Un anhelo grande...

Queridos amigos:

Esta fue mi predicación de hoy, Domingo 30 de noviembre de 2003, Primer Domingo de Adviento. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:
  • En aquellos días y en aquel tiempo, haré brotar para David un germen justo, y él practicará la justicia y el derecho en el país (Jeremías, 33-15).
  • Que el Señor los haga crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás, semejante al que nosotros tenemos por ustedes. Que él fortalezca sus corazones en la santidad y los haga irreprochables delante de Dios, nuestro Padre, el día de la Venida del Señor Jesús con todos sus santos (1 Tesalonicenses 3, 12-13).
  • Jesús dijo a sus discípulos: «Los hombres desfallecerán de miedo por que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación... Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante del Hijo del hombre» (Lucas 21, 26-28, 34-36).

 
Reloj1. LA LIBERTAD ES UNO DE LOS GRANDES ANHELOS DE TODOS LOS TIEMPOS... Hay cosas que se repiten a lo largo de todos los tiempos. Una de ellas es el anhelo de una libertad que nos permita ser lo que queremos ser, a la medida de nuestras propias inquietudes...
 
A veces puede ser que nos baste con liberarnos del despertador, que se convierte una imagen de la responsabilidad y de las urgencias que hay que atender más allá de nuestras ganas o de nuestros gustos. Del despertador nos liberamos, a veces, en tiempos de vacaciones, pero de todos modos dura sólo unos días, siempre con término acotado. Quizás anhelemos vernos liberados de una rodilla que no funciona del todo bien, o de unas piernas que con el tiempo se van haciendo más pesadas y nos hacen más difícil correr, y hasta caminar. Quizás estamos anhelando vernos liberados de una enfermedad que se nos viene encima o nos tiene contra las cuerdas, sin darnos respiro, y de la que nos podemos cansar. Quizás estamos anhelando vernos liberados del jefe en el trabajo, de las "esclavitudes" a las que otros nos someten o en las que nosotros mismos hemos entrado. Puede ser también que queramos vernos liberados de personas que nos tienen cansados, o a las que ya no queremos ver, porque no las soportamos, o porque nos hacen la vida muy difícil. Muchos hoy, con la vehemencia que su situación de hoy les plantea, quisieran verse liberados de la pobreza, a veces extrema y fatal, en la que se han visto envueltos, con alguna o con ninguna responsabilidad personal. En todo caso, todas estas situaciones vividas como distintos modos de opresión tienen en común el anhelo de la liberación, de la reconquista de la libertad, con la convicción que nos da la fe de que Dios nos ha hecho para la libertad...
 
Por eso, al comenzar hoy el año litúrgico con el tiempo de Adviento, que a lo largo de cuatro semanas nos permitirá preparar como Dios manda, es decir, bien, la Navidad, Jesús nos habla del final de los tiempos, que es descrito con signos que aparecen como conmovedores e incluso catastróficos, y que sin embargo son tiempos en los que nos invita a levantar la cabeza, ya que está por llegar nuestra liberación, es decir, el cumplimiento de un anhelo de todos los tiempos...
 
Jesús2. JESÚS VIENE PARA TRAER A ESTE MUNDO NUESTRA LIBERACIÓN... Para eso ha venido al mundo. Y para eso sigue viniendo todo el tiempo. Jesús vino para liberarnos de las consecuencias del pecado y de la muerte, y eso lo logró por su Amor, con su muerte y con su Resurrección. Así nos abrió las puertas del Cielo, donde ha ido a prepararnos un lugar en la Casa de su Padre, que es también el nuestro...
 
Pero así como ha venido en el tiempo, en la historia, y ha completado todo su camino, comenzado en la pobreza y en la ternura de un Pesebre y concluido en la crudeza y la inmensidad dramática de una Cruz, de la misma manera sigue viniendo todo el tiempo, para realizar en nosotros su salvación y nuestra liberación...
 
Cuando comenzamos a preparar la Navidad, no sólo nos preparamos para evocar la venida de Jesús en aquel tiempo pasado, sino que especialmente nos abrimos a su venida presente, en la que llega a nosotros con su Palabra y sus Sacramentos, para darnos su salvación. Prepararnos a esta llegada salvadora de nuestro Liberador nos exige tener en cuenta cómo y con qué viene el que nos puede salvar de nuestras opresiones y esclavitudes. Nos exige estar atentos a aquellas cosas que nos hacen anhelar la libertad como un bien perdido y al mismo tiempo buscado con urgencia y ansiedad...
 
Ya lo decía el profeta Jeremías: nuestro salvador trae de la mano "la justicia y el derecho". Por lo tanto, para recibirlo de corazón, habrá que disponerse a encontrarlo alimentando nuestra vida con estas virtudes. Dicho sea de paso, no se trata sólo de esperar que otros hagan con nosotros justicia, mientras exigimos nuestros legítimos derechos, sino de aprender a vivir desde lo más profundo de nuestro corazón las exigencias que nos plantea ser justos con los demás, y ocuparnos y preocuparnos por el respeto de sus derechos. En realidad, para vivir de esa manera nos hace falta, como nos dice San Pablo hoy, que Jesús nos haga "crecer cada vez más en el amor mutuo hacia todos los demás", ya que no hay justicia que puede sostenerse, si no se edifica sobre el amor, entendido no sólo como un sentimiento, sino principalmente como la decisión perseverante de buscar el bien de los demás...
 
En definitiva, no hay otra manera de recibir la libertad, la liberación, la salvación que Jesús ha venido a traernos, que fortalecer nuestros corazones en la santidad, de la mano de Jesús. Y en eso consiste el tiempo de Adviento en el que acabamos de entrar...
 
Adviento 13. JESÚS VIENE: PREPAREMOS UN PESEBRE EN EL CORAZÓN PARA RECIBIRLO... Jesús viene, como siempre, desde que se hizo Hombre y nació en Belén, para abrir nuestros horizontes con su Resurrección, y para eso no necesita pedirnos permiso. Sin embargo, en su sigiloso respeto de nuestra libertad, no nos impone su salvación. Así como en Belén hubo quienes lo recibieron, los pastores, en torno a un pesebre en el que se alimentan los animales, y otros que lo dejaron fuera de sus casas, en las posadas y en la ciudad, así también pasará en esta Navidad...
 
Para recibirlo a Jesús, que viene a nosotros con el regalo de la salvación, a nosotros nos toca prepararle un lugar. Sabemos que no necesita un palacio ni una gran mansión. Bastará que nos animemos a prepararle un sencillo pesebre en nuestro corazón. Ese pesebre se arma día a día durante el Adviento, recuperando nuestra libertad para vivir en la justicia y el amor. Podrá parecernos "poca cosa", demasiado despojado, sobre todo al comienzo, cuando lo empezamos a armar. Sin embargo, si realmente empezamos ahora, sin demora, estaremos haciendo mucho para que, recibiendo a Jesús, se concreten nuestros más grandes anhelos en esta Navidad...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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