Cuando duelen los zapatos...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 24 de agosto de 2003, XXI Domingo del Tiempo Ordinario. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
Pie roto1. CUANDO ALGO ESTÁ MAL EN NUESTROS PIES, NOS APRIETAN Y NOS DUELEN LOS ZAPATOS... Y hasta puede ser que ni siquiera nos los podamos poner, porque los tengamos a la miseria...
 
En realidad, nunca duelen los zapatos, por más duros que sean. Los que duelen son los pies. Y cuando nos duelen los pies, puede ser que por un "rato" se pueda zafar sacándose los zapatos y poniéndose unas lindas pantuflas bien acolchadas. Pero sin son los pies los que están mal, ese solución no alcanza ni dura. Volverán a doler cuando los queramos "usar" para caminar o para correr. Por otra parte, los pies no pueden sacarse con la facilidad con la que nos sacamos los zapatos, y por eso hay que arreglarlos, en vez de sacarlos. Como dice el refrán, "hay que poner el remedio donde está la enfermedad". Por lo tanto, si nos duelen los pies, no hay que conformarse pensando que son duros los zapatos, y cambiándolos por otros más blandos. Hay que llegar a un buen diagnóstico, y después disponerse a arreglarlos...
 
De todos modos, está claro que los pies no es la único que nos duele. A los discípulos y a los Apóstoles, como también a nosotros, son las palabras de Jesús las que a veces nos resultan duras y nos incomodan. Muchos quisieron abandonarlo a Jesús cuando sus palabras les resultaron duras, y de hecho lo hicieron. En este tiempo nos encontramos con demasiada frecuencia con actitudes más "livianas": las de quienes piensan que es posible quedarse con Jesús, pero poniéndole agua, para suavizarlas, a sus palabras. Es algo así como sacarse los zapatos cuando nos duelen los pies, y no hacer nada para arreglarlos (los pies, no los zapatos...).
 
Familia2. SON DURAS LAS PALABRAS DE JESÚS, PERO SON LAS ÚNICAS CON ESPÍRITU Y VIDA... Jesús no se anda con vueltas. Sabe lo que dice, y cómo y cuánto pueden incomodarnos sus palabras. No porque no sean las que necesitamos, sino porque nuestras costumbres, nuestro modo de vivir se ha ido deformando, más que un par de pies hinchados como empanadas hinchadas...
 
Por eso nos dice, como les dijo a los Apóstoles cuando les resultaron duras sus palabras, que tengamos en cuenta que son las únicas con Espíritu y Vida. Así podremos evitar remedios.  Y esto se aplica a todas las palabras de Jesús. No sólo las que venimos proclamando y explicando en los últimos domingos, del llamado Discurso del Pan de Vida, con las que nos dijo que Él es alimento verdadero, que da la Vida eterna, sino a todas sus palabras.
 
Pensemos, por ejemplo, las palabras de Jesús sobre el matrimonio, que Él ha constituido para los bautizados en un Sacramento, es decir, un signo eficaz de su amor y de su gracia, signo que, como nos explica San Pablo en su carta a los Efesios hoy proclamada, Jesús lo refiere a su unión con la Iglesia, haciendo de cada matrimonio entre bautizados un signo de su fidelidad a la Iglesia.
 
Pueden resultar duras estas palabras en tiempos como los nuestros, en los que a "cualquier cosa" se le llama unión, aunque no tenga nada que ver con la naturaleza humana y deba ser llamado, entonces, no sólo antinatural, sino dañoso para la persona humana. Pueden resultar duras en este tiempo en el que fácilmente, cuando aparecen las dificultades en la vida matrimonial, enseguida se olvida que al momento de casarse se ha tomado la decisión de darse y entregarse del todo, dejando padre y madre para unirse de tal manera que ya se es con el otro una sola carne (esto no se refiere sólo y principalmente a la unión física y sexual sino que es una expresión bíblica que significa ser "una unidad indestructible"). Pueden resultar duras si se piensa que, en realidad, no hay palabras que puedan decirse de una vez para siempre, y siempre se tiene el derecho de volver a elegir, como si nada hubiera pasado...
 
Pero de todos modos, apoyados en Jesús, sabemos que sus palabras sobre el matrimonio son las únicas con Espíritu y Vida para los cónyuges y a para sus hijos. Por eso, aunque pueda parecer más fácil "acomodarse" a las costumbres de este tiempo, y esperar o desear que también la Iglesia cambie un poco y sea más amplia, y admita el modo con el que hoy se vive el matrimonio (es decir, la solución fácil para los problemas del matrimonio de hoy, "sacarse los zapatos y ponerse las pantuflas", en vez de ir a la raíz de los males), Jesús nos llama a seguir confiando en sus palabras, que "ponen el remedio donde está la enfermedad", y le aportan Espíritu y Vida al matrimonio...
 
Jesús predica3. ¿A QUIÉN VAMOS A IR? JESÚS TIENE PALABRAS DE VIDA ETERNA... Jesús sabía que no todos iban a estar dispuestos a seguir adelante, con las palabras que les decía. Sabía también quiénes lo iban a traicionar. Pero no obligó a nadie a quedarse a su lado. Optar por Jesús requiere siempre una entera y plena libertad. Sólo así se pueden seguir con entusiasmo sus palabras...
 
Cada vez que nos duelan, entonces, las palabras de Jesús, cualesquiera de ellas, las del amor y las del perdón, las del matrimonio y las de la Cruz, las de perder la vida para poder encontrarla y las de las Bienaventuranzas, nos hará bien recordar la respuesta de Pedro, ante la pregunta de Jesús, que Él mismo nos dirige a cada uno de nosotros cada día: «¿También ustedes quieren irse?». No sirve una respuesta cualquiera, para salir del paso. La pregunta es trascendente, si tenemos en cuenta que Jesús, por el Bautismo, nos ha invitado a su casa, nos ha llamado al Cielo. Si lo tenemos en cuenta, sabremos a dónde ir y qué responder, no lo vamos a dudar ni un solo instante: sólo Él tiene palabras de Vida eterna...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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