1. LO
QUE MÁS LE IMPORTA AL QUE HACE UNA FIESTA SON LOS
INVITADOS...
Cada tanto nos toca organizar una fiesta (cumpleaños,
aniversarios,
fiestas colegiales, fiestas religiosas), ya que la fiesta forma parte
de la vida. Es más, puede decirse que la fiesta es el
sentido último de
la vida, ya que Dios nos ha hecho para la gran Fiesta del Cielo...
Para
realizar una fiesta, lo primero que tenemos que preparar es el lugar
donde
la celebraremos. No sólo hará falta que todo
esté limpio y ordenado,
además convendrá contar con adornos y
cotillón propios para cada
ocasión, que disponen el espíritu y el
ánimo para celebrar...
Sin
embargo, aunque el lugar y los alimentos sean importantes, el que hace
una fiesta no puede
perder de vista que lo más importante
serán siempre los invitados. La fiesta nos permite celebrar
la
vida con aquellos con quienes la compartimos habitualmente,
especialmente los familiares y los amigos. Con ellos es con quienes nos
reunimos, con ellos brindamos, con ellos nos unen y celebramos los
motivos de las fiestas que compartimos. De nada nos
servirían los
globos, las maracas, las tortas, y todo lo que tenemos para compartir,
sin en la fiesta faltaran aquellos con quienes queremos celebrar...
2. DIOS
INVITA A TODOS A LA FIESTA DEL CIELO, Y QUIERE QUE NADIE SE
PIERDA... El Cielo es la gran fiesta de Dios. Es una
fiesta completa y
total. Toda la creación adquiere su sentido más
profundo como
preparación a esa fiesta. Todos los hombres son
invitados a esta
fiesta, y se constituyen así en el centro de la
creación. Y a través de
la historia cada uno de los hombres debe responder a esta
invitación de
Dios...
Si
miramos nuestro tiempo con los ojos de la fe, no tardaremos en
describirlo
como un tiempo en el que los hombres que han perdido la huella
y
necesitan ser rescatados. Nuestra cultura, que encuentra sus
raíces más
fructíferas en el Evangelio, se encuentra sacudida por el
drama de
muchos hombres que ya han perdido la fe, y claman en la
búsqueda de una
trascendencia que a la vez anhelan y se les escapa (así lo
dice el Papa
en su comentario a la parábola del hijo pródigo
en su reciente libro: Benedicto
XVI, Jesús de Nazaret, Planeta
2007, págs. 243-253)...
3. PARA
DISFRUTAR DE LA FIESTA HAY QUE PODER ALEGRARSE CON TODOS LOS
INVITADOS... Sin embargo, la parábola no se detiene
allí. Porque si es
cierto que, de algún modo, todos tenemos algo del hijo
necesitado de
perdón, también es cierto que a veces nos parece
que somos tan buenos,
que más nos corresponde el lugar del hijo que nunca se
alejó de la casa
del Padre. Quizás eso nos lleve a pensar que la fiesta del
Cielo es
para los que son como nosotros...
Sin
embargo la fiesta es para todos. Dios invita a todos, y cualquiera que
responda
a Dios y acuda al llamado de su misericordia, aunque haya malgastado
sus bienes por el camino, tiene parte en la fiesta. Tan variadas como
los animales de la fiesta que nos muestra el dibujo de la derecha, son
las personas que podremos encontrarnos en la fiesta del Cielo, a la que
podrán llegar todos los que se arrepientan de sus
desvíos y acepten la
invitación de Dios antes de acabar su vida.
¿Qué tal si, en el Cielo, a
ese que queremos menos, a ese político, o "piquetero", o
adversario o
enemigo del que no queremos ni oír hablar, llega al Cielo
por la
misericordia de Dios y el arrepentimiento de sus pecados y le toca
sentarse a la Mesa de la Fiesta celestial "justo a
nuestro lado"? Me parece que tenemos que tenerlo en cuenta y
aprovechar, mientras vamos de camino, para aprender a alegrarnos con
cualquiera que responda al llamado y a la misericordia de Dios, porque
Él
toca a la puerta de todos cada día...Volver al inicio de la predicación...
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