Hace lo que dice, dice lo que hace...

Queridos amigos: 

Esta es mi predicación para el 24 de enero de 2010, Domingo III del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico C, en el Hogar San Pablo, de las Hermanitas de los Pobres, en Santiago, Chile:

Hablar1. A VECES POCAS PALABRAS DICEN MUCHO, Y OTRAS VECES MUCHAS NO DICEN NADA... Todos pasamos con frecuencia por situaciones en las que hablamos sin tener mucho para decir sino simplemente porque nos resulta incómodo o no sabemos cómo callar. Cuando estamos junto a otros con los que no tenemos demasiado conocimiento o confianza, después de algún silencio más o menos breve, comenzamos a hablar del tiempo, que si hace mucho calor o mucho frío, que si el pronóstico habla de lluvia o no, que si hay truchas en el lago o se han escondido, que si viene tormenta o no, que si el fin de semana tendrá buen tiempo, y cosas por el estilo...

Otras veces las palabras son sólo una convención, modo de buena educación y atención hacia los otros. Estamos en una fiesta o en una reunión, y nos encontramos con gente conocida de la que no somos especialmente amigos, y a las infaltables preguntas, "¿cómo estás? ¿cómo van tus cosas? ¿qué tal la familia?", llegan las también infaltables respuestas, "muy bien, todo bien, todos bien", en un diálogo que no entra en detalles ni en profundidades, y se queda en un intercambio en el que nadie pueda sentirse incomodado, agredido o desplazado, ni invadido en su intimidad. Podríamos hacer la prueba, llegando a una fiesta de esas en las que hay mucho ruido, de contestar a los que nos preguntan "¿cómo estás?", con una enorme sonrisa y un fuerte apretón de manos, "todo mal, todo un desastre", y una nueva sonrisa. Es muy probable que comprobemos nadie se asombre de nuestra respuesta. Eso nos servirá de señal de que en realidad nadie ha escuchado las palabras que hemos dicho...

Otras veces, sin embargo, bastan muy pocas palabras, o una sola, para que podamos expresar cosas muy profundas. Un amigo que se encuentra en una gran dificultad o está sufriendo un dolor muy grande no esperará de nosotros grandes y elocuentes explicaciones, ni de lo que le pasa ni de nuestra amistad. Le bastará una palabra que le muestre que cuenta con nosotros, que no está solo y que nos tiene a su lado para lo que necesite y cuando nos necesite. Nos habrá pasado seguramente más de una vez estar en esas situaciones en las que, más allá de las buenas intenciones, que podemos dar por garantizadas en todos los que se acercan, algunos con muchas palabras no han podido ayudarnos nada o casi nada, y otros con pocas, han dado bien en el clavo y nos han ayudado a encontrar la paz...
 
Palabra de Vida2. JESÚS ES UNA PALABRA EFICAZ, QUE HACE LO QUE DICE, Y NOS TRAE LA SALVACIÓN... Jesús es la Palabra de Dios que, para que pudiéramos entenderlo con toda claridad, se hizo carne y, habiendo nacido en Belén, habitó entre nosotros. A lo largo de todo este año litúrgico, salvo los tiempos fuertes (Cuaresma, Pascua, y los ya pasados de Adviento y Navidad), iremos siguiendo en las lecturas dominicales el Evangelio de San Lucas. Hoy lo vemos a Jesús presentándose "en su casa", en la Sinagoga de Nazaret (a la que seguramente asistió durante los treinta años que vivió allí), y leyendo la profecía de Isaías, para decir que esas palabras se cumplían en ese día. Está claro que se cumplen en Él...

Lo que importa es que Jesús no es una Palabra vana, ni superflua, sino todo lo contrario. Es una Palabra eficaz, que nos trae la salvación. Jesús es la Palabra que hizo el mundo, pero además es la Palabra que eleva nuestra condición humana a la dimensión sobrenatural que nos permite participar de su Vida. Esto significa que Jesús viene a realizar en nosotros y con nosotros todo aquello a lo que aspiramos y que no podemos hacer sin Él. Viene a hacer ver a los ciegos, caminar a los paralíticos, liberar a los cautivos y a los oprimidos. Y si esto vale como anuncio físico de la salvación, también y más profundamente es válido para todo lo que nos falta en el corazón. También allí somos ciegos, paralíticos, esclavos y cautivos. También allí, y especialmente, estamos necesitados de salvación. Y Jesús es la Palabra eficaz de Dios, que hace lo que dice, y sólo dice lo que hace. Por eso, podemos recibir confiados de Él la salvación. Con Él la vida puede escribirse con mayúscula, porque puede más que la muerte. Y esto Jesús no lo dijo sólo con palabras, sino que efectivamente lo realizó. El entregó su vida en la Cruz, y con su Resurrección nos ha dado también a nosotros la posibilidad de un destino de resurrección. Jesús, Palabra de Dios, tiene la fuerza del testimonio de la Cruz y la potencia de la Resurrección...

Ayuda3. TODOS FORMAMOS UN SOLO CUERPO EN JESÚS, Y PODEMOS DAR VIDA A SU PALABRA... Alguien podría preguntarse: "Y hoy, ¿qué hace Jesús por tantos ciegos, paralíticos, enfermos de todo tipo, pobres de las carencias más variadas, que viven, en pleno siglo XXI, en la mayor miseria, sin que les llegue salvación alguna, en tiempos en los que el cristianismo hace ya dos milenios que intenta, sin lograrlo, cambiar el corazón del hombre, para que ya nadie viva en la soledad y en el abandono? ¿Qué hace Jesús por todos los que han sufrido pérdidas irreparables en el terremoto de Haití, que sembró muerte y desolación en toda una nación?" La palabra de San Pablo también nos responde hoy con toda claridad...

Todos nosotros somos el Cuerpo de Cristo, y bautizados en un mismo Espíritu, somos impulsados a convertirnos en las manos, los pies, el corazón los oídos y la boca de Jesús, que acude con la salvación que hemos encontrado en Él,  a socorrer la miseria de cada uno de nuestros hermanos que esperan, con derecho, de nosotros, una palabra de salvación que les acerque a Jesús. De esta manera podremos responder con hechos a aquellos que piensan que los cristianos nos quedamos sólo en las palabras, y somos creyentes de la boca para afuera. Tomándonos a pecho nuestra fe, haremos eficaz en nosotros la Palabra de Dios, por el amor, y esto mismo nos hará testigos de su eficacia en el mundo...


Lecturas bíblicas del Domingo III del Tiempo Ordinario del Ciclo C:

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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