1. LAS
COSAS ESPERADAS PUEDEN NO DEJAR DE SER UNA SORPRESA CUANDO
LLEGAN... Incluso cuando uno espera cosas que sabe con certeza que
sucederán, es
posible que, a pesar de la encendida espera, nos tomen por
sorpresa. Puede ser que estemos con los ojos fijos en una puerta
esperando que nos atienda algún profesional, pero de todos modos cuando
se abre la puerta no dejamos de sorprendernos...
Se trata
de una de esas sorpresas que llenan el corazón de gratitud, en
primer lugar a Dios pero también al Papa, por este gran don para la
Iglesia. Creo que es un mensaje muy
especial para estos tiempos que exigen juventud, ciencia y
eficiencia, que la Iglesia nos ofrezca no sólo la intercesión sino
también el mensaje y el ejemplo de una mujer sencilla, pobre,
silenciosa y eficaz que dedicó su vida y destinó a las Hermanitas de
los Pobres que ella fundó a la atención de los ancianos pobres, para
quienes fundó casas a lo largo de todo su camino por la tierra...
Todos
los que hemos conocido algo de la vida de la Beata Juana Jugan podíamos
esperar con ansias su próxima canonización. Pero ciertamente eso
bastaba esperar. Tampoco los amigos del paralítico que sedaron sólo
esperando el milagro de su curación. Lo bajaron por el techo delante de
Jesús, haciendo para ello un gran esfuerzo, movidos por una fe que el
mismo Jesús alaba. No bastaba, entonces, esperar que el Papa decidiera
si y cuando sería la canonización de la Beata. Teníamos en nuestras
manos la oración. Gracias a Dios los
Residentes de sus casas no esperaban de brazos cruzados. Los de hoy, y
los que ya han muerto, han rezado mucho. Y a todos nosotros la
confianza que podía darnos la oración no nos impide la especial
sorpresa y alegría que nos da la canonización ya anunciada...
2. PARA
EL QUE
VA DE CAMINO, LO PRINCIPAL ES ENCONTRAR EL RUMBO ADECUADO... Nosotros
vamos de camino por la vida, y corremos siempre el peligro de perder el
rumbo. Nuestra brújula no está garantizada, necesita ser corregida e
imantada de nuevo cada vez que perdemos el rumbo, para que Dios siga
siendo el centro que nos atraiga. Muchos males se pueden presentar en
nuestra vida, pero ninguno más grave que perder el rumbo. No son las
tormentas (climatológicas y económicas), no es la enfermedad o el
fracaso profesional lo que puede destruirnos. Ni siquiera la muerte
tiene sobre nosotros un poder definitivo. No es la parálisis, como la
del enfermo del relato que hoy nos presenta el Evangelio,
ni ninguna otr parálisis (política, social, anímica) la que más
puede complicarnos la vida...
Para nosotros, que
nacimos de
Dios ya que de Él hemos recibido la vida, y fuimos llamados a recorrer
el camino de nuestra vida como una marcha hacia a Dios, lo peor que
puede pasarnos es que perdamos el rumbo. Y precisamente en eso consiste
el pecado. El término griego utilizado en el Evangelio para referirse
al pecado es "hamartia", que significa precisamente errar
al blanco, perder el rumbo, dirigirse
hacia el lugar
equivocado. Por eso la principal ayuda que nos brinda Jesús
(que
sabe bien qué es lo que más nos hace falta), tanto al paralítico como a
nosotros, es el perdón de los pecados...
Por eso Dios comienza
por allí su gran milagro. Ofrece el perdón y, con
él, repara el corazón de todos los que están dispuestos a aceptarlo,
para que podamos enderezar el rumbo. Aceptando el perdón que Jesús nos
ofrece podemos comenzar a enderezar las cosas, podemos retomar el buen
camino. De este modo, gracias a la misericordia de Dios, es posible
para todos los que estemos dispuestos a aceptarla, recuperar nuestra
mejor dignidad, la de hijos de Dios. Y a partir de allí, también todo
lo demás puede arreglarse...
3.
CUANDO ACEPTAMOS EL PERDÓN
DE JESÚS, TENEMOS QUE ENDEREZAR EL RUMBO... Por supuesto, el perdón de
Dios no tiene un funcionamiento automático. Una vez que hemos aceptado
el perdón de Dios, no podemos quedarnos cómodamente instalados. Es
necesario ponerse de pie nuevamente, como hizo el paralítico curado por
Jesús, y retomar el camino, ahora en la buena dirección. Nos dirigíamos
hacia un lado que podemos significar con la flecha roja, símbolo
convencional que puede indicarnos la frustración, el alejamiento de
Dios, el infierno...
¿Cómo recuperar el
rumbo, cuando lo hemos errado, por nuestra
inadvertencia o por nuestra culpa? ¿Cómo reparar lo que hemos
estropeado en nuestra familia, en nuestros amigos, en nuestro barrio?
Todas estas cosas pueden hacernos esperar milagros. Y el
milagro es posible, ya que Dios siempre nos espera con el
milagro de
su perdón, y partiendo de allí podremos reconstruir lo que hemos
estropeado. La conversión a la que somos llamados por la
misericordia de Dios consiste en cambiar el rumbo y ponernos
nuevamente en camino. Este cambio de rumbo, señalado con la flecha
celeste, nos
encamina hacia el Cielo, al que Dios nos ha llamado...Volver al inicio de la predicación...
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