Una meta, un punto de partida...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 8 de agosto de 2010, Domingo XIX del Ciclo Litúrgico C, en la Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín (clic aquí para verla y oírla en Youtube):

Venda en los ojos1. A VECES VIVIMOS COMO SI TUVIÉRAMOS VENDAS EN LOS OJOS... En algunos casos es por simple distracción. Alguna vez, por ejemplo, nos ponemos a buscar los anteojos que hace un minuto tenía en la mano y no logramos encontrarlos, hasta que de golpe nos damos cuenta que los tenemos puestos. También podemos pasarnos un rato buscando las llaves a la hora de salir de casa, hasta que finalmente nos damos cuenta que las tenemos en la mano...

Otras veces no es sólo distracción, sino que es la pasión la que nos ciega. Desgraciadamente somos testigos con frecuencia de los extremos a los que lleva la pasión futbolística, al punto que un deporte que debería ser un ámbito de encuentro y de descanso termina siendo un campo de batalla que se cobra vidas (es más grave todavía cuando no es sólo pasión, sino mafia y negocio que lleva a matar)...

Novios peleadosTodos hemos conocido, seguramente, algunos novios que se llevan muy mal y sin embargo siguen adelante como si nada. La pasión los puede cegar de modo que no se den cuenta que el suyo es un amor imposible, no cuajan entre sí y además (o por eso) se pasan el día peleando. Todos los que los conocen se dan cuenta que, si se casan, van derecho al fracaso. Todos menos ellos. Están tan "enamorados" (encandilados convendría decir para esta ocasión), que no se dan cuenta que se dirigen a un precipicio con los ojos vendados. El amor no es ciego sino lúcido, pero la pasión lo puede cegar; ¿cuántos fracasos matrimoniales podrían haberse evitado si los novios antes de casarse hubieran abierto los ojos y prestado atención a quienes los advertían?...

Otras veces no vemos lo que pasa simplemente porque miramos para otro lado. Ahora se arma todo un lío porque parece que alguno con dos micrófonos se ha pasado oyendo a quienes no tenía permiso para oír, y mientras tanto todos sabemos que hace ya unos años que hay micrófonos por todos lados, o líneas telefónicas interferidas con lo que se escucha todo el tiempo a todos, y nadie dice nada...

Monos locosPero además, y esto no deja de ser muy curioso, salvo que ya carguemos muchos años en la mochila vivimos como si fuéramos a vivir para siempre,cerrando los ojos a lo evidente ya que todos vamos a morir. Es más, desde que hemos nacido sabemos que nos vamos a morir, y esta es una certeza que no podemos eludir. Cada tanto, cuando se muere un pariente muy cercano o un amigo entrañable, sobretodo si es alguien joven o sucede sin aviso, nos damos más espacio para pensar sobre la muerte. Pero enseguida, casi sin darnos cuenta, volvemos a nuestra compostura habitual, y seguimos nuestra marcha como si nosotros no nos fuéramos a morir nunca. Entonces, para que no vivamos como si estuviéramos tapándonos los ojos para no ver, los oídos para no oír y la boca para no hablar de esto, Jesús hoy nos recuerda la muerte y nos enseña a vivir siempre preparados...

Tránsito de la Virgen2. EL MUNDO TIENE UN FINAL, QUE ES PARA CADA UNO EL DÍA DE SU MUERTE... Así como nuestra vida en este mundo tiene un inicio, también tiene un fin, y hacia él vamos inexorablemente. Cada día estamos veinticuatro horas más cerca de él. Un día hemos nacido, y un día vamos a morir. Puede ser que ese final nos llegue de sorpresa. Pero si es así, no es porque no sepamos que va a venir sino porque a veces nos habituamos demasiado a vivir que si a nosotros no nos fuera a suceder...

Si nos pusiéramos a imaginar cómo quisiéramos que fuera nuestra muerte, seguramente nos entusiasmaría que fuera como la de la Virgen María, rodeados de nuestros seres más queridos (en esta pintura sobre "el tránsito de la Virgen", es decir, su muerte, ella aparece rodeada de los Apóstoles, y bajo la mirada de su Hijo, al fondo; el óleo sobre tabla es de Juan Correa de Vivar, y es del año 1550). Pero una muerte así, como también cualquier otra muerte feliz que queramos imaginar, no se improvisa sino que se debe preparar...

Cruz y CieloLa muerte, como el nacimiento, es una meta. Pero también, y esto es lo más importante, en ambos casos es un punto de partida. Cuando nacemos, hemos alcanzado esa meta que se ha ido preparando pacientemente a lo largo de nueve meses. Después de haber estado durante todo ese tiempo haciéndole "cosquillas en la panza" a nuestras madres, finalmente vemos la luz. Sin embargo, nadie se conformaría sólo con eso. Esa meta se convierte en un punto de partida. Y una vez nacidos se pone en marcha todo el desarrollo de nuestra vida sobre esta tierra. Lo mismo pasa con la muerte. Es punto de llegada pero también de partida. De llegada, porque con la muerte se termina nuestra vida aquí en la tierra. Pero también de partida, porque allí se inicia una nueva etapa, la definitiva, la Vida eterna para la que Dios nos ha creado...

Como meta que es, podemos decir que durante toda la vida estamos preparando el día de la muerte. Ese día se verá el resultado de todo lo que hemos ido preparando o dejado de preparar a lo largo de la vida. Pero también como punto de partida nuestra muerte será el resultado de lo que hayamos preparado. Por eso Jesús hoy nos enseña a estar "preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas". Durante la vida vamos preparando nuestro encuentro definitivo con Él, que se dará el día de nuestra muerte. Si cuando llega nos encuentra velando, es decir, "en vela", atentos, vigilantes, Jesús mismo se sentará a servirnos la mesa en el Banquete del Cielo...

Beata, Teresa de Calcuta3. HAY QUE VIVIR TODA LA VIDA CON LAS LÁMPARAS ENCENDIDAS, PREPARANDO LA MUERTE... Se trata de un final, entonces, que, como punto de partida, no se improvisa, sino que hay que prepararlo, para salir al encuentro de Jesús con las lámparas encendidas...

Santa Juana JuganSimplemente hay que tener en cuenta que las únicas lámparas que ponen luz sobre ese final y ese punto de partida son las lámparas del amor, que Dios enciende cada día sembrando en nosotros su amor. Pero como Jesús mismo nos dice, las lámparas no se encienden para ponerlas debajo de la mesa, sino que deben iluminar. Con el amor que Dios siembra en nosotros, tendremos que dar frutos de amor...

Estar atentos y vigilantes, entonces, consiste en estar todos los días atendiendo a Jesús, que viene a nosotros a través de nuestros hermanos que nos reclaman su atención esperando de nosotros un gesto de amor. Tenemos muchos ejemplos a la mano, para saber en qué consiste vivir con las lámparas encendidas. La Beata Teresa de Calcuta se hizo conocer por su amor inclaudicable, que buscó insistentemente atender a Jesús en el rostro de los más débiles y abandonados entre los pobres. Santa Juana Jugan enseñó a las Hermanitas de los Pobres, la Congregación que ella fundó, a atender el rostro de Jesús en los ancianos pobres, como ellas vienen haciendo fielmente. Y todos nosotros estamos llamados a pasarnos la vida preparando la muerte, con las lámparas del amor encendidas, atendiendo con amor a todos los que llegan con su necesidad a nuestra vida...


Lecturas bíblicas del Domingo XIX del Tiempo Ordinario del Ciclo C:

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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