1. MUCHAS VECES LO QUE
MÁS NECESITAMOS ES QUE NOS TIENDAN UNA MANO... Las manos no son muy
útiles. Sirven, por ejemplo, para atajar penales (aunque, en realidad,
para esto sirve cualquier parte del cuerpo del arquero, basta que la
pelota rebote en él y no entre en el arco). Pero hay muchas
oportunidades en las que, de tal modo el agua nos llega al cuello, que
lo único que podemos esperar con esperanza de salvación es que alguien
nos tienda una mano. Quizás por eso el de la mano tendida es un signo
tan claro que no necesita explicación...
Una mano tendida es
siempre una mano amiga. Si tenemos dificultades para caminar, porque
nuestras piernas ya no logran mantenernos firmes, un bastón nos puede
ser muy útil. Sin embargo, es muy posible que no alcance, o al menos
que no nos dé la seguridad que nos puede dar una mano amiga que se
llega hasta nosotros para sostenernos. Una mano tendida siempre nos
acerca el calor del otro, nos comunica algo de su vida, nos hace sentir
su pulso, nos permite adivinar la vibración de su corazón, además de
hacernos sentir su compañía. Una mano tendida nos permite atravesar un
paso que nos resulta difícil, nos da confianza en un ambiente al que
llegamos y en el que no conocemos a nadie...
Pero de
manera especial nos hace falta una mano tendida cuando nos llega la
enfermedad, y sobretodo en el momento culminante de la vida que es para
cada uno de nosotros su propia muerte. En ese momento una mano tendida
puede más que muchas palabras, nos dice más que todo lo que puede
hablarse en el momento en que las palabras no alcanzan, nos da más que
lo que cabe en las valijas y en los camiones de mudanza, nos acompaña
más que las multitudes y nos hace sentir más el calor de la vida que,
lejos de acabarse, se está acercando al gran salto que nos lleva a su
dimensión más profunda y verdadera (por eso, qué bueno sería que
hiciéramos todo lo posible para que nadie llegue a la muerte sin una
mano que lo sostenga; tengo para mí, y seguramente muchos coincidan,
que al final de vida más que todos los medios extraordinarios que nos
puedan "enchufar" para prolongar hasta el máximo lo que inevitablemente
se acaba, lo que resulta verdaderamente importante es contar con una
mano tendida que nos sostenga hasta el último instante)...
2. HAY
MILAGRO SI DIOS TIENDE LA MANO Y SE ENCUENTRA CON LA NUESTRA TENDIDA...
Pero para que se dé el encuentro con el don de Dios, que es para
nosotros la salvación, no basta con que Dios nos tienda la mano.
También es necesario que nuestra mano esté tendida hacia Él, para
recibir lo que sólo él nos puede dar. Es la fe la que eleva nuestras
manos hacia Dios, y siempre sucede el milagro de la salvación cuando la
mano tendida de Dios hacia nosotros se encuentra con la nuestra tendida
hacia Él...
Otra mujer, esta vez una niña que tenía doce años y que
por lo tanto se acercaba a la edad en que comenzaba a ser mujer,
también estaba en apuros. Los amigos de Jairo, que había ido a suplicar
a Jesús por su hija, le dicen que ya no lo moleste, ya que ella había
muerto. Sin embargo, no necesita insistir, ya que el mismo Jesús es el
que decide dirigirse a su casa en busca de la niña, llevando su mano
tendida hacia ella...
Cuando llegó a la casa,
Jesús subió subir con los padres y con los tres Apóstoles (testigos)
que lo acompañaban al lugar donde la niña estaba. Y una vez allí, lo
primero que hizo fue tomarla de la mano. Con la orden de Jesús, la
chica se levantó, y Jesús, siempre atento a los detalles, les dijo que
le dieran de comer. Pero para que se produjera el milagro, a la mano
tendida de Jesús había salido al encuentro el padre de la niña, a quien
Jesús había dicho: "No temas, basta que creas". También aquí, entonces,
la fe del padre de la niña fue la mano tendida que salió al encuentro
de Jesús, que salva...
3. HAY QUE TENDER LA
MANO PARA ENCONTRAR A JESÚS Y PARA SERVIR A NUESTROS HERMANOS... Con la
fe nuestras manos tienden hacia Dios, y al elevarse se encuentran con
la Cruz, que resume toda la inmensa variedad de los sufrimientos
humanos que podemos imaginar. Eso nos permite confiar que no hay dolor
humano que no pueda ser redimido por Jesús, si elevamos con confianza
hacia Él nuestras manos...
Pero una vez que
nuestras manos se elevan abiertas hacia Dios, ya no podremos cerrarlas
tan sencillamente. Porque en Dios nos encontraremos con todos sus otros
hijos, nuestros hermanos. nuestras manos abiertas, entonces, por la fe,
para tender hacia Dios, se convertirán también en manos abiertas hacia
nuestros hermanos en el amor...Volver al inicio de la predicación...