Dar, no sólo ahorrar...

Queridos amigos:
  
Esta fue mi predicación de hoy, 8 de noviembre de 2009, Domingo XXXII del Ciclo Litúrgico B, en la Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:

Alcancía ecológica1. HAY QUE APRENDER A AHORRAR, AUNQUE EL PELIGRO ES VOLVERSE MEZQUINOS... Hay muchos bienes necesarios que se están volviendo escasos: la energía (la electricidad, el gas), el agua, los servicios (el teléfono, otros instrumentos de comunicación). Por eso, aunque cuesta trabajo reunir dinero, es necesario ahorrar. Porque cada día se hace más difícil para solventar las necesidades cotidianas de nuestra vida terrenal. Ya no se trata sólo de "ahorrar para el futuro", es necesario hacerlo para llegar a fin de mes...

Ahorrar aguaPero además, hay que ahorrar los bienes escasos, y no malgastar. El agua, lo mismo que la energía (sea eléctrica o de cualquier otro tipo, son bienes escasos, que hay que aprender a administrar y conservar. Como también lo es el tiempo, hoy un bien especialmente escaso, y de la misma manera necesario. ¿Cómo se hace, si no, para que nos dure el agua potable, que a esta altura de la historia del mundo comienza a ser un bien escaso? ¿Cómo se hace en este tiempo, en el que vivimos a tal ritmo que siempre tenemos algo que hacer, para que nos alcance el tiempo, sin dejar de hacer nada de lo que nos parece importante, y al mismo tiempo tengamos nuestro momento para rezar, es decir, nuestro tiempo para alimentarnos del Único indispensable en nuestra vida, es decir, del mismo Dios?

MezquinoPero también puede suceder que, puestos a ahorrar, perdamos la medida de lo adecuado y terminemos siendo mezquinos. No hace falta para esto que abundemos en dinero. El que tiene mucho puede ahorrar mezquinamente mucho, pero el que tiene poco puede también ahorrar mezquinamente ese "poco". Es difícil encontrar la medida adecuada, saber qué hay que gastar y qué hay que guardar. Ante cualquier necesidad de alguien que lo rodea, alguno puede pensar en alguna posible necesidad de su futuro, y llegar fácilmente a la concusión de que no tiene nada para compartir, ya que no puede abstraerse de sus propias necesidades. Así, escudados en las posibles necesidades del futuro, nos puede suceder que nunca encontremos el modo y la posibilidad de compartir nuestros bienes con otros que los necesitan. Nos puede suceder que terminemos cargando un montón de cosas, que hemos guardado por las dudas, y que finalmente nunca usaremos. El mezquino no es feliz, no puede serlo de ninguna manera. Se pasa Escatimando los gastos con la obsesión de guardar para el futuro, y termina siendo él mismo pequeño, diminuto. Aunque tenga lo que necesita no sabe usarlo, y por eso mismo termina siendo desdichado, desgraciado e infeliz...

Por eso hoy Jesús llama nuestra atención y nos enseña a través de la viuda, que tenía muy poco, menos que nadie, y que sin embargo con un corazón grande supo sacar de su indigencia para dar todo lo que tenía para vivir. En el mismo momento había otros que daban mucho, pero Jesús nos muestra que dos pequeñas monedas de plata dadas con generosidad valen mucho más que la abundancia...

Pedir2. HECHOS PARA VIVIR CON LOS DEMÁS, PARA CRECER TENEMOS QUE APRENDER A COMPARTIR... Así es nuestra propia naturaleza. Estamos hechos para vivir con los demás, y eso no puede entenderse como si sólo podamos pensar que lo que nos toca es recibir de ellos, sino, en justa correspondencia, tanto dar como recibir...

 No puede funcionar una sociedad en la que sólo importa levantar el dedo para reclamar lo que cada uno piensa que le corresponde por justicia. Tendremos así muchos dedos levantados, tanto como miembros de esa sociedad, pero nadie podría encontrar de ese modo quién se hiciera cargo de lo que cada uno considera como justo para sí. Sólo podremos crecer si primero aprendemos a compartir...

Bien comúnLa señora de esta imagen de la izquierda podrá estar contenta viendo crecer la planta que le gusta, el joven podrá pasar una buen domingo con su pelota y sus amigos, la chica podrá estar contenta con su osito en la mano, y la señora mayor podrá estar feliz saliendo a pasear con su cartera, para visitar a sus hijos o sus amigas. Pero nada de eso será posible sin muchas otras personas que crean las condiciones necesarias, que resumimos como el "bien común", para que cada uno puede realizar su propio bien. Y ese bien común se construye entre todos, porque es responsabilidad de todos...

Manos para servirPor eso insisten los Obispos argentinos e insistirá siempre la Iglesia, hará falta el diálogo para construir juntos un bien que todos necesitamos y es responsabilidad de todos (cf. Conferencia Episcopal Argentina, Bien común y diálogo, 92ª Asamblea Plenaria, Pilar, 10 de noviembre de 2006)...

Todos buscamos nuestro bien. Pero nadie puede construirlo por sí solo. Para ello es necesario una serie de condiciones que dependen también de los demás. Todos necesitamos el bien común, que es "el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección". Ese bien común "no consiste en la simple suma de los bienes particulares de cada sujeto del cuerpo social". Además, ninguna persona "puede encontrar realización en sí misma, prescindiendo de su ser «con» y «para» los demás". Por eso es que todos nosotros tenemos que superar la actitud mezquina que nos lleva a tener las manos abiertas sólo para recibir, y cerrarlas con desconfianza y llenos de cálculos a la hora de dar, para abrirlas generosamente y construir juntos el bien común...

Amigo sostiene3. UN EJERCICIO COTIDIANO: BUSCAR EL BIEN DE LOS DEMÁS PARA ENCONTRAR EL PROPIO... Correr es siempre un buen ejercicio (cuando se puede), y se convierte además en una buena experiencia que enseña para la vida. Pero así como no es posible intentar llegar a la meta en una carrera si no se ha hecho una preparación mínimamente adecuada, de la misma manera es necesario un ejercicio que nos ayude a recorrer bien el camino de la vida...

Ancianos que se ayudanLa viuda sobre la que hoy Jesús nos hace fijar la mirada nos da la medida. Ella, desde su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir. De esa misma manera, ya que estamos hechos para vivir con los demás, ejercitándonos cada día en el trabajo de construir el bien común será posible que aprendamos a recorrer el camino de la vida. A veces nos tocará sostener a los demás porque somos más fuertes que ellos (como la señora que sostiene al niño), y otras veces también nos tocará sostenerlos, aún siendo más débiles (como los cachorros que apoyan al niño desde su espalda)...

ApoyoNo tendremos que esperar, entonces, nadar en la abundancia, para que después de haber recibido de la sociedad lo que nos ayudó a crecer estemos en condiciones de devolver algo. Las dos pequeñas monedas de cobre de la viuda que dio todo lo que tenía para vivir es más que lo que dieron desde su abundancia...

Siempre tenemos la posibilidad de poner una mano sobre el hombro de alguien que está esperando ese apoyo. Esto podremos hacerlo a lo largo de toda la vida. Pero para que estemos dispuestos, sólo hay un modo: ejercitarnos en ello cada día. No se improvisa la virtud, que es justamente un hábito, porque es un ejercicio incorporado, que se nos ha hecho fácil porque lo hemos practicado muchas veces. La mano tendida para dar antes de pensar en lo que nos toca recibir, la prontitud para estar atentos a lo que los demás pueden esperar de nosotros, la disposición para buscar el bien de los demás nos hará constructores eficaces del bien común, y al mismo tiempo nos hará encontrar el propio, porque habremos ciertamente encontrado el sentido más profundo y eficaz, a la medida de Dios, de nuestra vida...


Lecturas bíblicas del Domingo XXXII del Tiempo Ordinario del Ciclo B:

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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