Que duren para siempre...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 18 de abril de 2004, II Domingo de Pascua, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
Catador1. HAY MUCHAS COSAS QUE SON MUY BUENAS, PERO QUE NO DURAN MUCHO... Podemos primero fijar la atención en los "bienes consumibles". Los alimentos, especialmente cuando son muy buenos, siempre nos parece que duran poco. Lo mismo que algunas bebidas especiales. Las destapamos, las olemos con cara de entendidos (incluso puede ser que lo hagamos entendiendo de verdad), las probamos, y apenas las empezamos a compartir con algunos amigos, nos damos cuenta que se acaban...
 
También sucede con el periódico. El Domingo viene más grueso que cualquier otro día. Nos disponemos, quizás, sobretodo si es un día de lluvia, a sacarle el jugo de la mejor manera posible, y al término de un rato, no nos queda nada más que nos parezca que valga la pena leer...
 
También pasa con los zapatos. Algunos nos resultan especialmente cómodos, y también nos gustan de manera especial. Sin embargo, por más que queramos hacerlos durar todo lo que se pueda, llega un momento en que ya no aguantan un solo paso más, y tenemos que darlos por jubilados. Lo mismo puede pasarnos con alguna ropa a la que le tomamos especial cariño. Se nos pone vieja y deshilachada antes que nos cansemos de ella, y tenemos que dejarla de lado con pesar, porque no aguanta más uso...
 
Sin embargo, no son sólo estas cosas las que duran poco. También las alegrías a veces resultan de poca duración. Un espectáculo, un film cinematográfico, un partido de fútbol, pueden ser ocasiones para pasar un rato muy bueno, pero de repente, en lo mejor de nuestra alegría, nos damos cuenta que han terminado...
 
También la paz, que, por otro lado, es un bien que no abunda, a veces dura muy poco. No sólo en las frágiles situaciones de las relaciones entre los países, en las que los equilibrios dependen de tantos intereses, y fácilmente se quiebran, ya sea por el cambio de las autoridades que mandan, o a causa de intervenciones inesperadas de los que tiran bombas o hacen explotar trenes, autos o edificios. También en la vida familiar, en momentos en que todo parece estar bien, un grito o un impaciencia desencadena una "batalla" cargada de reproches y agresiones. O en la vida social, un imprudente que no respeta un semáforo, aún en las ocasiones en las que no produce un accidente, puede provocar enojos, peleas, agresiones y muchas otras cosas más...
 
En realidad, todo lo bueno se termina. E incluso la vida, aunque haya durado muchos años, puede resultarnos corta, cuando vemos que se acerca su fin, y nos hace pensar que sería bueno que durara un poco más. Todo esto nos pone en evidencia que todos nosotros llevamos en lo más íntimo de nuestro corazón unas ansias de plenitud que no alcanzamos a colmar en las limitadas condiciones en las que vivimos, y que nos hablan de una aspiración sin límites, que sólo alcanza su explicación y su posibilidad de ser colmada si la referimos a Dios...
 
Cruz y Cielo2. LA PAZ, LA ALEGRÍA Y LA VIDA QUE DA JESÚS DURAN PARA SIEMPRE... Dios nos ha hecho para la paz y para la alegría sin límites, y ha sembrado en nosotros una vocación de eternidad. Nos ha llamado a vivir con Él en una eterna comunión, que dure para siempre...
 
Pero todo esto no es posible en las estrechas dimensiones de esta vida. Por eso, para salvarnos, para llevarnos a la altura de la vocación para la que nos ha hecho, Jesús asumió nuestra condición humana, y la llevó con amor y paciencia inclaudicable a la Cruz, y desde allí nos la devolvió transformada por la Resurrección...
 
Por eso Jesús es para nosotros, y para todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, la fuente de una paz y de una alegría que no se terminan. Y esto es posible porque la Vida del resucitado es una Vida que vence al pecado y a la muerte, y es una Vida eterna...
 
Por eso Jesús, cuando se aparece a los Apóstoles después de la Resurrección, les dijo insistentemente que venía a traerles la paz. Y como consecuencia, al recibirlo, los Apóstoles se vieron inundados por la alegría. Además, como nos dice el Apóstol San Juan en su Evangelio, éste y los demás hechos de Jesús que encontramos relatados en los Evangelios, están allí escritos allí para que creamos en Él, y creyendo tengamos la Vida eterna. Muchas otras cosas que hizo Jesús no están relatadas en los Evangelios. Y si no lo están, es simplemente porque no nos hacen falta para creer que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y que en Él tenemos la salvación que Dios ha puesto al alcance de nuestras manos...
 
Ver y creer3. NO HACE FALTA VER, SINO CREER, PARA RECIBIR LA VIDA QUE JESÚS NOS DA... Puede ser que alguna vez hayamos pensado que a nosotros nos ha tocado una parte difícil, ya que somos llamados a la fe para encontrar la salvación, sin tener demasiadas constancias que nos garanticen la verdad de este fe, y que todo sería más fácil si nos ofrecieran más pruebas que nos lleven a la fe. Sin embargo, no seremos los primeros que tengamos esta ocurrencia. Ya lo pensó el Apóstol Santo Tomás, de sobrenombre el Mellizo, que no se encontraba con los demás la primera vez que se les apareció Jesús resucitado a los Apóstoles...
 
El Domingo siguiente Santo Tomás pudo ver a Jesús resucitado, y también pudo creer. Pero no fue lo que vio lo que lo llevó a la salvación, sino la fe. Por eso la alabanza de Jesús no fue para él, sino para nosotros, cuando nos dijo: «¡Felices los que creen sin haber visto!». No es, entonces, "ver" más lo que nos hace falta, sino creer más y mejor, y vivir con más compromiso y decisión las consecuencias de esta fe a la que Jesús nos llama, para que alcancemos esa paz y alegría que nadie podrá quitarnos, y para alcanzar la Vida que sólo Jesús nos puede dar, y que es la única que puede más que el pecado y que la muerte...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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