1.
ALGUNOS NO VEN BIEN DE CERCA, OTROS NO VEN BIEN DE LEJOS... A
partir
de una cierta edad aparece la presbicia y se hace difícil leer.
Primero vamos al oculista, y le explicamos que las letras se ponen muy
chiquitas cuando hay poca luz, y después le decimos que a veces los
brazos nos quedan cortos y no alcanzamos a leer, por más que alejemos
el papel de nuestros ojos. Finalmente él nos explica que no es sólo un
problema de luz, y mucho menos que se nos hayan acortado los brazos. Lo
que sucede es simplemente que ya no nos alcanzan los ojos. Para otros
el problema puede venir sin relación con la edad, y simplemente sucede
que no les alcanza la vista para ver de lejos...
En ambos
casos la cosa mejora si nos ponemos en algún lugar en el que
haya muy buena luz. Pero a veces esa solución
no alcanza. Entonces
aparece la solución de los anteojos, para ver de cerca, o para ver de
lejos, con todas las combinaciones intermedias posibles. En algunos
casos, la solución y la propuesta del oculista puede ser una operación
con láser o con una cantidad de nuevas técnicas que vienen en auxilio
de nuestra vista limitada. Pero de todos modos, siempre nuestra
capacidad de ver estará relacionada con la cantidad de luz que nos
ilumine lo que queremos ver...
2. DESDE EL PESEBRE
JESÚS NOS DA LA VIDA Y NOS ILUMINA... Jesús, el
Hijo de Dios, se hace Hijo del Hombre, para salvarnos a todos los
hombres. Sin dejar de ser lo que era (Dios), asumió lo que no
era (hombre), para darnos lo que no teníamos (la Vida eterna y la
Luz)...
Jesús es esta Palabra
de Dios, que estaba desde el principio junto a
Dios, y con la cual Dios ha hecho todas las cosas. Esta Palabra, de la
que proviene todo, es también la Luz que todo lo ilumina. Desde que se
hizo hombre, Dios pronuncia esta Palabra de un modo que nos resulta a
todos accesible, porque podemos oírla resonar humanamente, con toda la
contundencia de su Verdad, hecha no sólo de palabras sino también de
hechos. Es una Palabra que se hace oír desde el Pesebre hasta la Cruz,
y especialmente en el Pesebre y en la Cruz. Es una Palabra que ilumina
desde el Pesebre hasta la Cruz, y especialmente en el Pesebre y en la
Cruz...
3. JESÚS NOS ELIGE
DESDE EL PESEBRE, PARA SER SANTOS E
IRREPROCHABLES... Todos nosotros somos fruto de una elección de Dios,
que se manifiesta ya desde el Pesebre. Él nos ha elegido antes de la
creación del mundo, nos recuerda hoy San Pablo, para que fuéramos
santos e irreprochables en su
presencia. También nos ha mostrado, desde el Pesebre, el camino para
serlo, es el camino del amor. Por eso desde lo más profundo de nuestro
ser todo tiende hacia Dios, y basta oír desde el silencio de nuestros
corazones, callando todos los ruidos, para escuchar Su llamado...
A
nosotros nos falta,
solamente, como nos dice también San Pablo, valorar
la esperanza a la
que hemos
sido llamados. Esa esperanza está en el Cielo, para el que hemos sido
hechos. Con los ojos puestos en esta meta, tendremos el ánimo dispuesto
para dejarnos iluminar por Jesús. Él nos hablará desde la sencillez
del Pesebre y con toda su Palabra, siempre viva en los
Evangelios y en la predicación de la Iglesia, a la que tendremos que
abrir nuestro corazón. Y nos iluminará con su Luz, siempre elocuente en
el
silencio del Sagrario. Bueno será, por supuesto, que no perdamos nunca
de vista que el tierno Niño del Sagrario, el sacrificado Jesús de la
Cruz, el que habla a través de su Palabra y la palabra de la Iglesia, y
el que nos alimenta desde la Eucaristía, es el mismo Jesús...Volver al inicio de la predicación...
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