy es necesario responder con coherencia partiendo de nuestra fe...
 
2. JESÚS ES LA FUENTE DE NUESTRA SABIDURÍA Y NUESTRA LUZ. Jesús, nacido en Belén, en los confines del imperio de ese momento, en el borde, casi afuera del imperio; en un país empobrecido, lleno de peleas domésticas entre los políticos y poderosos de ese tiempo, que colmaban la paciencia de los emperadores: ¡Qué parecido a nuestra Argentina de hoy!
 
Nuestra fuente de luz y sabiduría es Jesús, que no se llena la boca de palabras vanas, que no tiene discursos grandilocuentes, que no se maneja con la sabiduría de los hombres ni intenta fundar una nueva república. Jesús, que va a los hechos y, fiel a Dios Padre, va la Cruz por amor y con amor, y allí nos gana la Vida. La Cruz es la sabiduría de Dios, y el amor es la luz con la que nos ilumina.
 
3. Jesús nos dice que nosotros somos la sal y la luz del mundo. Nuestra misión, entonces, es dar sabor e iluminar. Sabor suena cercano a la Sabiduría, que es el gusto por las cosas de Dios. Se trata de dar sabor, entonces, con la sabiduría de Dios, que brota de la Cruz: una entrega fiel y perseverante, trabajando para hacer lo que resulta bueno para los otros, es decir, siendo solidarios. Se trata de iluminar con la luz que viene de Dios: compartir el pan con el hambriento, albergar a los pobres sin techo, cubrir al que vemos desnudo, saciar al que vive en la penuria, eliminar los gestos amenazadores y las palabras malignas, en fin, hacer todo aquello que nos sugiere un amor perseverante. Y por supuesto, en tiempos urgentes como los de hoy, unirse más que nunca con todos los que quieren construir, hacer en favor de los otros, movidos por el amor, que cuanto más desinteresado, es más legítimo y creíble.
 
SOMOS SAL Y LUZ, PARA DAR SABOR E ILUMINAR CON LA SABIDURÍA Y EL AMOR DE DIOS. Es posible. Calcuta es una ciudad más pobre que la más pobre de las nuestras, y desde allí nos llegó una luz, brillando en las tinieblas, que nos impulsa y anima a hacerlo también hoy, ya, ahora, nosotros, en nuestra querida Argentina...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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