1. TODOS
LOS DÍAS TENEMOS HAMBRE DE PAN, Y DE MUCHAS COSAS MÁS... El hambre es
algo que nunca falta. Siempre tenemos hambre de algo. Empezamos por el
hambre de lo más básico, pero cuando la hemos saciado enseguida
queremos algo más. Lo primero es el alimento, magníficamente
representado por el pan, que expresa nuestra necesidad más básica. Pero
una vez que tenemos lo que hace falta para comer (no sólo pan, sino
también "la canasta llena", si es posible), queremos tener con qué
vestirnos. Y si lo tenemos, enseguida aspiramos a un techo. Y si
tenemos un techo, queremos poder agregarle calefacción en el invierno y
ventilación o refrigeración en verano...
Y así es
siempre. Nunca se acaba, porque siempre tenemos hambre de algo más. A
veces pensamos que para tener todas las cosas que necesitamos nos
alcanzaría con tener mucho dinero. Incluso algunos dedican o han
dedicado toda su vida a buscar y amontonar dinero, pensando que de esa
manera llegaría un día en que tendrían todo lo que necesitarían y ya no
buscarían nada más. Pero en realidad lo que pasó es que se han visto
envueltos en una carrera en la que no pueden parar. Porque aún teniendo
todo el dinero al que se puede aspirar, todavía se puede pretender
más...
Además, cuando se tiene
todo el dinero que parecería que hace falta, la cosa no termina sino
que recién empieza. Todavía hay algo más poderoso que el dinero, que
produce una adicción aún mayor, y es el poder. Por eso la carrera sin
fin es todavía más intensa y agotadora, a la vez que insaciable, para
los que han encarado la vida como un camino para llegar al poder. La
cúspide del poder tampoco se alcanza nunca, y éste se convierte en el
más peligroso de los ídolos. Nunca sacia y siempre se quiere más. Es
como el chico que tiene un juguete nuevo. Primero lo mira encandilado,
se queda contento por un rato, pero después quiere otro más grande, y
pelea con los demás hasta alcanzar el que nadie tiene. Lo usa pero no
lo comparte, lo pone en juego todo el tiempo y al mismo tiempo lo
acapara para que los demás no lo tengan. Lo usa y abusa de él hasta que
lo pierde y lo deja maltrecho (generalmente el poder al que lo
ambicionó, no al revés)...
2.
JESÚS ES EL PAN QUE NOS SACIA EL HAMBRE: ÉL NOS DA LA VIDA ETERNA... San Juan nos relata la multiplicación de los panes más
como un signo que como un milagro. No se trata, entonces, de quedarnos
sólo con el hecho fantástico, sino que hace falta bucear en él para
encontrar su significado profundo. Por eso nos llevará cinco domingos,
a partir de éste, recorrer parte por parte este capítulo del
Evangelio...
Jesús sabe que quienes
lo siguen tienen necesidad de pan, y sabe también lo que Él va a hacer.
Pero pone a prueba a los Apóstoles, porque, como dice el refrán, "en la
cancha se ven los pingos" (es decir, los caballos de carrera hay que
verlos en la pista, porque no importa sólo que sean lindos, sino
principalmente que sepan correr); quiere saber cómo reaccionarán ante
una necesidad básica de todos los que lo siguen, porque les tiene
preparada una misión que los pondrá con frecuencia frente a las
carencias y las necesidades de los hombres, especialmente las que no
alcanzan satisfacción con los limitados instrumentos humanos...
Jesús puede darle de
comer a todos en un instante, y hacer que sobren, todavía, doce
canastas llenas. Pero ellos saben que mañana tendrán hambre de nuevo, y
por eso enseguida quieren hacerlo Rey (nosotros quizás lo hubiéramos
puesto al frente del Ministerio de Economía, o del Fondo Monetario
Internacional). Jesús se escapa, porque no es para eso que ha venido...
3.
ALCANZA PARA TODOS. POR ESO JESÚS NOS LLAMA A COMPARTIR LA MESA... La
multiplicación de los panes es un signo de lo que después será, a
partir de la Ultima Cena de Jesús con los Apóstoles, la Eucaristía que
volvemos a celebrar cada vez en la Misa...
Pero no se agota allí,
también es un signo de la vida. Como a los Apóstoles, también a
nosotros Jesús nos pregunta, de dónde sacaremos pan para alimentar a
tantos hombres que hoy tienen hambre, en nuestra patria y en todo el
mundo, incluso en las ciudades más importantes del imperio dominante
(la cultura de la saciedad, propia de nuestro tiempo consumista, en el
que el ritmo del crecimiento económico está signado por la cantidad de
bienes que se consumen y/o se descartan, no impide, o más bien provoca,
que muchas personas queden al margen del "sistema", y sean los
verdaderos "excluidos" de hoy, como en otro tiempo lo fueron los
esclavos o los prisioneros de guerra que, por otra parte, hoy tampoco
faltan)...
La Eucaristía nos enseña un modo de saciar el hambre, que
se aplica al resto de la vida. Hay un solo Dios, Padre de todos, nos
dice San Pablo. Y eso nos muestra que la familia
humana es una sola. Al tiempo que abrimos las manos para que Dios sacie
siempre nuestra hambre de Él (y conviene tenerlas siempre abiertas,
porque los dones de Dios nos llegan todos los días y a toda hora), hace
falta que también las mantengamos abiertas para compartir, con todos
los que nos rodean, todo lo que recibimos de Él a diario...Volver al inicio de la predicación...