1. HAY MUCHAS COSAS QUE SON MUY BUENAS, PERO
QUE NO DURAN MUCHO... Tomemos por ejemplo el periódico. No resulta algo
especialmente bueno, pero de todos modos, el Domingo viene más grueso
que cualquier otro día, lleno de secciones especiales, artículos de
fondo y notas especiales. Por eso en ese día quizás nos disponemos con
un gusto especial para sacarle el jugo de la mejor manera posible. Sin
embargo, al término de un rato, no nos queda nada más que nos parezca
que valga la pena leer...
Lo mismo pasa con todos los
"bienes consumibles" que, conforme a su propia naturaleza, en un rato
se consumen y ya no están más. Los alimentos, especialmente cuando son
muy buenos, siempre nos parece que duran poco. Lo mismo que algunas
bebidas especiales. Las destapamos, las olfateamos con cara de
entendidos, las probamos, y apenas las empezamos a compartir con
algunos amigos, nos damos cuenta que se han acabado. También pasa con
los zapatos. Algunos nos resultan especialmente cómodos, y también nos
gustan de manera especial. Sin embargo, por más que queramos hacerlos
durar todo lo que se pueda, llega un momento en que ya no aguantan un
solo paso más, y tenemos que darlos por jubilados. Igual sucede con
alguna ropa a la que le tomamos especial cariño. Se nos pone vieja y
deshilachada antes que nos cansemos de ella, y tenemos que dejarla de
lado con pesar, porque no aguanta más uso...
Sin embargo, no son sólo estas cosas las que
duran poco. También las alegrías a veces se acaban enseguida. Ayer
tuvimos aquí en el Hogar Marín una emotiva celebración de los
cumpleaños del mes, con la donación de un rico asado que pudimos
compartir, y un grupo de músicos con cantante incluida, que nos
deleitaron con sus tangos. Hasta algunos de los ancianos, animados por
el entusiasmo de la fiesta, residentes tomaron el micrófono para cantar
o avanzaron sobre la improvisada pista para bailar como en sus épocas
mozas (aunque ahora con sus 90 años encima). Todo fue tan grato que las
agujas del reloj avanzaban a la carrera, y cuando quisimos acordarnos
ya había llegado el momento de terminar...
2. LA PAZ, LA ALEGRÍA Y LA VIDA QUE DA JESÚS
DURAN PARA SIEMPRE... Dios nos ha hecho para la paz y para la alegría
sin límites, y ha sembrado en nosotros una vocación de eternidad. Nos
ha llamado a vivir con Él en una eterna comunión, que dure para
siempre. Pero todo esto no es posible en las estrechas dimensiones de
esta vida. Por eso, para salvarnos, para llevarnos a la altura de la
vocación para la que nos ha hecho, Jesús asumió nuestra condición
humana, y la llevó con amor y paciencia inclaudicable a la Cruz, y
desde allí nos la devolvió transformada por la Resurrección. Por eso
volvemos en este Domingo de la Octava de Pascua a las huellas visibles
de la Resurrección de Jesús, la Tumba vacía y las apariciones de Jesús
a los Apóstoles, huellas humanas de un hecho que rompe los límites del
espacio y del tiempo para ponernos en contacto con la realidad
sobrenatural a la que Dios nos llama...
Jesús es para nosotros, y para todos los
hombres y mujeres de todos los tiempos, la fuente de una paz y de una
alegría que no se terminan. Y esto es posible porque la Vida del
resucitado es una Vida que vence al pecado y a la muerte, y es una Vida
eterna. Las primeras comunidades cristianas (leímos hoy en los Hechos
de los Apóstoles) compartían sus bienes con mucha libertad y movidos
por el amor al que nos llama la fe (nos dice hoy san Juan en su primera
carta). Puede llamar la atención esa disposición tan viva que lleva a
un grupo de fieles a un amor tan intenso por el que se decide
compartirlo todo. Y sin embargo la explicación es muy sencilla. Es un
amor que surge de la fe, que lleva a encontrar en Jesús la paz, la
alegría y la Vida...
3. NO NOS HACE FALTA VER SINO
CREER, PARA RECIBIR LA VIDA QUE DIOS NOS DA... Puede ser que alguna vez
hayamos pensado que a nosotros nos ha tocado la parte más difícil, ya
que fuimos llamados a la fe para encontrar la salvación, sin tener
demasiadas constancias visibles que nos garanticen la verdad de la
Resurrección de Jesús. Quizás hemos pensado que todo sería más fácil si
nos ofrecieran más pruebas que nos lleven a la fe. ahora bien, en todo
caso no seremos los primeros en tener esta ocurrencia. Ya lo pensó el
Apóstol Santo Tomás, de sobrenombre el Mellizo, que no se encontraba
con los demás la primera vez que se les apareció Jesús resucitado a los
Apóstoles...
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