Vivir y anunciar...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 16 de mayo de 2010, Domingo de la Ascensión del Ciclo Litúrgico C, en la Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín (clic aquí para verla y oírla en Youtube):

Tiempo1. EL TIEMPO SE HACE MUY LARGO, SI SÓLO NOS SENTAMOS A ESPERAR QUE PASE... Si pudiéramos abarcar con una mirada todo el tiempo de la vida, es muy probable que nos resultara muy corto, seguramente todos reclamaríamos que sea un poco más largo (unos minutos, unas horas, unos días, unos meses o incluso unos años más largo, hasta que pudiéramos completar todo lo que nos hemos propuesto y nos proponemos hacer a lo largo de la vida). Pero el tiempo es elástico, y tiene diversas medidas según desde donde lo midamos. Por eso hay muchas ocasiones en las que nos puede parecer que el tiempo transcurre mucho más lentamente que lo que quisiéramos, y hasta se nos puede hacer excesivamente largo...

AburridoAsí sucede, por ejemplo, cuando no tenemos nada que hacer, y simplemente nos quedamos sentados esperando que el tiempo pase, así el tiempo puede hacerse interminable, puede parecernos no sólo aburrido sino también insoportable, parece que el reloj no avanza, y la aguja que marca los segundos parece que tuviera la velocidad de la aguja de las horas...

EsperaPero lo mismo nos puede suceder cuando estamos muy ocupados y apurados. Si en ecas condiciones nos toca esperar, a alguien o algo, el tiempo parece transcurrir con una lentitud insoportable. Miremos las caras, por ejemplo, en un salón de espera, quizás en una oficina o en un consultorio médico (a propósito, parecería que el reloj de los médicos funciona de una manera distinta, los pacientes deben agregar al suplicio de su enfermedad largas horas de espera, también interminables)...

Es que no estamos hechos sólo para esperar. Nuestra condición de espíritus encarnados nos hace capaces y deseosos de los frutos que surgen cuando ponemos en marcha nuestras capacidades y habilidades. La vida no consiste sólo en sentarse a esperar que sucedan las cosas, sino en ponerse en marcha para hacer que sucedan las cosas que queremos que sucedan. Eso debieron pensar los Apóstoles, cuando vieron a Jesús que, después de la Resurrección, ascendió ante sus ojos al Cielo, y al mismo tiempo les encargó una misión...

Ascensión2. JESÚS ASCIENDE AL CIELO PORQUE ALLÍ ESTÁ SU CASA, Y TAMBIÉN LA NUESTRA... La Ascensión de Jesús a los Cielos que hoy celebramos es la consecuencia necesaria de su Resurrección. Jesús resucitado llevó toda nuestra condición humana, también su dimensión corporal, a una situación que está por encima de las acotadas dimensiones del tiempo y del espacio. La humanidad de Jesús, en virtud de su Resurrección, participa de la condición gloriosa de Dios. Y esto no es posible dentro de las limitadas coordenadas del tiempo y del espacio, sino que reclama la dimensión sobrenatural del Cielo, que podemos definir como "la Casa" de Jesús. Allí se encuentra a sus anchas, con el Padre y el Espíritu Santo...

AscensiónUna vez resucitado, Jesús se apareció a los Apóstoles. Y lo hizo justamente para que, como consecuencia de esta experiencia totalmente única, y las huellas del sepulcro vacío, los Apóstoles llegaran a la fe, y la pudieran fortalecer. Esa fe de los Apóstoles, a la que llegaron por sus encuentros con Jesús resucitado, es la que hace de fundamento para nuestra propia fe. Pero esa situación de encuentro con Jesús resucitado no podía ser para siempre, porque es en el Cielo donde Jesús tiene su casa, y nosotros también...

El mismo Dios sembró en nosotros semillas de eternidad. Habiéndonos hecho sus hijos por el Bautismo, nos hizo participar no sólo en la muerte de Jesús, sino también en su Resurrección, que anticipa la nuestra, y pone ante nuestros ojos nuestro destino de eternidad. Por eso, cuando Jesús resucitado asciende al Cielo, pone su condición humana en el lugar que le corresponde, y nos abre también a nosotros las puertas de su Casa, que ha querido que sea también la nuestra, llamándonos a vivir en plena comunión con Él...

Sin embargo, por más que nos entusiasme este destino celestial al que somos llamados, no podemos quedarnos simplemente sentados esperando que, a través de la muerte, nos llegue el momento de alcanzarlo. Si sólo hiciéramos eso, el tiempo de espera nos resultaría tedioso e insoportable, largo e inútil...

Corazón latiente3. MIENTRAS ESPERAMOS EL CIELO, NUESTRA MISIÓN ES VIVIRLO Y ANUNCIARLO EN LA TIERRA... En realidad, no se trata de sentarse a esperar que llegue el Cielo, sino de empezar a vivirlo ya en la tierra, cumpliendo la misión a la que Jesús nos ha llamado...

SembradorComenzamos a vivir el Cielo, si llenamos nuestro corazón con algo de ese Cielo que esperamos. Y eso podemos hacerlo si llenamos nuestro corazón de Jesús. Con Él en nuestro corazón, comienza en la tierra el Cielo que esperamos...
 
Pero además, con Jesús en nuestro corazón, podremos llevar adelante la misión que, como a los Apóstoles, también a nosotros Jesús nos ha encargado. El Mensaje de Benedicto XV para la XLIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que hoy celebramos nos exhorta a los sacerdotes a utilizar todos los medios que el nuevo mundo digital nos brinda para anunciar el Evangelio (fotos, vídeos, animaciones, blogs, sitios web), como instrumentos que sirven para la misión. Por supuesto, no basta utilizar "medios nuevos", éstos por sí mismos no constituyen el anuncio. Nuestra misión, y la de toda la Iglesia, consiste en anunciar a todos los que encontramos en nuestro camino la salvación, es decir, el Cielo, que Jesús nos ha ganado. Con el corazón lleno de Jesús nuestro anuncio será creíble, no consistirá sólo en palabras sino que será primero y fundamentalmente hechos, frutos de un amor que nos pone al servicio de todos nuestros hermanos, pequeños y grandes gestos de solidaridad fraterna, con los que podremos sembrar la semilla evangélica, llenos de gratitud porque Jesús, abriéndonos las puertas del Cielo, nos ha salvado...


Lecturas bíblicas del Domingo de la Ascensión del Ciclo C:

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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