Un llamado personal...

Queridos amigos:

Todavía desde Roma, les envío la predicación que preparé para hoy, 19 de enero de 2003, II Domingo del Tiempo Ordinario, basado en estas frases de las lecturas bíblicas de hoy: 

1. NADA MEJOR QUE COMPARTIR UN VIAJE DE VACACIONES PARA CONOCER A ALGUIEN... Porque viajando se pasan muchos momentos juntos, y todas las máscaras más tarde o más temprano se caen. Se viven muchas horas juntos, generalmente en espacios reducidos (el auto, el colectivo, la casa donde nos alojamos, la carpa donde descansamos...

 
Todos estos lugares favorecen un conocimiento intenso y acelerado, se dan muchas oportunidades para compartir las propias intimidades, la confianza nos va permitiendo desarmar las barreras y meternos un poco más en ese recinto sagrado en el que descansa y respira lo más propio de cada uno de nosotros.
 
La cercanía, el contacto continuo y distendido, la confianza, y, en las raíces profundas de todo esto, el amor fraterno, nos lleva a conocernos en profundidad, y a maravillarnos siempre con el hondo misterio que hay en cada uno de nosotros.
 
Pero esto, que vale para nosotros los humanos, también se vale para conocer a Dios, desde el momento en que Él decidió compartir nuestra condición humana:
 
2. PARA CONOCERLO A JESÚS, DIOS HECHO HOMBRE, ES NECESARIO VIVIR CON ÉL... Así, cuando Juan el Bautista indicó a sus discípulos que Jesús era el Mesías que esperaban, el que traía la salvación que viene de Dios, y dos de ellos se encontraron con Él, simplemente le preguntaron: "¿dónde vives?", y siguiendo su invitación, se fueron a pasar todo el día con Él.
 
Los Apóstoles después llamaron a otros, como a Pedro, hermano de Andrés y lo siguieron para siempre. Pasaron mucho tiempo junto a Jesús, y compartieron muchas cosas, hasta aquella última Cena juntos, que fue la primera Misa. Y desde ese momento hasta hoy, siempre será el mismo camino el que lleve a conocerlo a Jesús: simplemente ir donde Él está, y pasarlo con Él...
 
Jesús está vivo y presente en su Palabra, con la que se dirige a cada uno de nosotros, con un eco y una llamada particular. Jesús está siempre presente en los Sacramentos, que Él mismo nos ha dejado como signos eficaces de su presencia salvadora, que de extiende a través de los siglos. Jesús está especialmente presente en la Eucaristía, por la que vuelve a ofrecerse en cada Misa como en aquella última Cena, en la que anticipó a los Apóstoles lo que después sería su entrega plena en la Cruz. Y todo esto es posible, porque Jesús vive, ha resucitado, y es posible, entonces, estar con Él...
 
El Papa ha agregado, hace unos meses, 5 nuevos misterios al Rosario, llamados Misterios de la Luz. Ellos nos ponen ante 5 momentos culminantes en los que Jesús se manifiesta con toda su capacidad de poner luz en nuestra vida: El momento del Bautismo en el Jordán (Marcos 1, 9-11), las bodas de Caná (Juan 2, 1-10), el anuncio del Reino y el llamado a la conversión (Marcos 1, 14-17), la Transfiguración (Lucas 9, 28-36) y la institución de la Eucaristía (Mateo 26, 26-29). El Papa nos invitó a que rezáramos el Rosario los jueves, meditando en estos misterios, que ponen ante nuestros ojos y nuestro corazón la Luz que nos trae Jesús (y los demás días de la semana, con los misterios ya desde hace tiempo conocidos: los lunes y sábados con los misterios gozosos, los martes y viernes con los misterios dolorosos y los domingos y miércoles con los misterios gloriosos). En realidad, lo que ha hecho es invitarnos a que todos los días pasemos un rato con Jesús. El sabe que sólo así es posible conocerlo, y sabe que sólo el trato frecuente con Jesús nos hace escuchar esa voz única e irrepetible con la que se dirige a cada uno de nosotros...
 
3. PARA SEGUIR A JESÚS, HAY QUE OÍR LA PALABRA PERSONAL CON LA QUE NOS LLAMA A CADA UNO... Puede ser que alguna vez hayamos pensado que la vocación es una cosa muy especial, que le pasa solamente a algunas personas, en ocasiones muy especiales. Y sin embargo, es alguno mucho más simple y corriente.
 
A todos y a cada uno de nosotros Jesús está llamándonos, desde el primer momento, con una palabra personal, que constituye nuestra vocación. Todo lo que Dios espera de nosotros, como respuesta los dones que generosamente ha puesto y pone cada día en nosotros, se resume en nuestra vocación: el llamado que Dios nos hace... Y para descubrir nuestra vida como una continua vocación (casado, soltero o consagrado, profesional, empleado o desocupado, artista, escritor o albañil...), es necesario oír su Palabra, que se manifiesta a través de las múltiples maneras con las que se hace presente en nuestra vida. Y para oírlo a Él, y estar atento a todas sus manifestaciones, simplemente hace falta vivir con Él, estar con Él, como hicieron los discípulos...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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