1. CUANDO TODO
TIEMBLA, SURGE LA PREGUNTA:
¿ESTARÁ LLEGANDO EL FIN DEL MUNDO?... Cuando hay
un terremoto, todo se
mueve, todo tiembla, nada se sostiene en su lugar (yo lo
experimenté
una
vez en México, fue uno leve, pero los que han vivido en
lugares en los
que ha habido grandes terremotos, como Chile o Perú, conocen
la desazón
por la que se pasa en esos momentos)...
Sucede
también en otros momentos en los que, sin necesidad de
terremotos, las
cosas de tal modo andan mal que uno se siente como si el agua hubiera
llegado al
cuello. En esas situaciones puede surgir inmediata y
espontáneamente la
pregunta: ¿estará llegando el fin del
mundo? ¿Hacia dónde habrá que salir
corriendo (si fuera posible
hacerlo)?...
2. JESÚS ES LA ROCA
FIRME EN LA QUE NOS
PODEMOS APOYAR CUANDO TODO TIEMBLA... Él es por quien se
hizo el mundo,
y quien nos salvó de la perdición (eso es lo que
se llama la
"redención", que Jesús hizo en la Cruz, donde
venció la muerte
resucitando). Por eso, es posible apoyarse en Él...
Por otra parte, el fin
del mundo no será su
destrucción, sino su plenitud. Dios no es un chico
caprichoso y el
mundo no es para Él un juguete sino "la obra de sus manos".
Cuando a un
chico caprichoso no le gusta o le funciona mal un juguete, lo rompe.
Hoy en el mundo hay
guerras, revoluciones, terremotos, pestes, hambre, persecuciones, y
parece que muchas otras cosas andan mal. Pero,
como dice Jesús, esto no es el fin del mundo, sino parte de
él.
Mientras tanto, a nosotros nos toca ayudar a construirlo,
apoyándonos
en Jesús, que transformó toda nuestra realidad en
un camino de
salvación, en la Cruz. También nuestra patria,
como nuestro hogar, que
para los que aquí vivimos es concretamente este Hogar
Marín, en el que
celebramos la Misa, es parte del mundo que nos toca construir. Viviendo
animados por la fe en Jesús, la roca firme en la que nos
podemos
apoyar, podemos animarnos a aportar lo que está en nuestras
manos para
construir este mundo en el que vivimos...
3. EL
CIELO SE ALCANZA CON PACIENCIA Y CON
CONSTANCIA, APOYADOS EN JESÚS... Puede ser que las cosas
anden mal, y
verdaderamente es así. Pero el final feliz está
garantizado, porque
Jesús lo ha ya inaugurado con su Resurrección, y
nos está preparado en
el Cielo, que es el verdadero fin del mundo, en un doble y consolador
sentido: en primer lugar, el mundo tiene en el Cielo su meta;
pero
además, el mundo tiene en el
Cielo su plenitud...
El Domingo pasado el
Cardenal Bertone, en la celebración de la
beatificación del Siervo de
Dios Ceferino Namuncurá, nos presentaba una clara semblanza
de este
joven sencillo, hijo de una familia ilustre y generosa de la poderosa
tribu de los aborígenes mapuches, en la Patagonia. El ideal
supremo del
beato Ceferino, nos
decía el
Cardenal Bertone, era ser útil a su gente, y por
eso deseó
ardientemente llegar a ser salesiano y sacerdote, "para mostrar" a sus
hermanos mapuches "el camino hacia el cielo". Eligió como
modelo de
vida eligió a Santo Domingo Savio (canonizado en 1954 por
Pío XII),
siguiendo la “receta simple” de san Juan Bosco:
estar siempre alegre,
cumplir bien tus deberes de estudio y de piedad, y ayudar a sus
compañeros. La alegría, ante todo:
“sonríe con los ojos”, decían
del
beato Ceferino sus compañeros. También la
oración (rezaba largas
horas), y finalmente la ayuda a sus compañeros, de quienes
se ocupó
hasta en el lecho de su muerte, en el Hospital, preocupado por la tos
del vecino de cama, mientras él mismo estaba ya
muriéndose...
A nosotros, como a
él,
nos toca también una parte, en la construcción de
este mundo que nos
lleva camino al Cielo. Para realizar lo que nos toca necesitamos
apoyarnos en Jesús. Y Él se hace fuerte en la
Cruz. Por lo tanto,
conviene que lo sepamos: para construir esa parte del mundo de la que
somos responsables, y para caminar hacia el Cielo, tendremos que
apoyarnos en la Cruz...Volver al inicio de la predicación...
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