1. ¿CÓMO HACE DIOS
PARA RESPONDER A TODOS LOS QUE LE PIDEN ALGO?... Sería muy difícil
para Dios, y hasta contradictorio, si tuviera que responder
afirmativamente a todos los que acuden a Él con su oración
pidiéndole algo. En este mes que ahora termina hubo varias
competencias deportivas internacionales (la Copa América de fútbol,
los Juegos Panamericanos, el Mundial de fútbol en la categoría sub
20), en las que seguramente muchos de cada lugar le pidieron a Dios
por el triunfo de su propio equipo. Y en el mes que está por
iniciarse comenzará un nuevo Campeonato de fútbol en Argentina, y es
posible que muchos quieran a ver a Dios de su lado, con la camiseta
del propio equipo (con lo cual Dios debería ponerse varias o todas
al mismo tiempo). En realidad, es posible que cada día que se juega
un partido de fútbol un grupo de aficionados de cada uno de los
clubes que juegan se dirija a Dios para involucrarlo en el
resultado, cada uno a su favor...
De todos modos, el
fútbol no es el único motivo de oración que puede llevar hacia Dios
con intenciones contrapuestas. Hace mucho tiempo existen también
algunas costumbres "no muy piadosas" respecto de la oración, que
cada tanto se hacen sentir, y que podríamos describir como una
"oración piquetera". Tiempo atrás se hacían cadenas por cartas, que
prácticamente nos obligaban a continuarlas enviándolas a un
determinado número de personas porque en caso contrario podían
sucedernos especiales males u ocurrirnos determinados daños. También
se acostumbró en un tiempo hacer verdaderos "piquetes" de oración,
con cadenas, novenas o repeticiones determinadas de oraciones,
con
las que los santos se veían obligados a responder a nuestro
pedido, bajo la pena de que su imagen fuera puesta boca abajo
si no
respondía según nuestro buen querer (o nuestro capricho). Hoy, con
los nuevos medios de comunicación, se ha multiplicado estos
tipos de
oración "piquetera" que pretenden poner a los santos contra la
espada y la pared, obligados a responder a nuestra oración. Muchas
veces recibimos correos electrónicos sobre determinadas oraciones
que hay que dirigir a determinados santos, en los que se
nos conmina: "no rompan esta cadena, es milagrosa", y se
nos manda:
"debes hacer X copias, repartirlas en los siguientes X días a X
personas y a cambio recibirás"...
2. DIOS ES UN
PADRE BUENO, Y SÓLO DA LO QUE ES BUENO PARA SUS HIJOS... La
enseñanza de Jesús comienza mostrándonos que Dios es nuestro Padre,
y por lo tanto es posible y necesario dirigirse a Él como lo hace un
hijo. Las palabras del Padrenuestro, que San Lucas nos presenta en
una versión más breve que la que habitualmente usamos (que está en
el capítulo 6 de San Mateo), no son las únicas con las que podemos y
debemos dirigirnos a Dios, pero sí la confianza y el espíritu
filial que impregnan esta oración será siempre los que deberán
alentar la nuestra...
Un padre bueno no
puede decir siempre que sí a sus hijos. Se le harían caprichosos, y
además terminaría causándoles daño. Los hijos tienen necesidad de
ser ayudados por sus padres para crecer rectamente y para aprender a
conducirse con su propia libertad para alcanzar el bien para el que
Dios los ha hecho. Y así como el padre no les da todo lo que piden,
sino aquello que los conduce al bien, así también hace Dios con
nosotros. Seguro que Dios no siempre responderá con lo que esperamos
a nuestra oración, y menos mal que es así. Porque Él mira las cosas
de una manera más completa que nosotros. El sabe que nos ha hecho
para el Cielo, y en lo que de Él depende, nos guía y ayuda para que
alcancemos, por nuestra propia decisión y libertad, esa meta. A
veces nos convendrá la salud, pero a veces podrá ser la enfermedad
la que nos ayude. Será la vida prolongada la que nos lleve mejor al
Cielo, o será la muerte no deseada. Será la riqueza la que convenga
a nuestra meta (aunque es difícil, porque el amor y la justicia son
más difíciles en esa condición), o será la pobreza la que nos enseñe
a depender de Dios, sabiendo que teniéndolo a Él, nada nos
falta.
3. JESÚS NOS
ENSEÑA A REZAR CON INSISTENCIA, SIN CAPRICHOS Y CON CONFIANZA... En
primer lugar, nos enseña a rezar con insistencia. Como dijimos
recién, Dios sabe lo que nos conviene. La insistencia en la oración,
entonces, no es para que Dios se entere de lo que nos hace falta.
Como dice San Agustín, si por eso fuera nuestra oración bien podría
bastarse con el silencio. Es a nosotros, sigue San Agustín, a
quienes nos hace bien que nuestra oración se traduzca en palabras.
Somos nosotros los que aprendemos de este modo cuánto dependemos de
Dios, y cómo necesitamos ponernos siempre en sus manos...
Por otra parte,
con la respuesta de Dios a nuestra oración, aprendemos a distinguir
qué nos hace bien y qué es lo que en verdad necesitamos, para dejar
de lado lo superfluo (¿cuántas veces hemos tomado a Dios como un
especial almacenero o proveedor, al que podemos pedirle lo que se
nos viene en mente, y quien nos tiene que responder en tiempo y
forma, bajo nuestra velada amenaza de enojarnos con Él?). Tengamos
siempre en cuenta que Dios, como Padre bueno, sólo puede dar cosas
buenas a su hijos, y sólo Él sabe verdaderamente lo que para cada
uno de nosotros es bueno. Hagamos la prueba: pidamos a Dios que nos
dé el Espíritu Santo, que es el maestro interior de toda oración...
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