Responder a todos los males...
1.
CUANDO LAS COSAS ESCASEAN, SU PRECIO AUMENTA CON FACILIDAD...
Lo hemos podido comprobar fácilmente en estos
días en Argentina. Casi
de un día para otro subió sin medida el precio de
los tomates, al punto
que en algunos Restaurantes en los que suelen almorzar las personas que
trabajan en el centro de la ciudad avisaron que hasta que los precios
no se normalizaran no presentarían más en el
menú la ensalada de
tomates. Son ocasiones que ayudan a descubrir las virtudes de otras
verduras, que son muchas y buenas: brócoli,
lechuga,
acelga,
zapallito.
Es más, sería buena costumbre comer en cada
momento las verduras
propias de la estación, que suelen tener precios
más normales...
También
sucede con otros elementos. Hace años que en todo el mundo
(menos en la
Argentina, donde al menos oficialmente los precios tienen siempre un
aumento "limitado", a veces incluso artificialmente), el precio del
petróleo sube sin parar, de modo que al menos aparentemente
buena parte
de los conflictos armados tienen que ver con el dominio de las reservas
de tan importante fuente de energía...
Por eso yo
creo que habría que admirarse de la paciencia
del pueblo argentino. Hace ya mucho tiempo, en el lejano 1990, los
Obispos de la Iglesia en Argentina proponían
líneas
pastorales para realizar una nuevo anuncio del Evangelio para todo
nuestro pueblo, señalando entre los desafíos que
se presentaban en
ese momento el de "una justicia demasiado largamente
esperada" (tomaban esta frase de un Discurso de Juan Pablo
II al Consejo Episcopal Latinoamericano, en 1984). Si eso
sucedía hace
diecisiete años, lo mismo y con más
razón podría decirse hoy, porque a
pesar del tiempo pasado no se ve que se haya avanzado mucho por el
camino de las soluciones. No parece que las condiciones hayan mejorado,
sino todo lo contrario. Por eso nosotros podríamos hoy
preguntarle a
Dios, como hacía el profeta Habacuc: "¿hasta
cuándo?". Y para que no
corramos el riesgo de perder el rumbo, Jesús nos
enseña, como hizo con
los Apóstoles, un camino difícil pero posible, el
camino del perdón...
2. LA FE
NOS HACE CAPACES DE RESPONDER CON EL
PERDÓN A TODOS LOS MALES... Perdonar setenta veces siete,
como Jesús
nos dice, significa perdonar siempre, y sin límites, cuando
el que nos
ha hecho un daño está dispuesto a cambiar su
actitud. Los Apóstoles
parecen adivinar nuestras dificultades para asumir semejante propuesta,
y ponen en evidencia sus propias limitaciones. Por eso, ante este
desafío, le piden a Jesús lo único que
les permitirá llevarlo adelante,
le piden que les aumente la fe...
La fe,
aún siendo pequeña, siempre da sus frutos. Por su
propio dinamismo, si
la cuidamos y la alimentamos, la fe, don de Dios, crece día
a día, y se
va haciendo más fuerte. De allí la
comparación que Jesús hace con la
semilla de mostaza, muy pequeña, pero suficiente para dar
lugar a un
gran arbusto. Pero además, como los músculos que
ejercita un deportista
en sus entrenamientos cuando se prepara para sus desafíos
más
importantes, la fe crece con el ejercicio. Nada nos hace más
capaces de
perdonar que experimentar una y otra vez el bien que hace, al que lo da
y al que lo recibe, el perdón. Ante cualquier mal es posible
reaccionar
con enojo y con violencia, y eso no hace más que aumentar el
daño. Pero
también es posible responder con el perdón, con
lo que el mal sufrido
pierde su batalla, ya que se convierte en ocasión para el
bien que se
hace con el perdón. Esto requiere paciencia, pero sobretodo
una
fe firme, que nos permita avanzar confiados por el camino que nos
propone Jesús...
A
Dios,
que nos ha hecho sus hijos por su misericordia, le debemos el don de la
fe, que nos ha hecho encontrar el camino de la salvación.
Hace falta
alimentar cada día la fe, y, como decía San Pablo
a Timoteo y nos dice
hoy a nosotros, reavivarla, como quien alienta y alimenta un fuego para
que no se apague...Volver al inicio de la predicación...
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