1. NO SIEMPRE ACERTAMOS A BUSCAR LO QUE MÁS
NOS HACE FALTA... Además de los anteojos y las llaves, que siempre
perdemos o desaparecen en el momento en que más los necesitamos, y que
por lo tanto nos ponemos a buscar entre nervios y apuros, hay muchas
otras cosas que siempre estamos buscando. Sin embargo, por curioso que
parezca, no siempre buscamos las cosas que más nos hacen falta. Por
ejemplo, si un equipo de fútbol no anda bien, enseguida se comienza a
buscar un nuevo director técnico que reemplace al que no encuentra los
resultados ansiados. Pero quizás muchas veces no sea sólo un cambio de
director técnico lo que el equipo está necesitando, sino soluciones más
de fondo...
Sin embargo, calmar no es lo primero que
tenemos que hacer. El dolor tiene una función, que no hay que
descartar. El dolor físico del cuerpo tiene la importante función de
avisarnos algo que anda mal, algo que no está funcionando. Por lo
tanto, cuando tenemos un dolor, por ejemplo un dolor de cabeza que se
hace insistente, no basta con tomar un analgésico. Eso puede quitarnos
el dolor, pero seguramente no pone remedio a lo que nos está pasando.
Sirve sólo para suprimir el aviso, pero no la dificultad sobre la que
el dolor nos está avisando. Sería como no atender al cartero porque no
queremos recibir una mala noticia, y pensamos que quizás la traiga en
una carta. Podremos no recibir la carta y no enterarnos de la mala
noticia, pero lo que ha sucedido será un hecho y una mala noticia, nos
hayamos o no enterado. Por eso lo que más necesitamos ante el dolor no
es suprimirlo, al menos no es suprimirlo antes de saber su causa, sino
saber qué es lo que está pasando...
2. PARA EL QUE
VA DE CAMINO, LO PRINCIPAL ES ENCONTRAR EL RUMBO ADECUADO... Jesús sabe
dónde comienzan los males que verdaderamente nos hacen daño. No son las
tormentas (climatológicas y económicas), no es la enfermedad o el
fracaso profesional lo que puede destruirnos. Ni siquiera la muerte
tiene sobre nosotros un poder definitivo. No es la parálisis, como la
del enfermo del relato que hoy nos presenta el Evangelio,
ni ningún otro tipo de parálisis (política, social, anímica) la que más
puede complicarnos la vida...
Para nosotros, que nacimos de
Dios ya que de Él hemos recibido la vida, y fuimos llamados a recorrer
el camino de nuestra vida como una marcha hacia a Dios, lo peor que
puede pasarnos es que perdamos el rumbo. Y precisamente en eso consiste
el pecado. El término griego utilizado en el Evangelio para referirse
al pecado, es "hamartia", que significa precisamente errar
al blanco, perder el rumbo, dirigirse hacia el lugar
equivocado. Por eso la principal ayuda que nos brinda Jesús (que
sabe bien qué es lo que más nos hace falta), tanto al paralítico como a
nosotros, es el perdón de los pecados...
El pecado consiste en abandonar el rumbo que
nos lleva hacia Dios, y dirigirnos exactamente hacia el otro lado,
dándole la espalda a Dios. Es la soberbia con la que queremos tantas
veces hacer las cosas sin tomar en cuenta el camino que Dios nos señala
con su Palabra...
3. CUANDO ACEPTAMOS EL PERDÓN
DE JESÚS, TENEMOS QUE ENDEREZAR EL RUMBO... Por supuesto, el perdón de
Dios no tiene un funcionamiento automático. Una vez que hemos aceptado
el perdón de Dios, no podemos quedarnos cómodamente instalados. Es
necesario ponerse de pie nuevamente, como hizo el paralítico curado por
Jesús, y retomar el camino, ahora en la buena dirección. Nos dirigíamos
hacia un lado que podemos significar con la flecha roja, símbolo
convencional que puede indicarnos la frustración, el alejamiento de
Dios, el infierno...Volver al inicio de la predicación...