Llegar a algún lado...

Queridos amigos:

Esta fue mi predicación de hoy, Domingo 16 de noviembre de 2003, XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
Avión1. CUANDO INICIAMOS UN VIAJE, QUEREMOS LLEGAR A ALGÚN LADO... Eso lo teníamos claro las 4000 personas que ayer largamos la carrera "Buenos Aires corre", desde Plaza Congreso, con la menta fija en la llegada, que suponíamos 10 Km. más adelante (aunque finalmente encontramos un poco antes, ya que la distancia fue menor a la planeada, por supuestos problemas organizativos)...
 
De todos modos, con algunos medios de transporte de nuestro tiempo, uno puede olvidarse, al menos por un tiempo, de la meta, disfrutando las comodidades del viaje. Por ejemplo, algunos ómnibus de larga distancia vienen provistos de asientos que parecen camas, tienen cine que se puede ver con toda comodidad, se sirven las comidas como si se estuviera en un Restaurante, y cuentan con baños en los que no falta nada. No es lo mismo en los aviones, en los que hoy los asientos son tan chicos, que ya desde el inicio estamos deseando llegar (salvo el que viaja en primera clase, que puede encontrarse con asientos que son verdaderamente un cama, que se separan de los demás con una cortina, convirtiendo el propio lugar casi en un dormitorio, y cuentan con cine, en el que se puede elegir la película que se quiere ver,en el idioma que se puede entender, donde se come "de lujo", iniciando con algún jugo de fruta o de tomate, o con un Champagne desde antes de levantar vuelo, e incluso, en algunas líneas aéreas, recibiendo un pijama para disponerse al sueño con toda comodidad)...
 
De todos modos, hay que tener claro que, por cómodo que sea el vehículo y el viaje, se lo ha emprendido para llegar a algún lugar, y no tiene sentido querer permanecer siempre en el trayecto, por cómodo que sea. Por eso conviene recordar que también nuestra vida en esta tierra es un viaje. Nos hemos subido a ella cuando nacimos, y tendremos que bajarnos al llegar al final, donde está la meta. Vale la pena, entonces, para no correr el peligro de querer quedarnos para siempre en el trayecto, tener presente hacia donde vamos. Por eso, cuando se acerca el final del año litúrgico (será el próximo domingo, y en el siguiente comenzaremos uno nuevo con el Adviento, tiempo dedicado a preparar la Navidad), Jesús nos recuerda hacia dónde vamos en el camino de la vida, cuál es la meta, qué es lo que nos encontraremos al final...
 
Camino2. VAMOS HACIA EL CIELO, BUSCANDO ALCANZAR LA PLENITUD QUE ANHELAMOS... La muerte de Jesús en la Cruz y su Resurrección nos muestran que Dios nos ha querido para un destino de eternidad, al que nos ha llamado por su misericordia, y hacia el que vamos a través del camino de la vida. Esto es mucho más de lo que con nuestra propia capacidad podríamos alcanzar, pero una propuesta firme que Dios nos hace, sembrando en nosotros la nostalgia del Cielo, el anhelo de la eternidad...
 
Una vez que el Cielo ha sido abierto para todos por la Resurrección de Jesús, podemos decir que ha comenzado la etapa final, y por lo tanto "el fin está cerca, a la puerta", diciéndolo con las misma palabras de Jesús, proclamadas hoy. Por supuesto, no es una cercanía cronológica que tenga día y fecha que nos podamos poner a calcular, y por otra parte tampoco importa mucho hacerlo, ya que para cada uno de nosotros ese final llegará "antes que pase esta generación" (a la que pertenecemos). La Resurrección de Jesús inició la etapa final de la historia, en la que el Reino de Dios debe anunciarse a todos los hombres, y expandirse por todos los rincones del mundo, y eso es lo que realmente importa. El Cielo será el Reino de Dios en su resultado final, con todos los que hayan elegido responder con amor al Amor de Dios.
 
Mientras tanto, mientras vamos de camino, todo es provisorio, y por lo tanto no hay que tomar nada como definitivo. Para que estemos seguro de esto, Jesús nos recuerda que hasta el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Todo esto, que parece que "va a durar para siempre", tiene su punto final, ya que el Cielo está mucho más allá de todo esto. Cuánto más, entonces, tendríamos que aprender a poner en su verdadera dimensión cosas que hoy tomamos como centrales y definitivas...
 
Ni la casa en la que vivimos es nuestra "casa definitiva", ni el trabajo que hacemos, o la ocupación que se roba lo mejor de nuestros afanes, durarán para siempre. Son instrumentos y/o son parte del camino, pero no pueden atraparnos más que la misma meta, ya que en algún momento habremos llegado, y tendremos que dejarlos. ¿Qué pensaríamos de alguien que se toma por primera vez en su vida un avión, porque quiere conocer Europa, donde nunca estuvo, y le impresiona y le maravilla tanto el avión, que cuando llega, ya no quiere bajarse? Pues bien, eso mismo tendría derecho a pensar de nosotros el que viera que, transitando el camino de la vida, a veces no sólo no queremos mirar hacia el Cielo, sino que nos interesa más quedarnos en el camino que llegar...
 
Amor3. CON EL BIEN QUE HACEMOS, SE VA ACERCANDO EL REINO DE DIOS, QUE ESPERAMOS... El Reino de Dios, que llegará a su plenitud en el Cielo, es el Reino de la paz y la justicia, es el Reino del amor, que se alimenta del Amor de Dios...
 
Por esta razón, mientras vamos de camino, estamos llamados a hacer que el Reino de Dios se acerque, a través de nuestro compromiso con la justicia y la paz, con la perseverancia y la constancia de nuestro amor, comprometiéndonos con decisión en la construcción del bien para todos los que nos rodean. Al fin y al cabo, en eso consiste el amor, cuando deja de expresarse sólo en palabras, y se convierte en una realidad operante...
 
Nuestra misión, mientras caminamos hacia el Reino de Dios, que esperamos, es ir transformando toda nuestra vida y toda la realidad que nos rodea con los valores del Evangelio. De esta manera, no nos sentaremos sólo a esperar que el Cielo llegue algún día, sino que además ayudaremos a que vaya llegando...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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