La parte del mundo que nos toca...

Queridos amigos:
 
Esta es la predicación que preparé para el 28 de octubre de 2007, Domingo XXX del Ciclo Litúrgico C, en la Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:

 
Mirar desde arriba1. TAMBIÉN LOS PETISOS PODEMOS MIRAR A LOS DEMÁS POR ENCIMA DEL HOMBRO... Basta subirnos a un escalón (o más, si hace falta), estirar un poco el cuello, tirar un poco la cabeza hacia atrás y mirar un poco hacia abajo: enseguida nos parecerá que todos han quedado un escalón más abajo...

En realidad a todos, altos o petisos, nos resulta bastante fácil subirnos a la loma de nuestro propio orgullo, y desde allí comenzar a mirar a todos hacia abajo. Así es como nacen todas las discriminaciones que hacen tanto daño a la unidad y a la paz de las familias, de las naciones y del mundo entero...

DescansandoEsto resulta muy cómodo, porque cuando miramos a los demás por encima del hombro, convencidos que todos, menos nosotros, tienen la culpa de todo lo malo que pasa, enseguida podemos comenzar a criticar y quedarnos tranquilos, esperando cómodamente que los demás se hagan cargo de arreglar todo lo que anda mal en el mundo, mientras a nosotros nos toca sólo dar las indicaciones...

Eso parecía hacer el fariseo, que rezaba mirándose a sí mismo, y estaba tan contento por lo bueno que era, que cuando veía al publicano en el fondo del templo sólo encontraba motivos para diferenciarse de él y criticarlo, con aparente gratitud, que en realidad no era más que un aplauso para sí mismo. Así es como no se daba tiempo ni siquiera para mirar a Dios, a quien se supone que debía dirigirse su oración. Estaba tan centrado en sí mismo, que su oración no podía llegar a Dios (así lo interpreta en su libro Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Planeta 2007, pág. 89), volaba tan bajo que no podía superar la línea horizontal del suelo...

Sin embargo, nadie es tan bueno que no pueda ser mejor, y nadie tan malo que no pueda cambiar. En realidad, todos estamos hechos de la misma materia prima: todos cargamos con las consecuencias del pecado original y somos sostenidos por la gracia misericordiosa de Dios. Y todos tenemos un poco de cada una de estas realidades, en distintas proporciones. Por esta razón Jesús hoy quiere enseñarnos a levantar la mirada hacia Él, para que en vez de quedarnos mirando a los demás por encima del hombro, podamos ponernos a rezar de una manera en la que tengamos frutos y alcancemos la justicia de Dios...

Padre misericordioso2. TODO LO BUENO VIENE DE DIOS. TODOS SOMOS MENDIGOS DE SU MISERICORDIA... En esto todos nos parecemos. Nadie es bueno por su propia capacidad. Todos podemos encontrar como razones de nuestra bondad (en la medida en que la tengamos), las huellas de nuestra herencia familiar, las ventajas de nuestro temperamento, la calidad de la educación que hemos recibido, los buenos ejemplos que nos han dado. Pero además, y sobretodo, es la gracia y el amor con el que Dios nos sostiene lo que nos permite hacer algo bueno. Por esta razón, delante de Dios no nos sirven como carta de presentación nuestros méritos, sino nuestro arrepentimiento, porque si en algo no somos como deberíamos ser, se debe a nuestro pecado y nuestra falta de respuesta a los dones de Dios...

Todos necesitamos continuamente la misericordia de Dios para ser buenos. Por eso es que somos mendigos de Su misericordia (en los últimos años se ha mostrado mucho este cuadro de Rembrandt que representa al Padre misericordioso recibiendo en su casa al hijo pródigo cuando vuelve sediento de su misericordia, después de haber malgastado sus bienes en una vida licenciosa)...

Manos abiertasCuando optamos por recibir la comunión en nuestras propias manos, las tendemos hacia adelante, unidas. La izquierda hace de trono, en la que el Ministro pondrá el Cuerpo de Jesús. Y la derecha está abajo sosteniéndola. Así dispuestas, nuestras manos son manos de mendigos, con las que acudimos a recibir la misericordia con la que Dios nos alimenta...

Siendo coherentes con este gesto, frente a los males que vemos al rededor de cada uno de nosotros no podemos descansar pensando que todo lo que anda mal es culpa de los demás, y que es a ellos a quienes les toca cambiarlo, mientras nosotros nos miramos contentos el ombligo, dando gracias a Dios porque somos muy buenos. Mendigos de la misericordia de Dios, sabemos que Él estará esperando los frutos que con ella demos...

Pumas3. TENEMOS QUE CAMBIAR LA PARTE DEL MUNDO QUE NOS TOCA: NOSOTROS MISMOS... Hay una parte del mundo que está en nuestras manos. Y, en vez de quejarnos por lo que no hacen los demás, o quedarnos esperando que los demás mejoren el mundo en el que vivimos, podemos meter manos a la obra. Vimos en los días pasados un equipo de argentinos que enfrentó con compromiso y decisión un sinnúmero de dificultades para lograr un resultado, y nos alegramos y admiramos por lo que alcanzaron. Enseguida a alguno se le ocurrió pensar que teníamos que tomarlos como modelo para toda la Argentina. Y a alguno quizás le gustaría que ellos, que supieron cómo emprender lo que les tocaba, se hagan cargo de nuestra Argentina. No faltará, quizás, quien cansado de los malos resultados de nuestra democracia ponga una foto de los Pumas en el sobre de su voto en el día de hoy...
 
YoPero eso no serviría. Ellos hicieron bien lo suyo (y deberán seguir haciéndolo), y cada uno tiene que realizar del mismo modo su parte. Hoy votaremos por los que asumirán la responsabilidad de conducirnos políticamente en los próximos años. A nosotros nos toca hacerlo con responsabilidad y a conciencia, a ellos responder ante Dios y ante nosotros por lo que hagan. Pero además ya, ahora (o a lo sumo dentro de unos minutos si nos tomamos un momento de reflexión), sin quedarnos esperando lo que harán los dirigentes de las naciones, de las multinacionales o del mundo entero, o de los clubes o de los deportes, nosotros mismos podemos empezar a mejorar el mundo...

Bastará simplemente que cada uno de nosotros miremos hacia Dios, a la hora de rezar (como el publicano), y nos demos cuenta que necesitamos de Su misericordia. Y tendiendo hacia Él las manos abiertas para recibirla, nos animemos a asumir que cada uno de nosotros somos la parte del mundo que cada uno de nosotros podemos mejorar...

De esta manera, no tendremos ni necesidad ni tiempo para quedarnos mirando a los demás por encima del hombro, cargados de críticas que no producen nada bueno. Todos podemos ponernos a cambiar la parte del mundo que está en nuestras manos, que es la que nos toca. Y podemos comenzar a hacerlo ahora mismo. De esta manera, si todos los que hoy hemos sido enseñados por Jesús a rezar mirando más la misericordia de Dios que nuestros méritos, ponemos manos a la obra, hoy mismo, este mundo en el que estamos y del que a veces nos quejamos tanto, será mejor...


Lecturas bíblicas del Domingo XXX del Tiempo Ordinario del Ciclo C:

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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