1.
CUANDO
SE ALCANZA LA META, SE VE MEJOR TODO EL CAMINO REALIZADO...
Lo
decía hace ya tiempo Werner Heisenberg (1901-1976), un físico nuclear
que descubrió
el principio de indeterminación en la física cuántica (este físico
nuclear enfrentó a Hitler, decía que nunca iba a hacer investigaciones
científicas que
pudieran aplicarse contra la vida de las personas)...
El lo
había experimentado en la montaña, donde muchos hemos encontrado una
buena escuela de la vida. Cuando se va a encarar un ascenso a una
cumbre difícil (lo mismo vale para cualquier meta dificultosa), desde
el llano se ve con claridad el comienzo del camino y el punto al que se
quiere llegar. Cuando se ha empezado la marcha, poco a poco el bosque o
los obstáculos van haciendo oscura la ruta, y deja de verse tanto el
lugar desde donde se partió como la meta a la que se quiere llegar. En
ese momento la gran tentación es pensar que no se llegará a ningún
lado, y que conviene dar la vuelta atrás. Sin embargo lo que hay que
hacer es seguir adelante según la ruta planeada, con la confianza
puesta en que sin desviarse del camino al final se encontrará la meta a
la que
se quiere llegar. Hará falta constancia
y esfuerzo en el momento de la oscuridad. Una vez en la meta podrá
verse todo de nuevo, incluso con más claridad y con un horizonte más
amplio, gracias a la altura de la montaña que se logró escalar...
Todos
nosotros nos
vemos envueltos en muchos caminos a lo largo de la vida. A veces
podemos estar desorientados o
aturdidos, como quien se encuentra en la mitad de la montaña, sin ver
el inicio del camino y tampoco el final. En esos momentos algunas
preguntas suenan como tentaciones, como por ejemplo: ¿valdrá la pena
tanto
esfuerzo para llegar a la meta? ¿no habrá otro camino más fácil, un
atajo, que no reclame tanto esfuerzo? Jesús, a quien hoy en el último
Domingo del Año Litúrgico celebramos
como Rey, después de haber recorrido con Él paso a paso todo su camino,
nos alienta mostrándonos que tiene sentido la marcha y la meta a la
que nos quiere llevar. Empezamos con la preparación de la Navidad en el
Adviento pasado, vimos la ternura del Pesebre (hecho, quizás, con la
misma madera con la que se hizo su Cruz), pasamos por la Pascua, y hoy
lo vemos en la meta como Rey, ya que para eso ha venido al mundo, para
reinar...
2. EL
REINO DE DIOS SE REALIZA ORDENANDO TODO EL MUNDO CON SU VERDAD...
Jesús fue el primero en resucitar de entre los muertos. Él existe desde
siempre y para siempre, es la
Vida y el Viviente. Pero dejó su lugar junto a Dios
Padre para hacerse hombre por nosotros, para librarnos de la rebeldía
que nos había apartado de Dios, y para ser el primero entre muchos,
llamándonos a todos a participar de su Resurrección...
Su
dominio
es un dominio eterno, que no pasará, nos decía
anticipadamente el profeta Daniel. Es así porque su Reino es el de
Dios. Pilato, que representaba en Jerusalén al imperio de su tiempo, se
puso nervioso, y quiso saber directamente de Jesús si, y por qué, lo
venía a cuestionar. Es posible que también hoy los poderosos del mundo
se sientan incómodos ante el Reino de Dios, como si nadie tuviera
derecho a discutirles su poderío y su modo de reinar...
Por eso
toda la realidad, el mundo entero con todas las criaturas, es
parte del Reino de Dios, y lo es por origen y por conquista. Lo es por
origen ya que el mundo viene de las manos de Dios, en las que tiene su
fuente y su creador. Y lo es también por conquista ya que Jesús ha
venido a rescatarlo, a enderezarlo, a orientarlo de nuevo hacia Dios.
Lo hizo desde la Cruz, dando testimonio de la Verdad. Ordenando el
mundo entero con esa Verdad, que Jesús nos ha entregado a manos llenas,
éste vuelve a ser conquistado para Dios, y se integra nuevamente a su
Reino...
3. EL CAMINO ES HACER
QUE
JESÚS REINE EN NUESTROS CORAZONES Y EN NUESTRA
VIDA... Claro, puestos ante semejante tarea (ordenar el mundo entero
con la Verdad de Dios), puede ser que nos sintamos ante algo inmenso y
agobiante, superior a nuestras fuerzas, como si estuviéramos ante una
montaña que
no podemos escalar o una meta imposible de alcanzar. Sin embargo
Dios nunca nos propone algo que supere nuestra posibilidad...
Lo podemos ver, a poco
de abrir los ojos y el corazón para percibir los signos del Reino de
Dios presentes alrededor de cada uno de nosotros. Veremos por ejemplo a
las Hermanas que se han dedicado plenamente a Dios en la vida
contemplativa. Lo veremos también en las Hermanitas de los Pobres, que
han hecho de sus vidas una ofrenda plena a Dios, a quien pertenecen
para siempre, a través del servicio a los ancianos en los Hogares donde
cuidan de ellos, recibiendo en cada uno al mismo Jesús, al que sirven
con amor. Su disponibilidad es de tal manera total, que sirven a Jesús
donde sea que se las llame a hacerlo, hoy aquí y mañana en otro Hogar,
en otro país (como las Hermanitas Ana y Angela, que en estos días
partirán hacia sus nuevos destinos, en Colombia y Chile
respectivamente), o en otro continente...
Estos signos del Reino
de Dios son como "oasis" en los que cada uno de nosotros, peregrinos en
la tierra, podemos beber mejor
en las fuentes del Espíritu y alimentarnos a lo largo del camino para
que crezcan continuamente nuestras ansias de eternidad. De esta manera,
restableciendo nuestras fuerzas podemos dedicarnos, como lo hacen las
Hermanitas con su tarea diaria e infatigable en cada uno de sus Hogares
de Ancianos, a hacer
crecer el Reino de Dios, haciendo el
bien a todos...Volver al inicio de la predicación...