El camino que nos lleva al Cielo...
Queridos amigos:
1. LA VIDA SIEMPRE AVANZA, PERO CADA TANTO LA
CELEBRAMOS DE UN MODO
ESPECIAL... La vida es un camino lineal, siempre va hacia adelante.
Aunque dé muchas vueltas, a veces de maneras extrañas, nunca vuelve
para atrás. Es un camino que tiene un
inicio, tiene una meta y un final. Día a día nos acercamos o nos
alejamos de la meta, pero se acerca inexorable el final. Mientras
tanto, mientras vamos de
camino, nos hace bien ir marcando etapas en la marcha, que nos permiten
celebrar de modo especial los momentos de la vida...
Uno de esos momentos es para cada uno, cada
año, el propio cumpleaños.
Es una ocasión para detener un poco la mirada (ya que no puede
detenerse la marcha), y
echar una ojeada al tiempo que pasó. Esto nos permite reconocer los
dones de Dios, que nos llaman a la gratitud (la vida es siempre un don
de Dios, que hemos recibido a través de nuestros padres), y revisar
nuestras
distracciones, que no nos han permitido sacarles el fruto,
para disponernos cada vez a una respuesta más generosa...
Mirando la meta para la que Dios nos ha
hecho, el Cielo, la Vida eterna, todo dolor se convierte en un anticipo
amargo de
la muerte. Ante el "espectáculo" de Jesús en la Cruz, como nos relata
San Lucas, la gente miraba.
Nosotros hoy también tenemos "espectáculos" tremendos que nos muestran
las cruces de nuestro tiempo. Hoy hay gente
que sufre sin necesidad, o sin culpa, o sin escape. Pienso en la mitad
o un poco más de los jóvenes de nuestra patria, que hoy crecen en
condiciones que los ubican debajo de la línea de pobreza: ¿qué será de
ellos, que crecen en la miseria, quizás no solamente sin alimentos,
remedios, techo y calor, sino también, y más tremendo aún, sin un
futuro que los aliente, sin suficiente amor que los contenga? Pienso
también en los ancianos que viven solos, abandonados, sin el calor
familiar u Hogares como los de las Hermanitas de los Pobres u otros
semejantes que les muestren de una manera efectiva un amor que les
devuelva con gratitud la herencia de vida que nos dejan...
Pero dirijo también una mirada que abarca
todo esto, a la cruz de
Jesús, que es el colmo del sufrimiento injusto, del espectáculo
deprimente
del dolor. Y allí encuentro una luz que ilumina todo dolor. Porque
Jesús no termina su marcha en la Cruz. El amor de Dios lo lleva más
allá de los límites que nuestra condición humana tenía hasta ese
momento. Jesús resucita, y
rompiendo las ataduras de la muerte, nos mostró desde la Cruz lo que
sólo Él quiere y puede hacer: transformar el sufrimiento y el dolor en
un instrumento de su
amor...
3. LA CRUZ ES EL CAMINO QUE NOS LLEVA AL CIELO, EN ELLA
ESTÁ JESÚS PARA SALVARNOS... Nosotros nos resistimos a la Cruz, y de esta manera, además de sufrir sus consecuencias, nos amarga su
presencia. Y sin
embargo, tenemos a mano una llave que nos podría cambiar todo. Para eso
bastaría que la miráramos siempre en toda su dimensión. Los españoles,
que nos han hecho heredar ese modo tan dramático de celebrar la Semana
Santa, con imágenes cargadas de los signos del dolor y de las lágrimas,
también celebran a Jesús resucitado, con imágenes cargadas de flores,
símbolos de la Vida que no se acaba. Lo que
nos abre la puerta a todos los frutos que pueden seguirse de la Cruz es
su aceptación, sabiendo que ya no es un signo del dolor y de la muerte,
sino de la Vida y de la salvación...
A partir de la aceptación de la Cruz (es
decir, del dolor), nuestra palabra dirigida a Dios puede convertirse en
una oración, como la que le dirigió a Jesús desde su Cruz el Buen
Ladrón. Esta aceptación no consiste en cruzarse de brazos ante los
sufrimientos que se pueden evitar, sino trabajar con amor para aliviar
el dolor de los demás, y ofrecer el propio, como Jesús en la Cruz.
Jesús
reina desde la cruz, le basta ese trono, y nos señala el mismo camino
para nuestra salvación...