Una buena noticia...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 1 de junio de 2003, Domingo de la Ascensión. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
1. SI SÓLO LEEMOS LOS DIARIOS, ES DIFÍCIL ENCONTRAR BUENAS NOTICIAS... Generalmente, para mantenernos informados, utilizamos tres caminos, en diversas proporciones.
 
Por un lado, escuchamos la radio. Hay sintonías en que prácticamente todos los programas se refieren a noticias. Por otra parte, también leemos los periódicos, ya sea en el papel o, utilizando las nuevas herramientas, a través de Internet (es sólo un cambio en el modo de acceder al periódico, y en la frecuencia con la que éste actualiza su información, pero se trata, en realidad, de la misma fuente de información). Por último, también puede ser que sea para nosotros un canal de información la conversación con amigos o conocidos "generalmente bien informados", que nos mantienen al tanto de las últimas noticias.
 
Sin embargo, todos estos caminos tienen un riesgo y un defecto en común. Quizás a raíz de una morbosa inclinación de nuestra naturaleza humana herida, generalmente son noticias las cosas malas que suceden, y no las buenas. Los medios recién mencionados se hacen eco más fácilmente de los escándalos y de los desastres, que de las cosas buenas. Están siempre despiertos para hacer de la desgracia una noticia. Basta ver lo que sucede en el fútbol en estos días. Parece ser más importante estar atentos a qué equipo perderá un partido y como consecuencia su técnico tendrá que hacer las valijas y buscarse trabajo en otro lado, que el trabajo que todos o al menos los mejores de ellos hacen cotidianamente para llevar a sus equipos al mejor resultado posible.
 
Parecería que no despiertan atracción los esfuerzos, las cosas buenas y los frutos silenciosos que muchos hacen surgir todos los días a lo largo del mundo. Desde los niños y adultos que se curan de sus enfermedades atendidos con dedicación por los profesionales, los familiares y los voluntarios en muchos centros de salud, hasta el milagro cotidiano de miles de gestos de amor que siembran sonrisas en quienes los reciben, de sus seres más queridos o de desconocidos...
 
Quiere decir que, para estar bien informados, no bastará estar atentos a los así llamados medios de comunicación social. Allí nos aparecerá casi siempre cercenada la realidad, y de la misma manera, mostrando más el lado malo de las cosas. Tampoco aparecerán allí, al menos de modo habitual, las noticias que tiene Dios para darnos, y que son muy buenas. Atendamos por ejemplo, al mensaje que hoy nos comunica la Solemnidad de la Ascensión, que con júbilo celebramos:
 
2. CON LA ASCENSIÓN DE JESÚS, ALGO DE NOSOTROS YA ESTÁ EN EL CIELO... Después de su resurrección, y de haberse aparecido a los Apóstoles hasta que éstos hubieron comprendido todo lo sucedido, "Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios". En esto consiste la Ascensión. El lugar de Jesús, Hijo de Dios, es en el Cielo. Y volviendo allí, ha llevado con Él nuestra condición humana, que asumió desde el momento de la Encarnación. Por eso es que podemos decir con verdad que, a partir de la Ascensión, algo de nosotros ya está en el Cielo.
 
Ese lugar no es sólo el de Jesús, por su misericordia y para nuestra salvación, es también el nuestro. Tenemos un destino de eternidad, que nos señala con claridad la meta a la que Dios nos convoca. Nosotros estamos todavía en la tierra, pero con Jesús, que se ha hecho hermano nuestro, y es Cabeza de un Cuerpo del que nosotros somos parte, algo de nosotros ya ha llegado al Cielo.
 
No participaremos del Cielo de una manera automática. "El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará", dice Jesús. La fe y el Bautismo (como también los demás sacramentos) nos hacen participar de la vida de Jesús. El rechazo de Jesús (propio del que, conociendo a Jesús porque le ha sido presentada con fidelidad su Palabra, no lo acepta y no cree), impide participar de su salvación, que Dios no impone a nadie, pero ofrece a todos. Pero ni siquiera la fe tiene un efecto automático. De la mano de la fe van las obras de la fe. Creer en Jesús es no solamente aceptar su Palabra, sino vivir conforme a ella.
 
Por eso, a los Apóstoles, que han creído, le fe les cambió la vida. Y Jesús, que les dio ese regalo, les encargó también una tarea. No es posible, para quienes hemos recibido esta buena noticia de nuestra participación en el Cielo, quedarnos mirando para allí. Como a los Apóstoles, Jesús nos despierta, convocándonos a una misión:
 
3. TENEMOS QUE ANUNCIAR ESTA BUENA NOTICIA: DIOS NOS HA ABIERTO EL CIELO... Sabemos que los periódicos y las radios no nos dan toda la información que es posible, que se especializan en las noticias más escandalosas, quizás porque venden más, a costa de la morbosidad de nuestra condición humana herida. Pero sabemos también que hay otros modos de informarnos, y otros modos de producir información...
 
Si tuviéramos en nuestras manos los medios de comunicación, o alguno de ellos, haríamos bien en utilizarlos para hacer conocer al mundo esta buena noticia, a esta altura ya vieja peros siempre nueva, que nos habla del Cielo.
 
Pero, de todos modos, podemos hacerlo, aunque no lleguemos a la pluma o al micrófono. Bastará que nos animemos, en primer lugar, a vivir de manera coherente nuestra vida, siempre apuntando hacia el Cielo. Y también, como consecuencia, que nos animemos a pregonar, si es posible con megáfono, o correo electrónico, o cualquier otro medio que tengamos a mano, aquello en lo que creemos. Hay buenas noticias para anunciar, y de las que nosotros conocemos, la mejor de todas es, sin duda, EL CIELO...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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