1. HAY RAZONES PARA
AHORRAR QUE PUEDEN VOLVERNOS DEMASIADO MEZQUINOS... Cuesta trabajo
reunir dinero. Y lo necesitamos para solventar las necesidades
cotidianas de nuestra vida terrenal. Por eso es que con mucha
frecuencia nos puede suceder que, movidos o urgidos por esas
necesidades, y sabiendo que probablemente no seremos capaces de
"producir" dinero hasta el final de nuestros días, es muy posible que
nos parezca necesario ahorrar para el futuro. Pero también puede
suceder que, puestos a ahorrar, perdamos la medida de lo adecuado, y el
ahorro se nos convierta de tal modo una obsesión que terminemos siendo
mezquinos. No hace falta para esto que abundemos en dinero. El que
tiene mucho puede ahorrar mezquinamente mucho, pero el que tiene poco
puede también ahorrar mezquinamente ese "poco" (aunque ciertamente será
más difícil, sobretodo por las urgencias que día a día puede
presentarnos la vida)...
Es difícil encontrar la
medida adecuada para saber qué hay que gastar y qué hay que guardar.
Alguno puede ponerse a hilar muy fino, y ante cualquier necesidad de
alguien que lo rodea, encontrará también alguna posible necesidad de su
futuro, y por lo tanto llegar fácilmente a la concusión de que no tiene
nada para compartir con los demás, ya que no puede abstraerse de sus
propias necesidades y de las de aquellos que dependen de él. Aplicando
este criterio, escudados en las posibles necesidades del futuro nos
puede suceder que nunca encontremos el modo y la posibilidad de
compartir nuestros bienes con otros que los necesitan...
En realidad, si
aplicamos siempre este criterio, sucederá que terminaremos cargando un
montón de cosas, que hemos guardado por las dudas las vayamos a
necesitar en algún momento, y que finalmente nunca necesitaremos y por
lo tanto nunca usaremos. O peor aún, si en algún caso las llegáramos a
necesitar, no las podríamos usar, ya que estarán guardadas en nuestra
"bolsa", pero no tendremos memoria de ellas, y no sabríamos
aprovecharlas...
2. HECHOS PARA VIVIR
CON LOS DEMÁS, PARA CRECER TENEMOS QUE APRENDER A COMPARTIR... Así es
nuestra propia naturaleza. Estamos hechos para vivir con los demás, y
eso no puede entenderse como si sólo podamos pensar que lo que nos toca
es recibir de ellos, sino, en justa correspondencia, tanto dar como
recibir...
Todos
buscamos nuestro bien. Pero nadie puede construirlo por sí solo. Para
ello es necesario una serie de condiciones que dependen también de los
demás. Como nos recuerdan los Obispos en la declaración recién
mencionada, todos necesitamos el bien común, que es "el conjunto de
condiciones de la vida social que hacen
posible a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la
propia perfección". Ese bien común "no consiste en la simple suma de
los bienes
particulares de cada sujeto del cuerpo social". Además, ninguna persona
"puede encontrar realización en sí misma, prescindiendo de su ser
«con» y «para» los demás". La señora podrá estar contenta viendo crecer
la planta que le gusta, el joven podrá pasar una buen domingo con su
pelota y sus amigos, la chica podrá estar contenta con su osito en la
mano, y la señora podrá estar feliz saliendo a pasear con su cartera,
para visitar a sus hijos o sus amigas. Pero nada de eso será posible
sin muchas otras personas que crean las condiciones necesarias, que
resumimos como el "bien común", para que cada uno puede realizar su
propio bien. Y ese bien común se construye entre todos, porque es
responsabilidad de todos. Por eso insisten los Obispos argentinos en
esta especial ocasión de nuestra patria, e insistirá siempre la
Iglesia, hará falta el diálogo para construir juntos un bien que todos
necesitamos y es responsabilidad de todos...
De una manera especial
lo experimentamos hoy las veinte mil personas que hoy corrimos en
Buenos Aires la carrera de 10 Kilómetros organizada por una empresa que
fabrica ropa deportiva, y la cantidad similar que corrieron
simultáneamente la misma carrera en otras ciudades de América Latina
(México DF, San Pablo, Caracas, Montevideo, Guayaquil, Santiago de
Chile, Bogotá y Lima). Nada de eso hubiera sido posible, si no nos
poníamos uníamos en el respeto de las condiciones para que todo
funcionara ordenadamente. Había un lugar para la entrada en calor, otro
para la largada, otro para la llegada, un lugar donde había bebidas,
vallas que marcaban el recorrido, un lugar para entregar el Chip con el
que se medía el tiempo que cada uno hizo, otro lugar para recibir la
medalla. Además, estas carreras multitudinarias son siempre una
experiencia muy especial que dicen mucho de la vida, y enseñan a
recorrerla. Es evidente con algunos están para ir más rápido, otros
menos, y otros sólo para llegar, pero todos comparten el mismo lugar,
el mismo horario, la misma organización. Cada uno debe respetar a los
demás, y al mismo tiempo apoyarse en ellos y estar dispuesto a ayudar a
quien lo necesite. Casi todos van en pequeños grupos, que comparten con
alegría una experiencia tan fuerte, y las caras alegres no tienen que
ver con los tiempos logrados, sino con la experiencia vivida (en la
foto de la ocasión, soy el primero comenzando por la izquierda; los de
al lado son dos de los amigos con los que fui en este ocasión)...
3. UN EJERCICIO
COTIDIANO: BUSCAR EL BIEN DE LOS DEMÁS PARA ENCONTRAR EL PROPIO...
Correr, entonces, se convierte en una experiencia que enseña para la
vida. Pero así como no es posible intentar llegar a la meta en una
carrera si no se ha hecho una preparación mínimamente adecuada, de la
misma manera es necesario un ejercicio que nos ayude a recorrer bien el
camino de la vida...
La viuda sobre la que
hoy Jesús nos hace fijar la mirada nos da la medida. Ella, desde su
indigencia, dio todo lo que tenía para vivir. De esa misma manera, ya
que estamos hechos para vivir con los demás, ejercitándonos cada día en
el trabajo de construir el bien común será posible que aprendamos a
recorrer el camino de la vida. A veces nos tocará sostener a los demás
porque somos más fuertes que ellos (como la señora que sostiene al
niño), y otras veces también nos tocará sostenerlos, aún siendo más
débiles (como los cachorros que apoyan al niño desde su espalda)...
No tendremos que
esperar, entonces, nadar en la abundancia, para que después de haber
recibido de la sociedad lo que nos ayudó a crecer estemos en
condiciones de devolver algo. Las dos pequeñas monedas de cobre de la
viuda que dio todo lo que tenía para vivir es más que lo que dieron
desde su abundancia...Volver al inicio de la predicación...