1. EN CIERTAS OCASIONES
NO BASTA ESTAR CERCA, ES NECESARIO ESTAR ADENTRO... Sucede si se quiere
vivir con intensidad lo que acontece en una gran partido en una cancha
de fútbol. Los que viven alrededor del famoso "Cilindro" de Avellaneda,
Estadio del Racing Club, ciertamente se ven afectados cuando este Club
o su vecino de pocas cuadras de distancia disputan allí un partido
importante. Las calles se les llenan de simpatizantes de los equipos
contendientes, el tránsito se interrumpe en muchas calles para
facilitar el acceso peatonal, terminado el partido quedan las huellas
que dejan los concurrentes arrojando papeles y otra cantidad de cosas
por la calle, pero eso no les alcanza para vivir el espectáculo, que
sólo perciben en toda su magnitud los que han entrado al Estadio. Hasta
la Televisión, cuando el partido se transmite en directo, trata de
acercarnos a lo sucede dentro de la cancha con primeros planos de los
protagonistas, cuando se saludan o cuando se dicen otras cosas que no
son precisamente saludos, pero en realidad para vivir todo lo que
sucede en el Estadio cuando hay un gran partido es necesario estar
adentro...
Algo parecido sucede
con el Hogar Marín, en el que viven noventa ancianos pobres, que no
cuentan con los más elementales medios para atender a sus necesidades
más básicas. Muchos ancianos quieren vivir aquí, y de hecho es muy
larga la lista de los que esperan que haya para ellos un lugar, porque
han conocido a través del relato de otros la inmensa caridad y el
cálido servicio que reciben todos los residentes, gracias al amor de
las Hermanitas de los Pobres y la colaboración de los bienhechores y de
los voluntarios, así como la eficiencia y buena voluntad de las
empleadas y los empleados. Pero en realidad, por mucho que se imaginen,
por lo que les han contado o por haber visitado el Hogar alguna vez, no
pueden llegar a darse cuenta todo lo que significa ser parte de esta
comunidad de amor formada por las Hermanitas, los voluntarios y
bienhechores, las empleadas y empleados y los residentes del Hogar, que
algunos nos animamos a definir como "anticipo del Cielo", hasta que
están adentro...
También sucede con la
participación en la Misa. Cuando el Papa Benedicto XVI inauguraba su
ministerio al frente de la Iglesia universal (24
de abril de 2005), una multitud llenaba la plaza de San Pedro y la
Via della Conciliazione, que desemboca en ella. Todos ellos querían
estar no sólo dentro de la plaza, sino lo más cerca posible del altar,
para ver al Papa, e incluso tocarlo, si era posible. Muchos otros
estaban cerca, en las calles cercanas de la Ciudad de Roma, dedicados
quizás a otras cosas. Estaban cerca, pero no alcanzaba, hacía falta
estar "dentro" de esa multitud para participar de la Misa, aunque fuera
a bastante distancia, para participar de la Misa...
2. EL
AMOR AL QUE JESÚS NOS LLAMA NOS HACE ENTRAR EN SU REINO... Puede ser
que tengamos
muchas cosas que hacer, y no nos alcance el tiempo para todo. Eso hace
que siempre sea necesario comenzar por lo más importante, y
dejar que todo lo demás se desprenda desde allí. Y lo más importante
será siempre el amor. Todos nosotros somos frutos del
amor de Dios, y por eso, hechos a su semejanza, hemos sido hechos para
el amor. Es nuestra capacidad, es nuestra posibilidad y es nuestra
felicidad, corresponder con amor al amor con que Dios nos trata...
Puestos a amar a Dios,
nos dice Jesús que no hay otro modo de
hacerlo que no sea con todo el corazón, con toda el alma y con todo el
espíritu. Si así manifestamos nuestra simpatía cuando vamos a alentar
un equipo de fútbol
en la cancha, ¿cómo no vamos a poner esa intensidad cuando se trata de
lo más importante, responder al amor de Dios, del cual proviene nuestra
vida? En todo lo que hemos vivido hasta hoy cada uno de nosotros puede
percibir mil y un signos del amor de Dios, de quien viene todo lo bueno
que nos ha pasado. A ese amor es al que respondemos con nuestro amor
paciente y perseverante de cada día. Se trata de un Amor que es
necesario escribir con mayúsculas, es decir,
un compromiso perseverante de hacernos cargo del bien que debemos a los
demás, como gratitud debida al Amor con el que Dios nos trata cada día.
Se trata así de un Amor que realmente unifica nuestra vida, porque
en todo estaremos dispuestos a responder con amor...
3. EL
AMOR A DIOS SE HACE VISIBLE A TRAVÉS DE NUESTRO AMOR FRATERNO... El
amor a Dios siempre va primero, porque
nadie está por encima de Dios. Por eso nuestra respuesta al amor de
Dios siempre comenzará por la oración, en la que encuentra su alimento.
No es posible imaginar que se pueda vivir sin respirar, porque el
oxígeno es para nosotros una fuente vital de energía. De la misma
manera no es posible imaginar que se pueda vivir la fe si no es con una
oración perseverante que nos hace descubrir cada día el amor de Dios
presente en nuestra vida, y nos permite al mismo tiempo responder de
una manera consciente y agradecida a tanto amor recibido de manera
continua...
Pero el amor a Dios no
está completo si sólo queda encerrado en nuestro
corazón o se manifiesta sólo en nuestra oración de cada día.
Porque el mandamiento del amor a Dios se completa con uno semejante,
que Jesús pone a la par del primero: el
amor a nuestros hermanos. Y en realidad, podemos pensar con certeza que
el amor a Dios y a nuestros hermanos no son dos realidades totalmente
distintas, sino dos caras de una misma moneda. Por esta razón, cuando
nuestro amor se vuelca hacia nuestro
prójimo, es decir, hacia quienes están cerca o al lado de nosotros y
tienen
derecho a esperar algo de nosotros, se hace verdaderamente visible...
Por eso es posible que
no se trata de dos, sino de un solo mandamiento. El amor al prójimo es
parte integrante
del único mandamiento del amor, el más importante de toda nuestra fe.
Querer a los demás como a nosotros mismos no es más que el modo visible
que toma nuestro amor a Dios...Volver al inicio de la predicación...