1. CUANDO EL CAMINO SE HACE DIFÍCIL, A VECES
NOS QUEDAMOS MIRANDO EL PISO... Si hay piedras en el camino, o éste se
encuentra resbaloso porque hay barro o está enjabonado porque lo están
limpiando, casi instintivamente clavamos la mirada en el piso y
caminamos temerosos, para no correr el riesgo de terminar de panza en
el suelo o patas para arriba...
Está bien, son precauciones que no están de
más. Pero eso que nos sucede con los pies, también nos puede suceder en
otros ámbitos del el camino de la vida, y en estos casos no alcanza con
quedarse mirando el piso, sino que habrá que levantar la mirada hacia
la meta que buscamos. Si, por ejemplo, nos sube la presión, el médico
seguramente querrá que
comamos sin sal (si nos suben los kilos, que comamos sin grasas, y si
nos sube la glucemia, que comamos sin azúcares y con pocos hidratos de
carbono). ¿De dónde sacaremos fuerza para hacerle caso, si no nos
convencemos de las ventajas que tendremos, al precio del esfuerzo
emprendido, al alcanzar la meta de una
mejor salud? Lo mismo pasa con
cualquier tratamiento médico. Para dejar de fumar (es decir, de quemar
la plata y llenar de alquitrán los pulmones con el cigarrillo), hay que
convencerse de las ventajas que tendremos al alcanzar, con los pulmones
más
limpios, la meta a la que nos lleva esa decisión...
En, fin, en medio de las dificultades que se
presentan en el camino de la vida, siempre nos puede invadir el
desaliento si no tenemos clara la meta y no fijamos nuestra mirada en
ella. Y hay tantas piedras en el camino con las que podemos tropezar,
que estaremos siempre en peligro si nos quedamos sólo mirando el piso.
De esa manera se hará lento, inseguro y amargo nuestro caminar...
2. CUANDO ESTÁ CERCA LA CRUZ, DIOS NOS HACE
LEVANTAR LA MIRADA Y ESCUCHAR A JESÚS... Eso hace Jesús con los
Apóstoles Pedro Santiago y Juan, inmediatamente después de haberles
anunciado que su camino pasaría por la Cruz. Ante su desaliento, y para
animarlos, aparece ante ellos transfigurado, con el rostro
resplandeciente como el sol y las vestiduras tan blancas como nadie
en el mundo podría blanquearlas, mostrándoles anticipadamente el final
que alcanzaría con la resurrección. Nosotros también estamos hechos
para la gloria y para la resurrección. A su lado, están Moisés y Elías,
que representan la Ley y los Profetas, es decir, toda la Palabra de
Dios. Dios Padre nos habla con claridad, y nos dice a todos, como a
estos Apóstoles en el Monte Tabor: «Este es mi Hijo muy querido,
escúchenlo»...
Puede
ser que nos preguntemos dónde habla hoy
Jesús, dónde es posible escucharlo. Y viene enseguida en nuestro
auxilio el P. Raniero Cantalamessa OFM, predicador del Papa, a resolver
todas nuestras dudas (en el Archivo
de Zenit,
en el 10 de marzo de 2006, en el Capítulo
Espiritualidad, se puede encontrar su comentario al Evangelio de hoy).
Nos dice primero que Jesús nos habla ante todo a través de nuestra
conciencia, que es una
especie de «repetidora», instalada dentro de nosotros, de la voz
misma
de Dios. Pero por sí sola ella no basta. Es fácil hacerle decir
lo que
nos gusta escuchar. Por ello necesita ser iluminada y sostenida por el
Evangelio y por la enseñanza de la Iglesia...
Nos dice después dónde no habla
Jesús. Él no habla ciertamente a través de magos, adivinos,
nigromantes, oradores de horóscopos o pretendidos mensajes
extraterrestres. Cuando Dios nos dijo de Jesús «¡Escúchenlo!», todo eso
se acabó, hay un solo mediador entre
Dios y los hombres; ya no tenemos que andar «a tientas», para
conocer la voluntad divina, en Cristo
tenemos toda respuesta. A pesar de esto, nos recuerda, estas cosas
vuelven a estar de moda. Miremos lo que sucede, por ejemplo, con el
horóscopo. No hay periódico o emisora de radio que no lo ofrezca
diariamente. Para las personas
maduras, con un mínimo de capacidad crítica o de ironía, no
es más que una inocua tomadura de pelo, una especie de juego
y de pasatiempo. Pero mientras tanto se va formando una mentalidad
según la cual el éxito en la vida no depende del
esfuerzo, de la aplicación en el estudio y la constancia en el trabajo,
sino
de factores externos, imponderables; como si en el bien y en el mal, la
responsabilidad no fuera nuestra,
sino de las «estrellas»...
3. PARA NO TROPEZAR EN EL
CAMINO, HAY QUE ALZAR LA MIRADA A LA META... El camino de la fe tiene
sus
piedras de
tropiezo. Ya vimos el Domingo pasado que aparecen bajo las formas de
las
tentaciones. No sirve, entonces, caminar con la mirada fija en el piso,
mirando sólo
las tentaciones, porque tarde o temprano caeríamos en ellas. Eso puede
servir para no llevarse por delante los escalones, y para no caerse en
los agujeros que a veces hay en las calles de nuestra ciudad terrena,
pero no
sirve para el camino de la vida, para el cual hace falta tener siempre
a la vista la meta. Nos lo muestra primeramente Jesús. El mismo tenía
cada día su momento para la oración, para el encuentro con su Padre, y
así lo enseña a los Apóstoles...
En este tiempo de Cuaresma será
especialmente importante poder encontrar el tiempo que necesitamos para
la oración. Este tiempo de Cuaresma lo dedicamos a la preparación de la
Pascua. Y para hacerlo necesitamos realizar con confianza una revisión
del camino de nuestra vida, para poder cambiar todo lo que haya que
cambiar, y enderezar así la marcha hacia la meta a la que Dios nos
llama a través de la conversión. Lo realizamos todos los años, porque
en el camino de la vida no funciona el "piloto automático", y es
imprescindible recuperar el rumbo cada vez que lo perdemos. Y para eso
resulta de gran ayuda volver a dirigir nuestra mirada hacia la meta. A
través de
momentos dedicados especialmente a la oración, podremos fijar con
firmeza nuestra mirada en el
Cielo, ya que allí está nuestra meta. Esto nos ayudará a recobrar el
entusiasmo
que necesitamos para cargar con alegría la Cruz de cada día, que
inevitablemente se presenta en nuestra marcha hacia el
Cielo, que es ciertamente nuestra meta...Volver al inicio de la predicación...