1. TODOS QUEREMOS SER
EL MEJOR, EL PRIMERO, EL MÁS GRANDE... Quizás hemos sido educados para
ganar siempre, y nos entrenamos todo el tiempo para no perder el tren
en esa carrera interminable. Pareciera que los primeros puestos tienen
más lustre, más "nombre", más sueldo, y nadie quiere quedarse atrás.
Pasa en el deporte, todos quieren ser el mejor, el que gana siempre
(esta mañana corrí una carrera de 5 Kilómetros organizada con ocasión
de los 300 años de la fundación de San Isidro, y llegué como siempre un
poco más atrás de la mitad, pero apenas me encontré con el intendente,
mucho más joven que yo, me ufanaba delante de él por haberle sacado dos
minutos de ventaja). Y cuando el deporte se hace un negocio, ni
siquiera hay espacio para el segundo, sólo vale "el primero"...
Pero
también en el trabajo pasa que todos quieren alcanzar el mejor puesto.
Hasta en la vida de la fe nos puede pasar lo mismo. Todos queremos ser
el más santo, el más bueno, el más amigo de Jesús, el que reza más y
mejor, a veces hasta puede ser que pretendamos ser "el más humilde"
(aunque en este caso ya sólo con la intención de quererlo, nos
quedaremos afuera, descalificados en esa carrera, precisamente por
falta de humildad)...
Es un
extraño fenómeno, porque con este criterio, si sólo vale el primero,
aplicado a todo, el triunfo sólo puede ser alcanzado por uno, y al
precio de la derrota de todos los demás. El colmo es el Box, "deporte"
en el que el triunfo de uno apunta a la destrucción del otro. Aunque,
es necesario decirlo, el clima al que nos ha llevado este modo de
obrar, según el cual todos queremos ser "el primero, el mejor, el más
grande", hace que todos los ámbitos de la vida se vayan pareciendo más
a un Ring de Box que a una pista de baile...
2. PARA
SER EL PRIMERO, HAY QUE SER EL ÚLTIMO Y EL SERVIDOR DE TODOS... En el
Reino de Dios, el puesto de honor es para el último, y para el que esté
dispuesto a hacerse servidor de todos, nos dice hoy Jesús.
Él mismo, pudiendo ser en todo el primero, eligió el último lugar y el
de mayor servicio. Desde el primer momento hasta el último...
Atrás quedarían muchos,
como los que aquí aparecen, personas que han tenido que huir de su casa
y de su tierra por el flagelo de la guerra, por las inclemencias del
tiempo, así como los que han sido menos favorecidos en todos los rubros
en los que a nosotros nos gusta clasificar quién están o no en los
primeros puestos...
3.
RECIBIMOS A JESÚS CUANDO ATENDEMOS CON AMOR A SUS PREFERIDOS... Jesús,
tomando en brazos a un niño, dijo a los Apóstoles, y nos dice a
nosotros, que el que recibe a uno de esos pequeños en su nombre, lo
está recibiendo a Él. Esto puede aplicarse en su significado más
directo, atendiendo a los pequeños de edad, que se encuentran más
desvalidos y necesitados del amor y el cuidado de los demás que los
mayores...
Podemos
pensar que la misma debilidad que los niños, que tienden sus brazos
buscando los de sus mayores en los que se puedan apoyar y de quienes
puedan recibir todo el amor y todo el servicio que les permita crecer y
desarrollarse, tienen los ancianos, que todos en algún día seremos si
no nos morimos antes (es sólo cuestión de tiempo). También ellos
necesitan de brazos amigos y de corazones abiertos dispuestos a
sostenerlos en su debilidad. Y también en ellos, por lo tanto,
encontramos a Jesús, cuando nos ponemos a servirlos...
Entre unos y otros,
entre los niños y los ancianos, e incluyéndolos, se encuentran todos
los que podemos considerar más pequeños o más desvalidos que nosotros.
Vale, entonces, no sólo para los niños, sino también para los más
pobres, los que son menospreciados, los débiles, los enfermos, los
ancianos...Volver al inicio de la predicación...