Las mejores bendiciones...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 15 de febrero de 2004, Domingo VI del Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
Placer1. A VECES PARECE QUE QUISIÉRAMOS EL PLACER EN TODO, YA Y SIN DEMORA... Eso puede entenderse, aunque no del todo, cuando se trata de comer. No sólo por los ojos entra la comida, sino también por el sabor. Cuando llega la hora de comer, con razón buscamos algo que no sólo cumpla con todas las condiciones que puede indicarnos un buen nutricionista, sino algo que también sea rico, ya que el gusto tiene la función de ayudarnos a recibir los alimentos que necesitamos...
 
Pero imaginemos que nos presentan una rica torta, y comenzamos a comernos primero la crema, después las frutillas con las que viene acompañada, y enseguida nos comemos todo el dulce de leche que hay entre capa y capa. ¿Cómo haremos después para comernos el biscochuelo, que es en realidad el que tiene el más sustancioso alimento...?
 
De la misma manera, en muchas otras cosas no puede empezarse por el placer, sino que hay que saber postergarlo para el momento oportuno. Por ejemplo, los estudiantes universitarios que comienzan una carrera, vivirán en ella muchas satisfacciones. Las obtendrán después de cada examen bien dado, pero sobretodo cuando la hayan terminado, y con el título en la mano vayan desarrollando su carrera profesional. Pero para ello, habrán tenido que volcar, con esfuerzo y dedicación, todas sus capacidades al logro de su objetivo...
 
Algo parecido sucedió en los días pasados, cuando dos empleados y un anciano residente en el Hogar Marín se pusieron a trabajar para hacer nueva toda la vereda que rodea la casa del Capellán, donde yo vivo. Desde el primer día habrán querido, como también yo, ver el resultado de su esfuerzo. Sin embargo, éste no pudo llegar, hasta que no volcaron varios días y muchos sudores en la tarea, regando con ellos los frutos que finalmente pudimos ver...
 
De esto mismo nos habla hoy Jesús, con las Bienaventuranzas, en la versión con la que nos las presenta el Evangelio de San Lucas, acompañadas con los lamentos por los que no viven conforme a ellas, sino todo lo contrario. Jesús llama felices, y es la única vez que lo dice en presente, a los pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de Dios. Pero ese Reino no manifiesta toda su potencia en este tiempo, en esta dimensión, en esta historia que hoy vivimos, sino que reclama la salvación, que Jesús nos ha ganado con su Resurrección...
 
Tumba vacía2. LAS MEJORES BENDICIONES LLEGARÁN EN EL TIEMPO DE LA RESURRECCIÓN... Dios se ocupa continuamente de nosotros, y de los frutos de la vida que de su mano hemos recibido...
 
Muchas bendiciones nos acompañan diariamente, aunque otras tantas veces no nos demos cuenta de ellas, y las dejemos pasar como si fueran bienes que se nos deben, sin mayor conciencia y sin la menor gratitud por todos ellos. Desde la luz del sol, que está siempre, aunque no lo veamos, hasta el aire que respiramos (y que también, desgraciadamente, en las grandes ciudades contaminamos), pasando por todos los alimentos que reparan nuestras fuerzas, así como también por las pequeñas y las grandes alegrías que nos brinda la vida, cada día tenemos un montón de motivos que nos deberían mover a una continua gratitud a Dios...
 
Sin embargo, así como las cosas más importantes de la vida no se alcanzan sin esfuerzos, a veces grandes, y que incluso a veces parecen más grandes que los que podemos hacer hasta que nos ponemos efectivamente a hacerlos, también hay que recordar que no se alcanza la Vida sin la muerte. Y si la podemos alcanzar, es porque Jesús resucitó, y así nos regresó al plan original de Dios, que nos ha hecho para la Vida. Por eso San Pablo nos recuerda hoy que Jesús resucitó, y que sin la Resurrección de Jesús, sería vana, es decir, vacía, nuestra fe, y nosotros los hombres más dignos de lástima...
 
Cuando llegan, entonces, las horas oscuras, en las que no se ven los frutos y sólo se tienen delante de los ojos los esfuerzos que nos reclama nuestra fe, conviene tener presente que las mejores bendiciones que Dios nos tiene preparadas llegarán en el tiempo de la Resurrección. Hechos para la Vida eterna, en esta etapa provisoria, y que por lo tanto no dura para siempre, no es posible ver todos sus frutos...
 
Pero además, conforme a las bienaventuranzas, y las correspondientes lamentaciones que Jesús proclama ante las diversas actitudes y situaciones de la vida, en el tiempo de la Resurrección, es decir, cuando concluya esta etapa provisoria del mundo que se desarrolla en la historia, se producirá un cambio, por el cual muchas alegrías provisorias terminarán siendo eternas tristezas, y muchas tristezas provisorias se cambiarán por una eterna alegría. Y esa situación definitiva será simplemente la consecuencia de la fidelidad por la que hayamos seguido, o la rebeldía con la que nos hayamos apartado, del camino que Jesús nos ha propuesto cada día...
 
Jesús ayuda3. CONFIADOS EN JESÚS, TODO ES YA, DESDE AHORA, UNA BENDICIÓN... De todos modos, tampoco es necesario esperar al final para ver todos los resultados, por algunos se manifiestan ya, desde ahora, mostrándonos la bendición de Dios, con la que Él nos acompaña todos los días...
 
Cuando vivimos conscientes del destino de eternidad al que hemos sido llamados por Dios, las cosas adquieren su verdadera dimensión, y nos animamos a vivir de una manera nueva. Ya sea en la salud o en la enfermedad, en el sufrimiento o en el gozo (cf. Prefacio Común VIII de los textos de la Misa), en la riqueza o en la pobreza, vemos la mano de Jesús, que no deja de levantarnos y bendecirnos, indicándonos el camino...
 
Pero además, si tenemos en cuenta que nuestra confianza puesta en Jesús y nuestra fidelidad al Evangelio nos hacen vivir en el amor de una manera efectiva, vemos con confianza cómo nuestras comunidades cristianas son un signo efectivo del Reino de Dios que se acerca a los que hoy nos necesitan para que, al menos en parte, y como anticipo de la bendición final, su hambre sea saciada, su llanto sea calmado y su exclusión de los bienes más elementales que reclama la dignidad humana sea disminuida...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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