La abundancia del corazón...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 3 de agosto de 2003, XVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
Alimento1. SÓLO PUEDE SALIR PARA AFUERA LO QUE VAMOS PONIENDO ADENTRO... Por eso es necesario cuidarse un poco con los alimentos. Si comemos sólo cosas grasas, y muchas, seguramente nos subirá el colesterol. Si abusamos de la sal, a medida que pasa el tiempo comenzará probablemente a subirnos la presión. Y si comemos con abuso cosas dulces, iremos creando "reservas" de energía que nos harán engordar todos los días un poco más (y si además somos diabéticos, nos subirá la glucemia por encima de lo recomendado)...
 
Vivimos de nuestros alimentos, que nos aportan la energía para nuestro movimiento y nuestra actividad, pero tendremos los resultados que correspondan a lo que vamos incorporando. No podemos esperar siempre milagros en los resultados. De acuerdo a como somos (me refiero a las predisposiciones personales, que nos hacen responder de una manera o de otra a los estímulos) y a lo que comemos, iremos evolucionando de una manera o de otra...
 
Esto, que sucede en lo físico, también sucede en lo psíquico y espiritual. Como dice el refrán bíblico, con el que Jesús se refiere a los fariseos, "la boca habla de la abundancia del corazón" (Mateo 12, 34). Si en el corazón tenemos odios, broncas, resentimientos, cuando hablemos saldrá eso hacia afuera. Si tenemos tristeza, abatimiento, desesperanza y frustración, es difícil que al hablar podamos decir frases cargadas de entusiasmo. Y a la vez, si estamos llenos de paz, de alegría, de espíritu constructivo y de ánimo positivo, transmitiremos estas actitudes en todo lo que hagamos y digamos. Por eso, es muy importante tener en cuenta con qué vamos alimentando cada día nuestro corazón, porque siempre saldrá hacia afuera lo que abunda adentro...
 
Jesús Pan de Vida2. JESÚS ES EL PAN DE VIDA. ÉL NOS PUEDE CALMAR TODO EL HAMBRE Y TODA LA SED... Jesús es el alimento, que se parte y se entrega, que se multiplica y se pone en nuestras manos para darnos la Vida eterna, y sólo Él nos puede dar el Pan de Vida eterna, decíamos el Domingo pasado. Todo el capítulo 6 del Evangelio de San Juan, que comenzamos a recorrer el Domingo pasado, que seguimos hoy y que continuaremos todavía en los tres próximos, este contenido esencial de nuestra fe resuena con toda su eficacia y su contundencia...
 
¿Dónde podemos encontrarlo a Jesús, para que nos alimente cada día, y así calme nuestras ansias de vivir para siempre, y con una vida plena? Toda la Misa nos habla de su presencia, que se manifiesta de múltiples maneras, para estar siempre al alcance de nuestra mano...
 
Jesús está presente en Su Palabra, que proclamamos en la Misa de manera solemne, pero que podemos tener siempre a mano en casa, en la oficina... Siempre es posible acudir, al menos un instante (o dos...) cada día, a la Palabra de Dios que está escrita en la Biblia y es transmitida en la predicación de los sucesores de los Apóstoles (los Obispos), con la ayuda de sus colaboradores (los presbíteros y los diáconos). Y se trata de una Palabra que alimenta...
 
Jesús está presente también, cada vez que nos reunimos a celebrar nuestra fe, en la misma comunidad que formamos con todos los que han sido convocados a participar en ella (eso significa en su origen la palabra "Iglesia": la asamblea de los convocados...). La oración que hacemos en esas ocasiones cuenta con una presencia especial de Jesús, sencillamente porque nos hemos reunido en su nombre (Mateo 18, 20), y esa presencia de Jesús también nos alimenta...
 
Jesús está también presente a través de los signos sacramentales que ponemos los ministros cuando celebramos sus sacramentos, en su nombre (Mateo 10, 40). Seamos gordos o flacos, simpáticos o antipáticos, acogedores o refractarios, buenos o menos buenos (o incluso decididamente malos), Jesús ha comprometido su presencia en todos los gestos con los que celebramos los sacramentos, con los que también nos alimenta...
 
También está presente, y especialmente, en su Cuerpo y su Sangre, pero ya volveremos sobre ello el próximo Domingo. Mientras tanto, podemos estar seguros que Jesús está siempre a mano, de una manera o de otra, para que no nos falte nunca, y pueda así ser el Pan de Vida eterna que nos alimenta. De esta manera, podemos llenar nuestro corazón de Jesús. Esa abundancia tendrá necesariamente sus consecuencias, y hará que algo vaya cambiando en nosotros cada día...
 
Hombre nuevo3. ALIMENTADOS CON JESÚS, NACE EN NOSOTROS EL HOMBRE NUEVO, A SU IMAGEN... "La boca habla de la abundancia del corazón", decíamos al comenzar. Y si Jesús llena el nuestro, eso se manifestará en toda nuestra vida, nos saldrá "Jesús" desde adentro, hasta por los poros...
 
Pero además, si tenemos en cuenta lo que nos decía hoy San Pablo, alimentados por Jesús, irá muriendo en nosotros ese "hombre/mujer viejo/a" que fue sepultado en nuestro Bautismo pero que quiere revivir a cada paso, e irá naciendo ese "hombre/mujer nuevo/a" que se va construyendo en nosotros, hecho/a a imagen de Jesús, con sus actitudes profundas de fe, de confianza en Dios nuestro Padre, de entrega fiel y decidida a nuestros hermanos en el servicio cotidiano del amor. Y atención, que para esto no hay límites de edad, siempre seguiremos creciendo si Jesús es nuestro alimento, hasta alcanzar, por su misericordia, la Vida eterna...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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