Si llega el fin del mundo, ¿qué hay que hacer...?

Queridos amigos:
 
Aquí va mi predicación del 18 de noviembre de 2001, Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de hoy:
 
  1. "Todos los arrogantes y los que hacen el mal serán como paja" (Malaquías 3, 19).
  2. "Les ordenamos, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de todo hermano que lleve una vida ociosa" (2 Tesalonicenses 3, 6).
  3. "Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin" (Lucas 21, 99).
  4. "Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en cielo" (Lucas 21, 11).
  5. "Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas" (Lucas 21, 18-19).

 
1. Cuando hay un terremoto, todo se mueve, todo tiembla, nada se sostiene en su lugar (lo experimenté una vez en México...). Es como CUANDO TODO ANDA MAL, Y EL AGUA LLEGA AL CUELLO, SURGE INMEDITAMENTE LA PREGUNTA: ¿HABRÁ LLEGADO EL FIN DEL MUNDO? ¿Hacia dónde salir corriendo?

Esta pregunta puede surgir fácilmente en la Argentina, donde el riesgo país sube todos los días y pone nerviosos a los inversores, o el riesgo humano (el riesgo de vivir aquí...) sube también todos los días, y nos pone nerviosos a todos los habitantes. Pero también en el resto del mundo, donde crece el riesgo de los ataques terroristas, y el riesgo de la reacción violenta, que puede llevarse todo indiscriminadamente por delante. Surge entonces la pregunta. ¿será todo esto el fin del mundo? ¿Qué hay que hacer?

En todo caso, cuando todo tiembla, o todo gira enloquecidamente, lo primero es buscar un punto seguro donde apoyarse. También cuando tiembla inseguro el país, el mundo, o nuestra la cultura.

2. LA ROCA FIRME PARA APOYARSE CUANDO TODO TIEMBLA ES JESÚS. El es por quien se hizo el mundo, y quien lo salvó de la perdición (eso es lo que se llama la "redención", que Jesús hizo en la Cruz, donde venció la muerte resucitando). Por eso, es posible apoyarse en Él.

Es cierto que el mundo no durará para siempre. Y está bien que sea así. Porque el mundo que conocemos no alcanza para colmar los deseos y las aspiraciones que Dios mismo sembró en cada uno de nosotros. Para eso hace falta algo más que el mundo, y que viene después del mundo: el CIELO.
 
Por otra parte, el fin del mundo no será su destrucción, sino su plenitud. Dios no es un chico caprichoso, que cuando no le gusta o funciona mal un juguete, lo rompe. Hoy hay guerras, revoluciones, terremotos, pestes, hambre, persecuciones. Pero, como dice Jesús, esto no es el fin del mundo, sino parte de él. Nosotros podríamos agregar: puede ser que un país llegue a la quiebra, a la cesación de pagos ("default" dice los medios de comunicación, mostrando que hasta nuestra lengua está en peligro de extinción), que todos los habitantes de un país (o casi todos...) sufran un empobrecimiento cada vez mayor. Pero eso no es el fin del mundo, sino parte de él.
 
Dios es Alguien que quiere, y por eso Alguien que espera. Quiere al mundo, y quiere y espera que todos hagamos algo por él. Al menos por esa parte del mundo que tenemos más cerca, en torno a cada uno de nosotros. Apoyados en Jesús, podemos hacer algo, manteniendo alta la esperanza. Como nos dicen los Obispos argentinos, en la Carta al Pueblo de Dios dada a conocer ayer: "animémonos a una esperanza solidaria y operativa que, arraigada en la fuerza del Bautismo, enfrente los problemas de cada uno, del vecino, del compañero de trabajo, del barrio, de la ciudad, de la Provincia, de la Nación entera. Un auténtico espíritu cristiano implica esfuerzo creativo"...
 
3. Puede ser que las cosas anden mal, y verdaderamente es así. Pero, EL CIELO SE ALCANZA, CON PACIENCIA Y CON CONSTANCIA, APOYADOS EN JESÚS. El Cielo, que es el verdadero fin del mundo, en un doble y consolador sentido: 1) el mundo tiene en el Cielo su meta; 2) el mundo tiene en el Cielo su plenitud.
 
Pero mientras tanto, no podemos quedarnos de brazos cruzados, esperando que llegue de ese modo la salvación. Como dicen también los Obispos argentinos en la Carta que recién les mencioné: "no podemos ser peregrinos del Cielo si vivimos como fugitivos de la ciudad terrena"...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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