Sólo hace falta recibirlo...
Queridos amigos:
1. EN NUESTRO TIEMPO HAY MUCHAS COSAS QUE SON
DESCARTABLES... Los diabéticos, por ejemplo, que tenemos que
inyectarnos insulina todos los días, hace tiempo que nos hemos
acostumbrado a las jeringas descartables. Ya nos parecen de otro siglo
(y en realidad lo es, del pasado siglo XX), las jeringas de vidrio que
teníamos que hervir, con sus agujas, y guardarlas con todo cuidado en
cajas de metal para conservarlas esterilizadas...
En las sociedades más desarrolladas hasta los
autos resultan rápidamente descartables. Incluso en nuestra Argentina,
hoy tan golpeada, unos años atrás había un plan del gobierno para
renovar el parque automotor, que permitía desprenderse de los
automóviles más antiguos, recibiendo a cambio un bono que debía
utilizarse para comprar un auto nuevo...
A tanto llega esto, que en nuestro tiempo
hasta las personas pueden ser fácilmente descartadas. A veces sucede
simplemente porque se considera que ya no sirven. Esto es terrible,
pero al mismo tiempo es un signo de nuestro tiempo. Parecería que no
hay lugar, no hay espacio para los que no sirven, y a algunos se los
arrincona en lugares alejados de la vista de todos (los ancianos en los
geriátricos). Otros los descartamos o los excluimos nosotros con
nuestro dedo acusador, con el que a veces señalamos de una manera
inapelable a los que consideramos irredimibles, como si la salvación
que viene de Dios no fuera para ellos. Hace poco decíamos, mirando a
los políticos de nuestra patria de una manera un poco infantil y
caprichosa: "que se vayan todos", como si se pudiera prescindir de
ellos, y como si ellos no fueran parte de nuestra sociedad, de donde
surgen...
2. JESÚS QUIERE LLEGAR A TODOS CON SU
SALVACIÓN. SÓLO HACE FALTA RECIBIRLO EN CASA...Dios lo puede todo, y
por eso no necesita reaccionar con prepotencia ante el mal que todos,
en mayor o menor medida, a veces hacemos. La omnipotencia de Dios se
pone en evidencia con su indulgencia, sin necesidad de estridencias.
Que sea Zaqueo, un jefe de publicanos, es decir, un jefe de
recaudadores de impuestos, que había pagado a los romanos para adquirir
este puesto, y que se aprovechaba de su función en beneficio propio,
explotando a sus conciudadanos, nos pone en evidencia que no hay
límites para la indulgencia de Dios, ya que para Dios no hay
excluidos...
Sin embargo, no basta con verlo a
Jesús. Además es necesario bajarse, para poder recibirlo cuando viene
con su salvación. Zaqueo tuvo que bajarse del árbol, para recibirlo en
su casa. Nosotros quizás tenemos que bajarnos de nuestro orgullo, de
nuestra soberbia, de nuestra autosuficiencia, de nuestra pretendida
perfección, para recibirlo en nuestro corazón, que es donde Jesús puede
sembrar su misericordia. Recordando siempre que sólo nosotros tenemos
la llave de nuestro corazón, cuya puerta sólo tiene manija del lado de
adentro. Jesús, que lo puede todo, sin embargo no actúa en esto con
prepotencia. Su indulgencia, en cambio, nos pide permiso y reclama
nuestra aceptación, para llegar a nosotros con su salvación. Cuando
Jesús entra en nuestro corazón, con él llega la salvación, y enseguida
nos damos cuenta, porque se manifiesta en la alegría, se nos levanta el
ánimo...
3. CUANDO LA SALVACIÓN DE JESÚS LLEGA A
NUESTRA CASA, SE NOS ABREN EL CORAZÓN Y LAS MANOS... Cuando la
salvación ha llegado a nuestro corazón, sus signos se hacen ver
enseguida. Con la alegría que viene de la misericordia recibida, el
corazón se ensancha, y comienza a palpitar con la frecuencia que Dios
le imprime. El corazón abierto por la misericordia de Dios, enseguida
abre también nuestras manos, que comienzan a hacerse instrumentos de
nuestro propio amor, que se manifiesta para el bien de nuestros
hermanos...
Cuando nos llega la salvación que Jesús trae
a nuestra casa, comenzamos a compartir, lo poco o lo mucho que somos y
que tenemos. Y nuestra alegría llega a los demás con nuestra caridad,
signo de salvación que contagiosamente se extiende a nuestro alrededor,
con gestos de amor efectivos y duraderos...