1. A
VECES LOS QUE MÁS NOS CONOCEN PUEDEN SER LOS QUE MENOS NOS
CREEN... Esto nos pasa a todos, en mayor o en menor medida, en todos
los lugares donde más nos conocen. Como nos ven todos los
días y saben
cómo nos movemos y cómo nos comportamos en cada
oportunidad, no es
fácil que podamos cambiar la imagen que tienen de nosotros,
que quizás
se ha ido construyendo
a lo largo de muchos años. No bastará con un
arranque del momento, o
con una frase
inspirada, aunque sea guiada por las mejores intenciones, simplemente
porque nos hemos decidido a cambiar en algo...
Con los que más nos
conocen serán más elocuentes los hechos que
las palabras. Por ejemplo si hemos crecido en nuestra fe,
quizás a
partir de
una experiencia fuerte o especial que nos ha marcado profundamente,
para que comprendan lo que nos ha pasado no bastarán las
palabras,
que no alcanzarán para cambiar la imagen que a lo largo del
tiempo los
demás se han hecho de nosotros, sino que tendremos que
armarnos de
paciencia. Para que nos
crean harán falta hechos que muestren qué es lo
que ha cambiado en
nosotros. Las palabras podrán servir de
explicación, pero no podrán
reemplazar a los hechos...
Ya lo
dice un conocido refrán: "hazte la fama y échate
a dormir" (una vez que
te has hecho una fama, no será fácil que logres
cambiarla)...
2. LA HUMANIDAD DE
JESÚS NOS DEJA VER A DIOS, PERO TAMBIÉN NOS LO
OCULTA... Dios se hizo Hombre, para poder hablarnos con palabras
humanas. De esta manera, la Palabra de Dios se hizo carne y
comenzó a
pronunciarse humanamente. Es lógico pensar que esto nos ha
permitido
conocer y comprender a Dios de una manera que nunca
hubiéramos podido
alcanzar, si no fuera por esta gran inquietud de su amor, que lo ha
acercado a nosotros de una manera tan intensa. A los jóvenes
les gusta
imaginar a Jesús como alguien cercano por su humanidad,
capaz de
sentarse con ellos en el banco de una plaza...
Pero, de todos modos,
a la luz de lo que les pasó a los que lo conocían
"de toda la vida" en Nazaret, hace falta que estemos atentos, para que
nos nos pase a nosotros lo mismo. La humanidad de Jesús, que
lo hacía
cercano y comprensible para todos, al mismo tiempo les ocultaba su
más
verdadera y profunda realidad, su condición divina...
Ante Jesús, Dios
hecho hombre para nuestra salvación, vale la pena que nos
preguntemos
si todavía estamos abiertos a la riqueza de su misterio.
¿Cuántas veces
hemos oído la lectura de los hechos
más importantes de su vida, como su nacimiento, su muerte en
Cruz y su
Resurrección, o de las palabras más importantes
que pronunció, como las
parábolas o las bienaventuranzas? ¿Seguimos
abiertos ante su misterio
infinito, o ya no esperamos de Él nada que nos
sorprenda o nos conmueva?...
3. HAY
QUE TENER EL CORAZÓN ABIERTO PARA RECIBIR A DIOS, QUE SE NOS
MANIFIESTA... Por esta razón, me parece que los que estamos
más
habituados a "tratar" con Jesús con frecuencia, tenemos que
estar muy
atentos, para que no se nos cierre el corazón, de manera que
ya nada
nos llame la atención de Él, y lo que nos quiere
decir se nos pierda...
Podrían
pensarse otros modos, pero me parece que lo que nos puede
ayudar a estar siempre con el corazón abierto, para recibir
a Dios que
se nos muestra a través de los caminos habituales, en la
predicación
del Evangelio y en la vida de la Iglesia, es mantener encendido en
nosotros el corazón mismo del Evangelio, que es el amor...
Se trata de un amor
como
el que nos invita a vivir el mismo Jesús, con cada palabra
del
Evangelio, y que nos describe con precisión San Pablo, al
decirnos que
el amor que nos enseña Jesús como un camino de
vida es un amor
paciente, servicial; sin envidia, sin alarde, sin grandezas
vanas
(vacías), que no procede con bajeza, no busca su propio
interés, no se
irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la
injusticia, sino que se regocija con la verdad. Un amor, por lo tanto,
a la medida de Dios, que todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo
soporta, todo lo espera. Nada hará más fuerte y
más creíble el
testimonio de nuestra fe que un amor perseverante vivido de esta
manera...Volver al inicio de la predicación...